Desde que leyese (o me paseara por sus viñetas, más bien) Fantasmas, no le he quitado el ojo a la editorial El verano del cohete. Es por eso que antes incluso de su publicación, ya conocía (y codiciaba) la obra que me ocupa hoy. De hecho, me parece una oportunidad perfecta para daros a conocer esta editorial alternativa, animaros a comprar sus obras, y agradecerles que me enviasen por correo hace ya año y medio (un agradecimiento tardío, lo sé) y de forma absolutamente gratuita el ex-libris de Fantasmas. Sé que lo hicieron, a su vez, porque se sentían agradecidos por mi reseña pero es la primera y única vez que una editorial me ha hecho un obsequio derivado de mi labor con el blog así que aún me genera satisfacción recordarlo.
Teresa y Matilde se disponen a afrontar otro largo y aburrido verano. Como todos los años, llevan a cabo un extraño ritual en el que piden un deseo como si acabasen de ver una estrella fugaz. Los días transcurren entre quejas y bromas, hablando de sus series favoritas, lamentándose por la excesiva disciplina de sus padres... Sin embargo, el anacrónico escenario, la aparente indolencia derivada de la falta de rasgos faciales y el aislamiento de las dos adolescentes que parecen ser las únicas habitantes de su pequeño universo, invitan al lector a ponerse en guardia por lo que pudiese pasar.
Es increíble que con apenas dos días de diferencia decidiese leer sendas compras que hice en el GRAF hace ya casi cinco meses. Increíble porque no escogí Gummy Girl y La Reina Orquídea como lecturas consecutivas de forma deliberada pero una vez terminada esta última mi mente no puede evitar trazar paralelismos entre ambas. La protagonista adolescente, el conflicto de la sexualidad, el tinte sobrenatural, de nuevo la metáfora de la madurez y el cambio; también se asemejan en el grafismo: particular, llamativo y personal en ambos casos, con estéticas casi diametralmente opuestas y con una escala cromática muy reducida como único nexo en común. Hasta el número de páginas es el mismo. Este tipo de coincidencias no hacen otra cosa que asombrarme.
La complicidad entre Teresa y Matilde es genuina. Se pasan el día discutiendo sobre nimiedades y aspectos superficiales pero, cuando una cuestión seria aflora en la conversación, rápidamente se cambia de tema o se intenta bromear sobre el asunto sin mucho acierto. Son dos chicas que tienen un mundo interior cada vez más complejo pero que ni saben materializar en palabras ni quieren compartir en su despiadada inmadurez.
El autor no nos cuenta absolutamente nada de forma directa. Tenemos que inferir de los silencios, las pausas, y de las aparentemente triviales divagaciones de ambas protagonistas, el mensaje real de La Reina Orquídea. Siendo honesta, creo que va más allá de lo que yo he sido capaz de percibir pero confío en futuras relecturas para poder interpretar mejor ese inopinado final.
Complementan la lectura un par de libritos de ilustraciones: Teresa y Panorama esperanzador. A pesar de que las nuevas imágenes aluden a La Reina Orquídea, el nulo diálogo y la simplicidad de las mismas dificultan todavía más extraer alguna clase de sentido... Aunque se hace todavía más patente ese anacronismo que comentaba antes manteniendo escenarios clásicos del cómic madre (por llamarlo de alguna forma) pero introduciendo elementos contemporáneos como colegialas en uniforme. Aunque más que eso, se adentra definitivamente en el terreno sobrenatural, ya no tanto con la trama sino puramente con las ilustraciones, más que viñetas, que muestran híbridos deformes y alguna que otra ley de la física puesta en entredicho.
El contraste continuo entre contenido y continente, femenino y masculino, obediencia y rebelión, confinamiento y libertad, posesiones y vacío, anhelo, resignación y desidia, hacen que el conjunto sea extraño como pocos pero delicioso a la vez. No le quito el ojo a futuras creaciones de Borja González (y, probablemente, vosotros tampoco deberíais).
El autor no nos cuenta absolutamente nada de forma directa. Tenemos que inferir de los silencios, las pausas, y de las aparentemente triviales divagaciones de ambas protagonistas, el mensaje real de La Reina Orquídea. Siendo honesta, creo que va más allá de lo que yo he sido capaz de percibir pero confío en futuras relecturas para poder interpretar mejor ese inopinado final.
Complementan la lectura un par de libritos de ilustraciones: Teresa y Panorama esperanzador. A pesar de que las nuevas imágenes aluden a La Reina Orquídea, el nulo diálogo y la simplicidad de las mismas dificultan todavía más extraer alguna clase de sentido... Aunque se hace todavía más patente ese anacronismo que comentaba antes manteniendo escenarios clásicos del cómic madre (por llamarlo de alguna forma) pero introduciendo elementos contemporáneos como colegialas en uniforme. Aunque más que eso, se adentra definitivamente en el terreno sobrenatural, ya no tanto con la trama sino puramente con las ilustraciones, más que viñetas, que muestran híbridos deformes y alguna que otra ley de la física puesta en entredicho.
El contraste continuo entre contenido y continente, femenino y masculino, obediencia y rebelión, confinamiento y libertad, posesiones y vacío, anhelo, resignación y desidia, hacen que el conjunto sea extraño como pocos pero delicioso a la vez. No le quito el ojo a futuras creaciones de Borja González (y, probablemente, vosotros tampoco deberíais).
hmmmm parece interesante, el estilo de dibujo me parece bastante llamativo... pero no estoy convencido del todo xD
ResponderEliminareso sí, si lo encuentro en la biblioteca le echaré un ojo seguro, aunque creo que siendo una editorial más pequeña está complicado :(
La verdad es que el dibujo es tan estilizado, peculiar y bonito que La Reina Orquídea podría no tener ningún argumento y lo compraría igual a modo de libro de ilustraciones ♥
EliminarLa verdad es que no tiene mucha pinta de ser material de biblioteca pero ya te lo dejaré si no te he convencido para comprártelo!
te tomo la palabra! ò_ó
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