Aunque tenía demasiado recientes los spoilers de las aclas del primer tomo de Paradise Kiss (donde básicamente destripan media trama de Historia de un vecindario, tras haber destripado la otra mitad a lo largo de la propia secuela), tenía también muchas ganas de seguir leyendo las aventuras de Mikako y compañía, aunque fuese retrospectivamente así que no me pude resistir a elegir este manga como siguiente lectura.
A ratos, tras quedar maravillada con un capítulo más de esta obra, me abstraía preguntándome por qué es tan sobresaliente un shôjo de instituto, con sus polímeros amorosos, su protagonista testaruda, su interés amoroso buenazo, los celos, la incapacidad para reconocer que se está enamorado... ¿Qué diferencia Historia de un vecindario de otros shôjos de instituto del montón (si me perdonáis la expresión)? Ai Yazawa es sublime tanto en la presentación como desarrollo como diseño de los personajes. De una a otra obra no deja de alternar entre protagonistas patológicamente responsables, otras que son más buenas que el pan, las inocentes, las caprichosas, las emocionales, las inestables, las gélidas, las espontáneas, las impetuosas... Todas tienen virtudes y defectos y a todas se las termina aceptando tal y como son en una espléndida gala de la diversidad humana.
Mikako es testaruda y decidida pero también tiene una faceta vulnerable, que se esfuerza en ocultar, reticente a llorar en público, a ser sincera consigo misma y con los demás, a confesar sus sentimientos. No tiene mucho éxito entre los chicos por su carácter fuerte y sus arrebatos de ira. Lo que más me gusta de ella es que es una persona muy introspectiva, consciente de sus carencias, que lucha por cambiar, ya no por agradar a su pareja sino porque cree que tanto sus amigos como su madre se merecen que les demuestre su cariño más a menudo.
Pero, como en todas sus obras, por mucho que Ai Yazawa escoja uno de sus múltiples personajes como protagonista de su última obra, dedica casi tanto espacio a desarrollar las relaciones de los secundarios. En este caso, de Yuusuke y Mariko, de Risa y Takeshi (aunque en este caso sea más anecdótico que otra cosa) y de los padres de Mikako. Esto le permite dos cosas: la primera, desarrollar todo tipo de relaciones; ¿la segunda? desarrollar todo tipo de personajes. Encontraréis amores a primera vista, amores de largo recorrido, relaciones que se fundamentan en la atracción sexual más que en la afinidad, relaciones a distancia, primeros amores... De la misma manera, encontraréis chicas muy maduras para su edad, chicas muy infantiles para su edad, chicos pasotas, chicos macarras, y, mi favorita, la personificación de la superficialidad y la promiscuidad femeninas que se reúnen en el personaje de Mariko.
Mariko es, desde el principio, un personaje insoportable. Para los chicos, es un pibón al que conquistar. Para las chicas, es una mujerzuela roba-hombres sin ninguna aspiración. Es muy fácil dejarse llevar por la superioridad moral de la que se considera mujer de bien, como si serlo concediera el derecho automático de poder criticar y prejuzgar a las que no lo son. Es un tipo de personaje que la mayoría de los autores evitan en sus obras o, en el caso de que lo incluyan, será siempre como la mala que se quiere ligar al protagonista, o como un personaje de relleno, al que mirar despectivamente. Pero parece ser que se requiere mucha valentía para meterse en la cabeza de una gal, o de una choni, o de cualquier tipo de persona cuya conducta nos parezca moralmente reprochable sólo porque no se ajusta a nuestro estilo de vida. Sin miedo, Ai Yazawa intenta, y consigue, comprender por qué se comporta cómo lo hace además de evidenciar que no hay ningún argumento sólido para entender como inherentemente negativa su personalidad. Mariko es una chica normal, muy sincera, que da muchísima importancia a las apariencias (como tantas otras personas), dependiente, que no es capaz de liarse con un tío sin vincularse emocionalmente con él, que no es capaz de estar sola, que siempre está sufriendo, que está atrapada en una carrera que no le llena, y que responde siempre con malas maneras cuando se ve amenazada.
Como ya me pasó en Paradise Kiss, me he reído mucho con el diálogo personaje-lector, haciendo meta-referencias constantes a asuntos ajenos a la trama aludiendo directamente a la serialización en una revista de la historia. Personajes quejándose de que no les sacan suficiente, haciendo bromas sobre quién es el protagonista real, el drama de darse cuenta de que ya es el último capítulo y la autora haciendo cameos hilarantes.
