Después de haberla tenido en la recámara durante meses y meses, hemos acabado sucumbiendo ante Fargo y nos hemos visto los diez capítulos de la primera temporada en una semana. Después de habernos torturado con Heroes durante meses (serie que hemos abandonado a mitad de la tercera temporada), Fargo ha sido como un bálsamo.
This is a true story. The events depicted took place in Minnesota in 2006. At the request of the survivors, the names have been changed. Out of the respect for the dead, the rest has been told exactly as it occurred.
La serie empieza con este mensaje inquietante. Teniendo en cuenta las coincidencias sobre las que se construye la serie y las verdaderas atrocidades que se suceden a cada capítulo, sería fácil olvidar este mensaje a los pocos capítulos y dejarse llevar por una serie trepidante. Pero no solo aparece en el primer capítulo sino que estas frases aparecen en pantalla en la introducción de cada uno de los diez episodios de esta temporada por lo que es imposible ignorar esta información mientras se te ponen los pelos de punta.
La acción nos lleva al pueblo de Bemidji, en Minnesota, en el que aparece el cadáver congelado de un hombre desnudo cerca de un accidente de coche. Mientras tanto, Lester Nygaard se enfrenta a sus antiguos demonios al encontrarse por la calle con un ex-compañero de clase, que le acosaba cuando iban al colegio. Debido al encontronazo, acaba en la sala de urgencias, donde conoce a un tipo de lo más extraño que habla de la vida y la muerte como si nada y que le hace una proposición de lo más peligrosa.
Puede que no viera una serie tan buena desde que terminé Breaking Bad. Los paralelismos entre una y otra son tan evidentes que no puedo evitar comentarlos. Ambas series comparten un equilibrio perfecto entre escenas de acción con cruentos asesinatos a sangre fría con conversaciones insustanciales y filosóficas sobre arañas que pueden poner el nido en el cuello de un hombre mientras está follando hasta hombres que, con tal de llegar a un altruismo utópico, se acaban suicidando. Pero, por supuesto, si algo tienen en común es la transformación malévola de sus protagonistas, gradual en el caso de Breaking Bad, radical en el de Fargo.
Para mí, una de las claves de esta primera temporada han sido los personajes, tan patosos, cobardes, egoístas, ingenuos, chismosos y presuntuosos que solo podría calificarlos de humanos. Como decía, hay un equilibrio en Fargo y ni puedo decir que me guste por ser una serie costumbrista en la que cada uno de los diálogos harto banales es oro puro ni tampoco por las brillantes estratagemas psicópatas que se suceden capítulo tras capítulo. Fargo me ha encantado precisamente porque ambas caras de la moneda se van alternando y es imposible aburrirse ni esperar qué va a ocurrir a continuación.
El mero hecho de que no se valga del recurso fácil, el cliffhanger al final de cada episodio, ya dice mucho a su favor. Los guionistas consiguen con una simple sonrisa o una expresión de absoluta desesperación que el espectador no pueda esperar a catar el siguiente capítulo.
Y en medio de tanta mezquindad e inutilidad, el personaje de Molly Solverson es como un rayo de sol. Una mujer policía, corpulenta y soltera es el personaje más capaz en su trabajo, audaz y valiente, perseverante y, por si todo esto fuese poco, amable y optimista. Con esto rompe con todos los estereotipos que puedan existir sobre el género femenino en la pequeña pantalla.
Aunque, por supuesto, la serie no se sostendría si no fuese por el misterioso Lorne Malvo, una persona marcadamente asocial, con rasgos casi autistas, cuya vida gira en torno a un solo leitmotiv: hacer todo el daño posible a todos los que se crucen en su camino, de forma totalmente indiscriminada.
Fargo es una serie dantesca, con reminiscencias a las películas de Tarantino, personajes verdaderamente maquiavélicos para los que el fin justifica los medios y un sinfín de escenas o tramas que, aparentemente, no llevan a ninguna parte pero que, al final, son la esencia de la serie.
Para mí, una de las claves de esta primera temporada han sido los personajes, tan patosos, cobardes, egoístas, ingenuos, chismosos y presuntuosos que solo podría calificarlos de humanos. Como decía, hay un equilibrio en Fargo y ni puedo decir que me guste por ser una serie costumbrista en la que cada uno de los diálogos harto banales es oro puro ni tampoco por las brillantes estratagemas psicópatas que se suceden capítulo tras capítulo. Fargo me ha encantado precisamente porque ambas caras de la moneda se van alternando y es imposible aburrirse ni esperar qué va a ocurrir a continuación.
El mero hecho de que no se valga del recurso fácil, el cliffhanger al final de cada episodio, ya dice mucho a su favor. Los guionistas consiguen con una simple sonrisa o una expresión de absoluta desesperación que el espectador no pueda esperar a catar el siguiente capítulo.
Y en medio de tanta mezquindad e inutilidad, el personaje de Molly Solverson es como un rayo de sol. Una mujer policía, corpulenta y soltera es el personaje más capaz en su trabajo, audaz y valiente, perseverante y, por si todo esto fuese poco, amable y optimista. Con esto rompe con todos los estereotipos que puedan existir sobre el género femenino en la pequeña pantalla.
Aunque, por supuesto, la serie no se sostendría si no fuese por el misterioso Lorne Malvo, una persona marcadamente asocial, con rasgos casi autistas, cuya vida gira en torno a un solo leitmotiv: hacer todo el daño posible a todos los que se crucen en su camino, de forma totalmente indiscriminada.
Fargo es una serie dantesca, con reminiscencias a las películas de Tarantino, personajes verdaderamente maquiavélicos para los que el fin justifica los medios y un sinfín de escenas o tramas que, aparentemente, no llevan a ninguna parte pero que, al final, son la esencia de la serie.
PD: Antes de terminar la reseña solo quería hacer un breve apunte para los que ya habéis visto la serie (o los que no pensáis verla claro). Evidentemente lo primero que hice al terminar el último episodio fue ir corriendo a buscar si era cierto o no que la serie estaba basada en hechos reales y, como sospechaba desde el primer capítulo, no, no lo está. Ese mensaje inicial aparece también en la película original de los hermanos Coen con lo es una especie de guiño a la original (que tampoco está basada en hechos reales aunque así lo haga constar).
A mí me gustó bastante. La segunda temporada también está bien, a ver qué te parece.
ResponderEliminarTeniendo en cuenta los precedentes, es muy posible que la reseña de la segunda aparezca pronto por aquí... no voy con muchas expectativas por aquello de segundas partes nunca fueron buenas pero parece que tiene buenas críticas también =)
Eliminar