Hace un año publiqué en aquella semana kamikaze de entradas diarias mis impresiones sobre el primer tomo de Ran y el mundo gris, un seinen fantástico de Aki Irie que licenció Tomodomo para regocijo de los fans españoles del manga en general. El mes pasado salió a la venta su esperado séptimo y último tomo con lo que ha llegado el momento de volver a dedicarle unas líneas a esta historia. No me voy a entretener presentando una sinopsis porque creo que para hablar del punto de partida ya dije todo lo que tenía que contar hace un año así que paso directamente al análisis de la obra en su conjunto.
Quizás el factor que convierte Ran y el mundo gris en una lectura tan adictiva es su brutalidad. No me refiero a que se trate de una obra violenta (por mucho que tenga sus escenas de acción y varias batallas encarnizadas) sino a que todo lo que ocurre a lo largo de los siete tomos tiene una magnitud colosal, difícil de digerir incluso. Aki Irie nos pone en situación con personajes sobrehumanos que no se inmutan en situaciones esperpénticas que desafían todas las leyes naturales mientras que con una sola mueca pueden transmitir la tensión en mayúsculas de un detalle en apariencia minúsculo. Todas las viñetas están dotadas de muchísima fuerza convirtiendo este manga en una lectura de lo más intensa.
Aunque pueda parecer contraintuitivo, uno de los grandes aciertos de la autora con Ran y el mundo gris es que la trama es absolutamente errática. Desde el primer capítulo nos sumerge en el día a día de Ran sin ningún tipo de introducción ni preámbulo. Avanza a trompicones con breves entregas autoconclusivas para saltar más adelante a un arco argumental muy ambicioso que se apoya en conceptos que ha ido introduciendo casi sin que el lector se diese cuenta. La forma en que la autora salta de uno a otro tomo me parece muy inteligente y revela hasta qué punto el guión de la obra entera estaba definido desde el primer capítulo.
La información clave de Ran y el mundo gris la adivinamos por lo que Aki Irie no nos cuenta. Aprendemos detalles esenciales del universo en el que se desarrolla gracias a la manera de reaccionar de los personajes más que por lo que puedan decir. Así, sabemos más de la relación entre Zen y Shizuka por el grito que pega el primero ante cierta revelación que por una anodina declaración de amor. La misma estrategia sutil utiliza la mangaka para que comprendamos la situación de Ran tanto con su familia como con sus compañeros de colegio, sin explicarlo nunca directamente.
Por mucho que Ran sea la protagonista, la autora le dedica muchísimo espacio a todos los personajes que la rodean e incluso a aquellos con los que nunca llega a compartir viñeta. En el momento más inesperado intercala páginas (y capítulos enteros) para dedicar protagonismo a su hermano Jin, el vecino del peinado extravagante o la señora que hace tratamientos de belleza a las brujas del lugar. Pero, por supuesto, estas historias no estorban entorpeciendo el desarrollo de la trama principal sino que actúan a modo de paréntesis agradables dando más profundidad a la obra.
Algo que considero prácticamente inherente al manga en general - y que se debe precisamente al funcionamiento de la industria del cómic en Japón - es la incapacidad de los mangakas de saber cuándo (y cómo) hay que poner punto y final a sus historias. Ran y el mundo gris también destaca en este punto con un final que no solo es impoluto sino que llega cuando es natural que la historia termine y no inmediatamente después del arco principal. Aki Irie tiene muy claro el mensaje que quiere transmitir y que todos los arcos repletos de acción que hila, por mucho que entretengan al lector, sirven por encima de todo de puente para llegar a ese final.
Sé que muchos lectores y, sobre todo, lectoras han sentido distintos grados de rechazo hacia esta obra por dos motivos muy concretos. Uno es el fanservice y otro es la relación entre Ran y Ôtarô. Y creo que es importante que me detenga a discutir un poco sobre ambos asuntos. En lo que respecta al fanservice, es cierto que cada vez que Ran se pone sus zapatillas para convertirse en adulta, saltan a la vista sus atributos femeninos que se ven realzados bajo la ropa infantil y extremadamente pequeña que usa la Ran de diez años. Sin embargo, el fanservice descarado es ínfimo, hay muchísimos personajes femeninos con todo tipo de cuerpos (como Tamao, que está más plana que una tabla de planchar y sigue siendo la más sexy del lugar) y, de hecho, la autora se regala bastante dibujando los pectorales de Jin. Pero lo más importante de todo es que al final, cuando Ran crece de verdad, no tiene el cuerpo despampanante que se imaginaba de pequeña; es decir, a sus diez años proyectaba su anhelo por ser como su madre (la mujer más voluptuosa del manga entero), fruto de su admiración y de sus inseguridades y ese sentimiento me parece el más inocente y enternecedor.