Se ríe mucho también de los roles de género. Por un lado, atribuye a las chicas todos los estereotipos femeninos, tanto positivos (responsabilidad, inteligencia emocional) como negativos (tendencia a llorar por todo, dependencia de una figura masculina) pero luego se planta con Mikako y Ruriko, dos mujeres que viven solas desde hace años, independientes, sin complejos, trabajadores y con un carácter firme y duro. En este sentido pone la guinda al pastel cuando Ruriko contrata a Kisaragi como chico para todo, utilizando un guaperas de manual para cocinar y limpiar, tareas que las mujeres de la casa prefieren ahorrarse.
Pero, como en todas sus obras, por mucho que Ai Yazawa escoja uno de sus múltiples personajes como protagonista de su última obra, dedica casi tanto espacio a desarrollar las relaciones de los secundarios. En este caso, de Yuusuke y Mariko, de Risa y Takeshi (aunque en este caso sea más anecdótico que otra cosa) y de los padres de Mikako. Esto le permite dos cosas: la primera, desarrollar todo tipo de relaciones; ¿la segunda? desarrollar todo tipo de personajes. Encontraréis amores a primera vista, amores de largo recorrido, relaciones que se fundamentan en la atracción sexual más que en la afinidad, relaciones a distancia, primeros amores... De la misma manera, encontraréis chicas muy maduras para su edad, chicas muy infantiles para su edad, chicos pasotas, chicos macarras, y, mi favorita, la personificación de la superficialidad y la promiscuidad femeninas que se reúnen en el personaje de Mariko.
Mariko es, desde el principio, un personaje insoportable. Para los chicos, es un pibón al que conquistar. Para las chicas, es una mujerzuela roba-hombres sin ninguna aspiración. Es muy fácil dejarse llevar por la superioridad moral de la que se considera mujer de bien, como si serlo concediera el derecho automático de poder criticar y prejuzgar a las que no lo son. Es un tipo de personaje que la mayoría de los autores evitan en sus obras o, en el caso de que lo incluyan, será siempre como la mala que se quiere ligar al protagonista, o como un personaje de relleno, al que mirar despectivamente. Pero parece ser que se requiere mucha valentía para meterse en la cabeza de una gal, o de una choni, o de cualquier tipo de persona cuya conducta nos parezca moralmente reprochable sólo porque no se ajusta a nuestro estilo de vida. Sin miedo, Ai Yazawa intenta, y consigue, comprender por qué se comporta cómo lo hace además de evidenciar que no hay ningún argumento sólido para entender como inherentemente negativa su personalidad. Mariko es una chica normal, muy sincera, que da muchísima importancia a las apariencias (como tantas otras personas), dependiente, que no es capaz de liarse con un tío sin vincularse emocionalmente con él, que no es capaz de estar sola, que siempre está sufriendo, que está atrapada en una carrera que no le llena, y que responde siempre con malas maneras cuando se ve amenazada.
Como ya me pasó en Paradise Kiss, me he reído mucho con el diálogo personaje-lector, haciendo meta-referencias constantes a asuntos ajenos a la trama aludiendo directamente a la serialización en una revista de la historia. Personajes quejándose de que no les sacan suficiente, haciendo bromas sobre quién es el protagonista real, el drama de darse cuenta de que ya es el último capítulo y la autora haciendo cameos hilarantes.
Se ríe mucho también de los roles de género. Por un lado, atribuye a las chicas todos los estereotipos femeninos, tanto positivos (responsabilidad, inteligencia emocional) como negativos (tendencia a llorar por todo, dependencia de una figura masculina) pero luego se planta con Mikako y Ruriko, dos mujeres que viven solas desde hace años, independientes, sin complejos, trabajadores y con un carácter firme y duro. En este sentido pone la guinda al pastel cuando Ruriko contrata a Kisaragi como chico para todo, utilizando un guaperas de manual para cocinar y limpiar, tareas que las mujeres de la casa prefieren ahorrarse.
Ai Yazawa no se deja ni una esfera por tocar, abarcando todos los aspectos relevantes de la vida, incluidas la familia y las amistades, en una sola obra que, en ningún momento se hace larga o pesada. De todas formas, la relación amorosa entre Mikako y Tsutomu se posiciona casi siempre en un segundo plano, no hacen grandes avances en su relación y el tema central de toda la obra es la pasión de Mikako por la costura, dando una tremenda relevancia al crecimiento personal ya no mediado por las relaciones interpersonales sino por las aspiraciones y sueños y el sacrificio que uno está dispuesto a realizar con tal de alcanzar sus objetivos. En todo momento queda muy claro que por mucho que quiera a Tsutomu, para ella lo más importante es su sueño y está dispuesta a darlo todo por él. De la misma manera, la autora también ahonda en las aspiraciones del resto de personajes que pocas veces se muestran ociosos: Ruriko, la madre de Mikako, es manga-ka y se pasa noches enteras en vela para llegar a tiempo al plazo de entrega; Mariko, normalmente holgazana, tiene la valentía de abandonar los estudios para dedicarse a aquello que le llena; Yuusuke, que suele ser un pasota y parece que todo le dé igual, decide volcarse en su talento artístico... y así con todos.
