Norma publicó los catorce tomos de Eres mi mascota (Kimi wa Pet) entre junio de 2010 y julio de 2013 convirtiendo así este manga en uno de los pocos y más selectos joseis que hemos tenido el placer de leer en castellano. Curiosamente, parece que ni siquiera la polémica adaptación del título original para su edición española bastó para que se hablara lo suficiente de ella (y eso que está a la altura de célebres ocurrencias de nuestra editorial argentina favorita como Lo nuestro no puede ser tío o Los caprichos de mi amo) por lo que se trata de una obra que pasó relativamente desapercibida y de la que es difícil encontrar reseñas en la red. A mí me llamaba moderadamente la atención pero en aquella época estaba demasiado ocupada atiborrándome de shôjos de instituto y shonens de hostias como para echarle un ojo. Y, sinceramente, me alegro de haber dejado pasar todos estos años para darle por fin una tan merecida oportunidad a la obra... porque ahora soy yo la que tiene 27 años, igual que Sumire y no creo que hubiese sabido apreciar todas las connotaciones que tiene este manga cuando se publicó originalmente.
A sus 27 años, Sumire Iwaya trabaja como periodista en una gran empresa y sobrelleva el estrés laboral como puede. Después de varios fracasos amorosos propiciados por el complejo de inferioridad de sus parejas previas, se ha propuesto que su hombre ideal tiene que cumplir tres requisitos indispensables: ser más alto, cobrar más y tener más estudios que ella. Poco después de su último desengaño, se encuentra una caja gigante en medio de la calle con un chico joven que no tiene donde caerse muerto y decide llevárselo a casa a cambio de que se convierta en su mascota y, contra todo pronóstico, el chico acepta enseguida. Así es como Sumire recibe a Momo en su casa mientras continúa su búsqueda del futuro marido perfecto.
Antes de empezar a leer este josei, una tiene que aceptar y tragarse la premisa, aunque sea a regañadientes, de que una oficinista de éxito que vive sola estaría dispuesta a meter en su casa a un joven desconocido que se ha encontrado abandonado (¡dentro de una caja!) en medio de la calle como si tal cosa. Si pasamos por alto pues este despropósito, podemos intentar disfrutar de la lectura llena de matices que, contra todo pronóstico, ofrece en realidad Eres mi mascota. Al fin y al cabo, es necesario leer más allá del primer capítulo para conocer a Sumire y preguntarse si la adopción de Momo es tan estrafalaria como parecía en un primer momento.
Sumire tiene una reputación intachable, destaca tanto por su profesionalidad como por su belleza pero, precisamente por ello, le cuesta mucho establecer relaciones con sus compañeros: mientras que los hombres se sienten intimidados, las mujeres la envidian. Por si esto fuese poco, es brutalmente honesta, lo que tampoco le granjea muchos amigos entre sus compañeros de oficina. Desde un primer momento, Yayoi Ogawa expone una serie de problemáticas de cariz eminentemente social que le permiten criticar sin piedad una sociedad retrógrada en que las mujeres brillantes que quieren progresar en el mundo laboral no son, ni mucho menos, bienvenidas. Sumire tiene que aguantar con estoicismo todo tipo de comentarios y afrentas por ser buena en su trabajo. Al borde del burnout, Sumire descubre en Momo un tranquilizante inmejorable.
Sumire tiene una reputación intachable, destaca tanto por su profesionalidad como por su belleza pero, precisamente por ello, le cuesta mucho establecer relaciones con sus compañeros: mientras que los hombres se sienten intimidados, las mujeres la envidian. Por si esto fuese poco, es brutalmente honesta, lo que tampoco le granjea muchos amigos entre sus compañeros de oficina. Desde un primer momento, Yayoi Ogawa expone una serie de problemáticas de cariz eminentemente social que le permiten criticar sin piedad una sociedad retrógrada en que las mujeres brillantes que quieren progresar en el mundo laboral no son, ni mucho menos, bienvenidas. Sumire tiene que aguantar con estoicismo todo tipo de comentarios y afrentas por ser buena en su trabajo. Al borde del burnout, Sumire descubre en Momo un tranquilizante inmejorable.
Sin embargo, la autora le da una vuelta de tuerca más al ahondar en la vida sentimental de ambos, aunque se centra en Sumire. Ya en el segundo capítulo del manga aparece una figura clave para el manga, Hasumi, el primer amor de la protagonista, que se convertirá rápidamente en su pareja. Es aquí donde surge la trama principal de Eres mi mascota, consistente en los esfuerzos de Sumire por tener una relación romántica normal mientras le oculta a Hasumi la mera existencia de Momo.
Honestamente, se trata de una lectura que evoca muchísimos sentimientos y la mayoría son negativos: repulsa, asco, miedo y, sobre todo, consternación, son sólo algunos de ellos. Uno de los temas más escabrosos es la fijación de Sumire por complacer a Hasumi, ya que se obsesiona con llevar a cabo toda una serie de esfuerzos que, por otro lado, él nunca le ha exigido (ni insinuado que sean necesarios) con lo que termina exhausta después de cada cita con él. Para Sumire, ese sobreesfuerzo continuado en el tiempo es normal y se extiende a todos los ámbitos de su vida y su relación incluyendo el sexo. Aunque no es esta una obra con smut (no, lo siento si pensabais que los joseis son, por definición, picantes), sí se presentan múltiples situaciones en que Sumire se siente presionada a mantener relaciones con Hasumi simplemente porque "es lo que toca" y la resginación con la que se suele prestar a ello me parece aterradora.