Un asunto más dramático que el del fanservice es la accidentalmente (casi) pedofílica relación entre Ran y Ôtarô. Para mí la clave para entender y "aceptar" su relación reside en que Ôtarô no solo no sabe que Ran es en realidad una cría de diez años sino en que, además, se enamora genuinamente de ella y es gracias a su conexión con ella que se da cuenta del tipo de persona en que se ha convertido e intenta rectificar para enmendar sus errores pasados. De hecho, ese es uno de los mensajes más poderosos de la obra, que la forma en que nos relacionamos con otras personas puede rebajar asperezas del carácter. En mi opinión, Aki Irie sobresale por presentar una situación tan incómoda y moralmente cuestionable y salir airosa en su desarrollo.
La edición de Tomodomo es, como acostumbran sus editoras, excelente tanto en calidad y precio como en traducción. No me canso de alabar la labor de Ana adaptando el japonés original a un castellano cercano con el que te tronchas, que facilita y hace fluir la lectura. Y, por supuesto, la edición cuenta también con los regalos a los que acostumbran, con múltiples puntos de libro y alguna postal. Espero que como ya han hecho con Moto Hagio y Yuhki Kamatani, se animen a traer nuevas obras de Aki Irie como Hokuhokusei ni Kumo to Ike. Mientras tanto le hincaré el diente al primer tomo de École Bleue (Gunjou Gakusha), que lo tengo por casa desde el año pasado.
Ran y el mundo gris es uno de esos pocos mangas que sé a ciencia cierta que releeré en el futuro y que me llevaré conmigo hasta que pueda tener mi soñada biblioteca en casa. Pocas obras hay que me hayan gustado de esta manera, de principio a final. Os la recomiendo encarecidamente a todas las personas que me leéis porque, si no os gusta Ran, no sé qué lo hará.
Jo, pues si lo pones tan bien habrá que leerlo. Siete tomos parecen asequibles :)
ResponderEliminarMe da miedo poner cosas demasiado bien en el blog por lo peligrosas que son las expectativas altas PERO... ay, ojalá te guste!
EliminarTe ha gustado incluso más de lo que me pensaba!
ResponderEliminarSin duda es una buena obra, no la tengo en tanta estima como tu, pero si la disfruté bastante.
Se agradece TANTO que no se alargue ad infinitum y vaya al grano... :')
Ya sólo para disfrutarla visualmente vale la pena echarle un ojo.
Eso sí, aunque entiendo que Otaro no sabía que Ran era una niña... me sigue pareciendo muy creepy y no me gustaba nada nada todo lo relacionado con eso XD
Pero si es que este manga lo tiene TODO, cómo no me va a gustar ♥
EliminarComo dices, el arte es una verdadera delicia pero es que el argumento y los personajes me gustan TANTO que me gustaría aunque estuviese dibujado como Mob Psycho (creo)
Y lo de Ôtarô, jugada maestra de la autora creo yo, está bien que despierte sentimientos entre los lectores aunque sean de repulsión =P
Totalmente de acuerdo con tu reseña, Ran es una obra increíble tanto por su dibujo como por su historia y también la recomendé porque es que no había leído algo así, que no sabes cómo te engancha y no puedes parar de leer. No soy de releer manga pero creo que también la releeré.
ResponderEliminar¡Ojalá no sea la única obra de Aki Irie que podamos leer en castellano!
EliminarCreo que voy a ser la única nota discordante. A mí me ha decepcionado, supongo que tenía el hype demasiado alto. El dibujo me parece precioso pero la historia no me ha terminado de convencer. Los personajes me parecían interesantes, pero no aguantaba Ôtarô. Incluso me preguntaba en algún momento si debía reír o no, como cuando sale a buscar a Otaro encima de un determinado "personaje". La risa tonta que me dio.
ResponderEliminarEl tema Otaro y Ran no creo que esté bien solucionado. Eres una niña y un señor te intenta desnudar, en sueños vale pero lo intenta, y otras cosas y vamos tu vuelves a verlo? Creo que a Ran no le gusta y lo regaña, si no recuerdo mal, pero vuelve. Otaro no sabe su edad, pero Ran tiene la edad que tiene por mucho que su cuerpo no. Sobre el fanservice, el famoso tomo 3 fue duro.
Mi problema con este manga creo que tiene un nombre: Otaro.
Lo de "única" quizá es válido para esta entrada pero te aseguro que no eres la única decepcionada con este manga ^^u
EliminarEntiendo que Ôtarô es un elemento difícil de digerir y que pueda llegar a molestar tanto como me molesta a mí el fanservice en el shonen en general aunque insisto en que la forma en que la autora trata su personaje (de principio a final) es sencillamente inmejorable y que precisamente por querer meter elementos polémicos en la historia consigue que el manga en su conjunto sea más complejo y, al final, interesante, aunque claro, es sólo mi opinión ^^u
PD: Encuentro que Ran es muy muy inocente y que reacciona como los niños de su edad, enfadándose y desenfadándose con rapidez aunque reconozco que esa escena es zona gris