domingo, 23 de agosto de 2015

Tokio Blues (Norwegian Wood)

Teniendo en cuenta que escogí este libro como siguiente lectura totalmente al azar, me preocupa el listado infinito de paralelismos entre esta novela y Jardín del Edén. Incluso se repite el nombre de Rodrigo Fresán aunque, esta vez, en la contraportada y no en el prólogo (que, por otro lado, no tiene (gran reflexión: ¿sólo los libros antiguos tienen prólogo? ¿cuál es el requisito para ello? ¿que el autor esté muerto?)). Hay un pequeño lapso de tiempo entre las dos novelas aunque ambas coinciden en que sus respectivos autores las ambientaron en el pasado reciente. Hay varios elementos en común como el reiterado trastorno mental o el significativo y atrevido corte de pelo. Aunque lo que me sigue sorprendiendo es una flagrante falta de pudor en cuanto al sexo.


Al aterrizar el avión, se escucha por los altavoces la melodía de Norwegian Wood y a Watanabe le invade la tristeza. No puede evitar pensar en todo lo que le sucedió cuando estaba en su segundo año universitario... Recuerda a su mejor amigo, Kizuki, y a la novia de este, Naoko, y a todas las personas que se cruzaron en su vida en esa época para dejar una huella indeleble en su pasado.

Watanabe es un personaje que se hace querer enseguida a pesar de sus espantosas elecciones y de su pasividad habitual. En esto me recuerda un poco a Nick, el narrador de El Gran Gatsby, una novela que Murakami no deja de citar reflejando el interés mutuo tanto de su protagonista como el suyo propio por la obra de Scott Fitzgerald. Es aquí cuando el escritor se jacta de sus lectores diciéndonos que no deberíamos leer sus libros al poner en boca de uno de los personajes más despreciables del libro la creencia de que solo vale la pena leer libros de autores que hayan muerto hace más de treinta años, puesto que si se han mantenido famosos hasta ahora después de ese lapso es porque realmente valen la pena.

Había leído/escuchado varias veces que Murakami resulta muy repetitivo en su ristra infinita de novelas publicadas. Habiendo leído solamente After Dark y ahora Tokio Blues, reconozco que destilan un aura similar, por decirlo de alguna forma pero de ahí a decir que es repetitivo hay un trecho. Tengo que leer más novelas suyas para llegar a una conclusión (algo que no tendré ningún reparo en hacer teniendo en cuenta que ambas lecturas me han sido muy gratas) pero, de todas formas, me parece algo natural que los libros de un mismo autor se asemejen ya que eso revela que el escritor tiene un estilo definido a la par que predilección por ciertos temas.
Entonces en esas escenas a todos los presentes se les levanta. ¡Zas!, treinta o cuarenta penes poniéndose tiesos a la vez. Al pensarlo se tiene una sensación muy extraña, ¿verdad?
Uno de los motivos recurrentes a lo largo de toda la historia es el sexo, que se trata de forma muy desangelada. La sociedad japonesa siempre se ha caracterizado por ser conservadora, tradicional, machista y reprimida en exceso. Estos prejuicios, unidos a una noción personal de que el pasado suele asociarse con un cierto retraso cultural y social, han hecho que me sorprendiese encontrarme con niñas de trece años en el Japón de los años sesenta que masturban a sus novios o, mejor aún, a sus profesoras. Al margen de esta precocidad insospechada, la visión que se da del sexo sigue una dicotomía muy clara: los hombres, infieles, viven para los ligues de una noche, acostarse con desconocidas en love hotels y despreciarse (o no) por ello; en cambio, las mujeres o son unas frígidas o están muy reprimidas sexualmente y la única que parece consciente de esto y lo combate a base de ser muy políticamente incorrecta juega con una ambigüedad muy peligrosa. Por si esto fuera poco, se da por sentado que el hombre en una relación debe alcanzar el placer sin que importe lo más mínimo el de la mujer... cuya mayor preocupación suele ser que no la abandone su pareja.