Al final, los derroteros que toma la trama y cómo se resuelven ciertos entuertos es lo de menos en este manga (no sé si eso habla a favor o en contra de la historia en sí pero es como lo siento) ya que sobresale por la complejidad psicológica de sus personajes y por la capacidad de la mangaka de plasmar en el papel una situación sentimental totalmente imperfecta en la que Sumire se convence a sí misma continuamente de que está enamorada de Hasumi pero es a la vez incapaz de desengancharse de Momo, con el que tiene una relación afectiva irrompible sin ningún tipo de intercambio sexual. Consigue que la lectora se pregunte qué significa exactamente enamorarse o querer compartir la vida con alguien y pone en tela de juicio todos los convencionalismos respecto al amor romántico.
De hecho, tan entretenida está la autora dándole vueltas a la perdiz que, con tal de alargar la obra unos tomos más, va intercalando capítulos o sagas cortas autoconclusivas introduciendo elementos un tanto bizarros intrascendentes para la obra en su conjunto. Estos capítulos son algo anodinos y le restan algunos decimales a la nota global (esa que nunca pongo) del manga pero se le perdonan a Ogawa por su buen hacer en el resto de la historia. De la misma forma, añade desvíos que sí mantienen el nivel general de la obra, y que, de hecho, la enriquecen, referentes a la infancia de Sumire, sus hermanas y, sobre todo, su relación con su mejor amiga Yuri, personaje recurrente que le hace la contrapartida a la protagonista al corresponderse con el ama de casa japonesa ideal. Todos estos personajes femeninos, incluyendo diversas rivales en el amor, le permiten a la autora explorar el tema central de Eres mi mascota, las relaciones románticas adultas, desde muchos puntos de vista distintos.
Insisto mucho en el carácter maduro de la obra ya que plantea muchas cuestiones que se suelen dejar de lado en títulos destinados a un público adolescente como la lucha por tener una buena posición profesional, los problemas de tener un jefe tirano o subordinados indisciplinados, los rifirrafes laborales en general y otros asuntos de la vida privada como la convivencia, el matrimonio (y no, no me valen los alumnos de instituto que se casan al cumplir los 16 o 18 años), el adulterio, la vida en el extranjero y los problemas de salud mental que se desarrollan en ambientes altamente competitivos como la danza contemporánea.
Finalmente, no quería terminar esta reseña sin mencionar que Eres mi mascota es una historia eminentemente humorística con situaciones cómicas por doquier. La mayoría de temas que aborda la mangaka son de lo más dramáticos pero el tono se mantiene distendido en casi todos los tomos. Evidentemente, algo de culebrón hay pero creo que solo me hizo llevarme las manos a la cabeza un par de veces. Yayoi Ogawa juega un poco con el trazo cuando la narración lo requiere mutando su estilo para emular, por ejemplo, el shôjo clásico dando como resultado viñetas hilarantes.
En las portadas no es tan evidente pero el dibujo me ha recordado una barbaridad al estilo de Moyoco Anno. De hecho, este josei tiene ciertos ecos a Tokio Style (Hataraki Man), un seinen magnífico cuya publicación desgraciadamente se abandonó en que la protagonista también era una mujer adulta, periodista, con problemas románticos debidos a su adicción al trabajo (aunque Hiroko no se agenciaba un adolescente tardío de mascota). Desde aquí hago un llamamiento a todas las editoriales de manga para que sigan apostando por obras cuyas protagonistas sean mujeres adultas con las ideas claras.
Después de todas las decepciones que me he llevado últimamente y, salvando algún que otro detalle que me ha hecho rechinar los dientes, con lo que me cuesta encontrar un manga que me entusiasme, no podría estar más satisfecha con la lectura de Eres mi mascota. Si queréis graduaros de los clichés del shôjo y probar con una obra en que la protagonista no se comporte como una adolescente y tenga alguna aspiración en la vida a parte de que el chico que le gusta se fije en ella, os invito a llorar amargamente ya que Norma descatalogó esta obra hace un par de años y es harto difícil encontrarla a un precio razonable.
Después de todas las decepciones que me he llevado últimamente y, salvando algún que otro detalle que me ha hecho rechinar los dientes, con lo que me cuesta encontrar un manga que me entusiasme, no podría estar más satisfecha con la lectura de Eres mi mascota. Si queréis graduaros de los clichés del shôjo y probar con una obra en que la protagonista no se comporte como una adolescente y tenga alguna aspiración en la vida a parte de que el chico que le gusta se fije en ella, os invito a llorar amargamente ya que Norma descatalogó esta obra hace un par de años y es harto difícil encontrarla a un precio razonable.