He vivido el tema del japonismo de una forma algo curiosa. Mi primera toma de contacto fue con la exposición del CaixaForum en Barcelona (allá por septiembre). La segunda ha sido en esa misma exposición, solo que en Madrid. Tenía muchas ganas de ver el CaixaForum de Madrid porque el edificio es arquitectónicamente impresionante y, ya que estábamos allí y que Pata no había visto la exposición de marras, volví a verla. Por supuesto, no le presté demasiada atención porque ya la tenía vista de hacía apenas unos meses y ahora me arrepiento un poco de no haber estado más atenta. Como suele pasar con estas cosas, de nada sirve ir a un museo si tienes cero base de conocimiento sobre el tema ya que no puedes entender del todo lo que te están enseñando. Y es que mi tercera toma de contacto ha sido con la revista Eikyô (y mucho es lo que tengo que decir sobre esta revista así que lo dejo para la próxima entrada) que hace un resumen de la exposición en su último número y que he leído hoy mismo, ya en casa y sin posibilidad de volver a ver la exposición.
Y, a todo esto, ¿qué es el japonismo?
Pues, tal y como yo lo he entendido, el japonismo sería un movimiento muy amplio que recoge todas las manifestaciones artísticas no japonesas que han nacido de una influencia japonesa. Y, de rebote, tienen acogida en la exposición aquellas obras japonesas que, por uno u otro motivo, se encuentran en España, reflejando un interés nacional por la producción nipona desde hace décadas. Quizá podríamos meter aquí a la línea gaijin de EDT y demás cómics españoles de influencia manga ♪.
Así, la exposición recoge pinturas, esculturas, vestimenta e incluso mobiliario pertenecientes a este japonismo. Entre tantos cuadros preciosos me enamoré especialmente de Juegos orientales, de José Villegas y me fui contenta a casa tras ver una de las 36 vistas del monte Fuji de Hokusai donde aparece la famosísima gran ola de Kanagawa.
Además, había biombos, kimonos, katanas y armaduras repartidas por doquier. Aunque, una de las cosas más interesantes de la exposición son los libros, algunos muy antiguos que son un testimonio de los primeros contactos con la cultura japonesa allá por el siglo XVI. Fue divertido leer como un viajante de la época describía el japonés como un idioma incompleto (tanto por el sistema de silabarios como por la falta de algunas de nuestras consonantes).
También me sirvió para descubrir la existencia del estilo Namban, que tuvo su auge durante el siglo XVI y que nació a raíz de la intrusión de misioneros desde Europa, que intentaban cristianizar Japón. Hacia mediados del siglo XVII dio comienzo el sakoku (un concepto que también desconocía a pesar de que en Ooku se habla de ello, no me cuestioné la veracidad histórica de algo así) con el que Japón quedó total y completamente aislado del resto del mundo con lo que estas manifestaciones artísticas influenciadas por el estilo europeo, llegaron a su fin.
Aunque, si tuviera que escoger, uno de los detalles que más me llamó la atención es la presencia del tratado de papiroflexia que Miguel de Unamuno incluyó al final de su novela Amor y Pedagogía (no sé si recordáis que era una de mis lecturas obligatorias de bachillerato). La cuestión es que mi profesora de lengua de entonces nos explicó a qué se debía este apéndice tan poco convencional: Unamuno, siempre dispuesto a llamar la atención y llevar la contraria, se burló de todos los eruditos que aseguraban que un libro cuánto más largo mejor. Amor y Pedagogía apenas tiene 300 páginas (lo que para los estándares de la época se ve que era muy poco) así que Unamuno, ni corto ni perezoso (quizá esta expresión resulte algo irónica en este contexto), añadió un tratado sobre "cocotología" al final del libro ya que le gustaba el arte del origami, por mucho que no tuviera nada que ver con su nivola.
Pasando a la parte más reciente de la colección, me sorprendió encontrarme con obras de Picasso, Miró (la que se ve de fondo en el vídeo) y Toulouse-Lautrec. Aunque, al final, nada como el arte japonés original que parece que ningún gaijin puede imitar. A raíz de la Exposición Universal de 1888 en Barcelona parece que hubo muchos catalanes interesados en adquirir productos nipones y de ahí la riqueza de la exposición.
Como anécdota personal no puedo dejar de comentar que fui el martes a las seis de la tarde al museo del Prado, con la maleta, y el bolso, y el maletín del portátil (es decir, cargada como una mula) aprovechando que a esa hora la entrada era gratuita (no es como si hubiera podido ir antes teniendo en cuenta el horario del curso), que mi tren no salía hasta las ocho, que Atocha está a cinco minutos del museo en cuestión y que cuando fuimos Pata y yo el domingo por la tarde no tuve tiempo de ir a la tienda porque cerraba media hora antes que el resto del museo. ¿La tienda? Sí, es tradición que me compre como mínimo una postal en todos mis viajes y en este no había podido hacerme con ninguna así que no dudé a la hora de arrastrar mi casi cadavérico cuerpo con todas mis pesadas pertenencias hasta allí para conseguir mi trocito de papel decorado. Es evidente que hasta aquí nada tiene mucho sentido pero el quid de la cuestión es que en la tienda me encontré con una postal preciosa de un cuadro de Fortuny.
Un cuadro que no había visto. Así que me fui corriendo a buscarlo y tuve la suerte de que la sala dedicada a este pintor catalán estaba bastante cerca de la tienda. ¡Y cuál fue mi sorpresa cuando vi que el cuadro no estaba! Y no penséis que me sorprendí porque no estuviera, sino por su ubicación actual: el CaixaForum. Así que, básicamente, he visto la misma exposición dos veces en un par de meses y, de alguna forma, me las he arreglado para no reparar en una pintura preciosa. Y ni siquiera me compré su postal...
Hablando de tonterías mías también os podría contar cómo acabé comprándome tanto un libro sobre Yokai de la recién descubierta editorial Satori como el undécimo número de la revista Eikyô (ambos sellos con cierta experiencia a las espaldas y que he ido a descubrir en Madrid de casualidad aunque podría haberlos encontrado mucho antes en Barcelona... pero, como decía, lo dejo para la próxima entrada).
Por último, solo quiero deciros que a poco que busquéis por internet encontraréis fotos de gran parte de los cuadros expuestos, algunos vídeos y varias noticias al respecto por si queréis saber más del tema. Y, por supuesto, os recomiendo ir a ver la exposición de marras que estará abierta al público en el CaixaForum de Madrid hasta el próximo 16 de febrero.
Cuando fui al Caixa Forum de Bcn estaba la exposición, pero como íbamos con prisa y mis padres pasaban no llegue a ver la exposición. Eso sí, en la tienda de regalos lo pase muy mal conteniéndome para no comprar nada.
ResponderEliminarEl de Madrid es una pasada. Cuando fui me quede alucinada con el edificio *__*