Relacionado con el sexo está el amor, sobre el que los personajes divagan con ahínco. En lugar de centrarse en la visión ñoña y utópica donde todo son corazones y flores por doquier, el autor ha optado por adentrarse en temas espinosos como la dependencia y el "hacer lo correcto". Desde que, con quince años, terminara la trilogía Memorias de Idhún, de Laura Gallego, le he dado vueltas al asunto de si se puede o no amar a dos personas al mismo tiempo. Y me satisface la visión que da el autor donde aunque se vende la idea de que sí se puede, la verdad es que queda muy claro en qué momento uno empieza a querer a una segunda persona pero sigue con la primera por una cuestión de responsabilidad, fidelidad, obligación y hasta cariño pero no por amor romántico y el conflicto personal que esto conlleva.
Lo que quiero es simple egoísmo. Un egoísmo perfecto. Por ejemplo: te digo que quiero un pastel de fresa, y entonces tú lo dejas todo y vas a comprármelo. Vuelves jadeando y me lo ofreces. «Toma, tu pastel de fresa», me dices. Y te suelto: «¡Ya se me han quitado las ganas de comérmelo!». Y lo arrojo por la ventana. Eso es lo que yo quiero.
Como adelantaba al principio, otro de los temas principales es la enfermedad mental y, en especial, el suicidio. Murakami le da un enfoque muy interesante contándonos como hay personas a las que les cuesta más encajar en la sociedad, como los fármacos no son suficientes para mitigar los síntomas y, lo más importante, como las personas que se etiquetan con un trastorno psiquiátrico pueden funcionar perfectamente y, de hecho, ayudar a otras, tanto con trastornos como sin ellos, no son ceros a la izquierda, ni dementes, ni psicópatas. Y aunque le da tantísima importancia (como, en efecto, tiene) al ambiente, también le reconoce su papel a la genética y a la agregación familiar de estas condiciones. Pero el autor no pone el foco exclusivamente en la psiquiatría sino también en otras enfermedades, terminales, que desembocan en resultados muy similares: seres queridos que se tuercen, que se rompen, que se ven obligados a cambiar y a moldearse a partir de la muerte de una madre, un amigo o una novia.
¿Por qué te gusta siempre este tipo de gente? Todos somos personas que nos hemos doblado en algún punto, que nos hemos torcido, que no hemos podido mantenernos a flote y nos hemos hundido deprisa. ¿Por qué no te gusta la gente corriente? A mí no me da esta impresión. No me parece que estéis «torcidos». La gente que a mí me parece «torcida» pasea por la calle tan campante.
Norwegian Wood es una lectura adictiva, de esas que te hacen pensar un poco dejándote una sensación agridulce al girar la última página. Todos los personajes importan, todos están trabajados y uno no puede evitar simpatizar con ellos incluso cuando toman decisiones erróneas.

3 comentarios:

  1. Benvinguda al món Murakami. Jo ja tinc i he llegit més d'una desena de llibres seus i sí: sempre és "més del mateix", però quan un autor t'agrada tant, i és tan amè, i te l'acabes tan ràpid, això no és un problema.

    L'únic però que li posaria al mestre és que en moltes de les seves històries tendeix a oferir finals abruptes, oberts, onírics, amb elements fantàstics que xoquen amb el to de la resta de la història. En d'altres ocasions la història ja el té, el component fantàstic, però en general m'agradaria que se cenyís als excel·lents i detallats relats quotidians que tant domina.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jo sempre he tingut tendència a estar disconforme amb els finals tant de llibres com de còmics com de pel·lícules però els finals oberts/abruptes no em comporten un problema sempre que la trajectòria de l'argument sigui coherent.

      Sobre els elements fantàstics/onírics sí que recordo que em va sobtar molt el to psicodèlic d'After Dark, que està present des de l'inici i que, en un primer moment, costa de digerir. Potser és Norwegian Wood un dels pocs llibres on l'element sobrenatural no hi és present?

      Eliminar
    2. Sí, suposo que sí, perquè gairebé sempre hi és, en major o menor mesura.

      I hi ha històries que el tenen molt bèstia (de vegades no tant el fantàstic com el misteriós) i tanmateix enganxen de mala manera, com Crònica de l'Ocell que Dóna Corda al Món, Despietat país de les Meravelles i la Fi del Món o 1Q84.

      Eliminar