Es curioso como no dejo de identificar referencias veladas a Nana por todas partes, siendo Risa y Takeshi casi prototipos de Nana y Ren, tanto en el físico como en la personalidad, sobre todo teniendo en cuenta que Historia de un Vecindario comenzó su andadura editorial cinco años antes que Nana... De la misma manera, el cuarteto protagonista de No soy un ángel va haciendo apariciones estelares, muy bien encontradas, en varios capítulos de la historia. Ni que decir tiene que la similitud entre Tsutomu (protagonista masculino de Historia de un Vecindario) y Ken (segundón eterno de No soy un ángel que se queda más sólo que la una tras el rechazo de Saejima) es sencillamente magistral.
Ya que hablo de referencias ingeniosas, casi me emocionó que Tsutomu y Mikako alabaran El juguete de los niños, siendo este un shôjo que tanto me marcó cuando apenas comenzaba en el mundo del manga.
Antes de terminar me gustaría ensalzar la edición de Planeta, que licenció la edición Kanzenban, en cuatro gruesos tomos de más de 300 páginas, con bastantes páginas a color. Como Ai Yazawa llena todas sus viñetas de personajes, bocadillos y pequeñas anotaciones en los márgenes cuyo minúsculo tamaño no refleja su importancia (¡no te puedes saltar la lectura de ni uno de ellos!), la lectura de estos tomos se hace eterna (en el buen sentido de la palabra). Y ya sabéis, ningún personaje de relleno está puesto al azar.
Creo que la longitud de esta reseña habla por sí sola. Historia de un vecindario es una obra magnífica, densa, completa, divertida, polifacética, profunda, motivadora, coherente, trabajada, peculiar, diferente... Me tengo que frenar a mí misma para no seguir escribiendo porque la autora ha querido aprovechar cada rincón de cada viñeta para añadir detalles que la enriquecen y, de la misma manera, yo podría dedicar un nuevo párrafo a cada aspecto que aborda la autora, como el bullying, el divorcio, o los trastornos psicosomáticos. Pero estos aspectos los guardo para que los descubráis vosotros mismos con la lectura de esta historia de un vecindario.
Es curioso como no dejo de identificar referencias veladas a Nana por todas partes, siendo Risa y Takeshi casi prototipos de Nana y Ren, tanto en el físico como en la personalidad, sobre todo teniendo en cuenta que Historia de un Vecindario comenzó su andadura editorial cinco años antes que Nana... De la misma manera, el cuarteto protagonista de No soy un ángel va haciendo apariciones estelares, muy bien encontradas, en varios capítulos de la historia. Ni que decir tiene que la similitud entre Tsutomu (protagonista masculino de Historia de un Vecindario) y Ken (segundón eterno de No soy un ángel que se queda más sólo que la una tras el rechazo de Saejima) es sencillamente magistral.
Ya que hablo de referencias ingeniosas, casi me emocionó que Tsutomu y Mikako alabaran El juguete de los niños, siendo este un shôjo que tanto me marcó cuando apenas comenzaba en el mundo del manga.
Antes de terminar me gustaría ensalzar la edición de Planeta, que licenció la edición Kanzenban, en cuatro gruesos tomos de más de 300 páginas, con bastantes páginas a color. Como Ai Yazawa llena todas sus viñetas de personajes, bocadillos y pequeñas anotaciones en los márgenes cuyo minúsculo tamaño no refleja su importancia (¡no te puedes saltar la lectura de ni uno de ellos!), la lectura de estos tomos se hace eterna (en el buen sentido de la palabra). Y ya sabéis, ningún personaje de relleno está puesto al azar.
Creo que la longitud de esta reseña habla por sí sola. Historia de un vecindario es una obra magnífica, densa, completa, divertida, polifacética, profunda, motivadora, coherente, trabajada, peculiar, diferente... Me tengo que frenar a mí misma para no seguir escribiendo porque la autora ha querido aprovechar cada rincón de cada viñeta para añadir detalles que la enriquecen y, de la misma manera, yo podría dedicar un nuevo párrafo a cada aspecto que aborda la autora, como el bullying, el divorcio, o los trastornos psicosomáticos. Pero estos aspectos los guardo para que los descubráis vosotros mismos con la lectura de esta historia de un vecindario.
¡¡Me has dado muchísimas ganas de releer Historia de un Vecindario!! Con este reseñón, ¿a quién no? Sólo me he dado cuenta de la extensa longitud del texto cuando lo mencionas al final y me he obligado a comprobarla.
ResponderEliminarSi me hubiera fijado en que no te habías leído ni Historia de un Vecindario ni Parakiss, no te habría recomendado Parakiss sin advertirte. Lo siento. >_< Ver Parakiss en la lista me hacía sangrar los ojos. Historia de un Vecindario pasaba desapercibida a su lado. >_< (Y mira que la primera lectura de Parakiss me dejó algo fría.)
Aunque Parakiss la considero una obra más redonda, Historia de un Vecindario la siento más próxima; es más fácil identificar-se con los personajes y las situaciones.
¡Se te ha olvidado mencionar el nombre del insti y las apariciones estelares de la autora! Me encantan estos detalles, hacen mucho más personal una obra y me encanta ese ego que se atreve a demostrar. (Me parece una enormísima alternativa al marysueismo.)
Yo con Ai Yazawa voy siempre para atrás. Primero leí Nana, luego ParaKiss, ahora Historia de un vecindario... Y me espera una relectura-lectura de No soy un ángel, que empecé hace unos meses pero no fui capaz de llegar al final...! Me da la sensación de que no reluce tanto como sus obras posteriores.
EliminarFíjate que hace años, en el foro de PSS, estoy segura de haber preguntado cuál me leía primero y se armó algo de revuelo porque estaba la cosa reñida. En gran parte porque se publicó mucho antes la secuela que la "original" y la mayoría las habían leído en el mismo orden que he hecho yo. ¡Aunque no tan seguidas claro!
Ciertamente no menciono el guiño del nombre del instituto (ni en esta reseña ni en la de ParaKiss) pero lo de que la autora va haciendo cameos sí que lo había comentado! Todo lo que tenga que ver con meta-referencias me fascina ♥ (hay incluso un augurio entre irónico y macabro cuando la madre de Mikako enferma y se lamenta exageradamente de que deberá pausar la publicación de su manga debido a enfermedad de la autora, que es justa y exactamente lo que ha pasado años después con Nana...)
Tengo pendiente desde hace años ponerme con Nana, y me has dado ganas de leer esta serie también. Me parece muy interesante que haya tantos personajes y tan variados.
ResponderEliminarCuidado con qué estado anímico te aproximas a Nana. Me parece un manga magnífico que le recomiendo a todo el mundo pero no tiene nada que ver con la alegría y optimismo que destila Historia de un Vecindario en todos sus capítulos.
EliminarEn cualquier caso, Nana es una tortura por la que todo aficionado debería pasar, quizá me fustigue un poco yo también volviendo a sus páginas, que hace ya años que la leí (hasta su inconclusividad permanente).
Mi opinión es parecida a la de FlorsEnversa, aunque ParaKiss me parece más redonda, Historia de un vecindario es con la que más disfruté de Yazawa! Y eso que la empecé a maquetar en Sweet Project antes de que Planeta la licenciara, y que dolores de cabeza me daba tanto texto, pero disfrutaba tanto de la historia que lo hacia con mucho gusto.
ResponderEliminarMikako y Tsutomu son mis protas favoritos de toda la carrera de Yazawa, me encantan, son amor total ♥
Un inciso, la edición de Planeta es la Kanzenban, la Bunko salió unos años después en Japón y las portadas son con ilustraciones antiguas.
Madre mía, no había caído en que maquetar una obra así tiene que ser un infierno =')
EliminarAnda, ya me parecía raro que fuese la Bunko (lo deduje porque en mangaupdates ponía que la edición de 4 tomos era la bunkoban pero no sabía que había tres ediciones distintas!), ara lo edito, ¡gracias por el apunte! =)
¡Por cierto! A esa conclusión de que Nana y Ren están inspirados en Lisa y Takeshi también llegué yo en 2008 XD http://miyaland.blogspot.com.es/2008/05/nana-y-ren-en-gokinjo-monogatari.html
EliminarPues si las dos pensamos lo mismo, ¡será verdad! No me creo que nadie se lo haya preguntando nunca antes a Ai Yazawa en una entrevista... ¡¡es que es muy evidente!!
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