Después de lo que me embelesó Io Sakisaka con Strobe Edge, que es uno de los shôjos más ñoñamente disfrutables que he leído nunca, le iba tocando el turno ya a Ao Haru Ride o, como se conoce por esa gran abreviación, Aoha Ride.
Futaba Yoshioka siempre ha odiado a los chicos. Bueno, a todos menos uno, Kou Tanaka, que no es tan alto, ni tiene una voz tan escandalosa ni actúa de un modo tan infantil como todos los demás chicos de la clase. Y parece que Tanaka se ha fijado en ella también... solo que un malentendido lleva a otro y, al volver de las vacaciones de verano, Futaba descubre que han transferido de instituto a Tanaka por lo que pierde su oportunidad para confesarle sus sentimientos. El instituto se acaba convirtiendo en un periodo de lo más amargo por lo que, al comenzar primero de preparatoria, Futaba ha cambiado radicalmente su forma de actuar a fin de no ser marginada y es justo entonces cuando se topara con un chico que le recuerda mucho a Tanaka, aunque es demasiado alto para ser él y tiene un apellido distinto.
Con un principio tan espectacularmente manido como este da comienzo Aoha Ride que, según la autora, vendría a significar "mi primavera azul" haciendo referencia a la juventud (?). A pesar de que, en ciertos aspectos, Io Sakisaka se mantiene fiel a su esencia, este manga se distancia mucho de su opera prima Strobe Edge. Por un lado, todos los personajes son absolutamente adorables y personas estupendas; por el otro, se aleja bastante de la dulzura e inocencia que caracterizaba a Ninako.
Futaba resulta superficial y tosca, sucumbiendo a la presión social, haciéndose amiga de cualquiera con tal de no estar sola y colaborando pasivamente en el acoso y derribo de otra compañera de clase por miedo a las represalias. Hasta aquí no pude evitar pensar más de lo que me hubiese gustado en Ookami Shoujo to Kuro Ouji (por suerte, el paralelismo se circunscribe tan solo al punto de partida). Kou es el típico personaje misterioso cuyo humor fluctúa con el viento, a ratos se muestra amable (con reservas), a ratos es el más borde y cruel del lugar. Aunque se esfuerza por ir por la vida como si nada le importase un comino, es evidente que sí se preocupa por los demás y que Futaba no le resulta precisamente indiferente.
Y si los protagonistas se amoldan tan bien a sus respectivos clichés, los principales secundarios no se quedan atrás: Yuuri Makita es la típica chica dulce y tímida, que a pesar de que aparente fragilidad, oculta una personalidad fuerte que le permite seguir adelante fiel a sus convicciones; Shuuko Murao es la otra cara de la moneda, de lo más seria y formal, algo antisocial y aparentemente madura para su edad; cierra el grupo Aya Kominato, un chico de lo más extrovertido y entusiasta que no tiene problema en evidenciar a menudo y en público el amor que siente por la siempre borde y distante Murao.
Futaba no deja de aferrarse al pasado, al Tanaka que le enamoró a los 13 años, en lugar de centrarse en el Kou de 16 que le resulta demasiado antipático y ambivalente. Y, en general, estos primeros tomos se centran mucho en esa lucha interna del todo justificada por la desaparición imprevista y por el cambio radical efectuado en tan poco tiempo. La autora no se hace de rogar (es una de las cosas que me gustan de la narrativa de Io Sakisaka) y enseguida nos explica (a principios del cuarto tomo) por qué se marchó Kou y por qué se le agrió el carácter de esa manera.
En este sentido, me fascina el egoísmo fulgurante de Futaba que, independientemente de la realidad o los sentimientos de las personas que le importan, solo hace que preocuparse por cuánto sabe ella, cuánto descubre, cuánto se le confía, cómo de cerca está de Kou.
No podían faltar las clásicas subtramas de los amigos de los protagonistas, que están todos enamorados con todos en un poliedro amoroso sinfín en el que nadie será nunca correspondido hasta que se termine el manga y todo el mundo pueda acabar con su poco creíble final conveniente y feliz. No tengo especial simpatía por ninguno de los secundarios y, en eso, creo que Aoha Ride queda por debajo de su antecesora en la que Io Sakisaka supo hacer interesantes e incluso impredecibles a sus personajes secundarios, que resultaban siempre agradables de leer en lugar de generar la clásica reacción de me-dan-igual-los-secundarios-solo-quiero-que-los-protagonistas-se-emparejen-de-una-vez.
A pesar de todo me gusta que se dé tanta importancia, de momento, a la amistad que es un tema que siempre he pensado que le hace ganar enteros a todos los shôjos que van más allá del puro romance de instituto. Sigue fallando en la absoluta ausencia de progenitores pero este es un hándicap al que me acostumbré hace ya mucho así que no me pesa tanto como podría.
Termina el cuarto tomo en un punto de inflexión de la historia en el que fácilmente podría haberse precipitado el desenlace. Pero, por supuesto, la autora corre rauda a añadir un segundo personaje masculino, inevitablemente rubio, que restaure un triángulo amoroso que acababa de romperse. Kikuchi encaja a la perfección en el papel de chico majo (y, no lo olvidemos, rubio) que todos sabemos desde que aparece que no se va a comer ni un rosco, si eso lo emparejarán con una de las amigas de Futaba y no es muy difícil adivinar con cual de las dos. Pero sigue sin importarnos la previsibilidad de la trama y la simplicidad de los personajes porque, al fin y al cabo, Futaba y Kikuchi se conocen cuando ella le toca el pene en la biblioteca y eso sí que no nos lo esperábamos.
Ao Haru Ride no tiene absolutamente nada de especial y aún así es una lectura fluida, agradable y entretenida que hará las delicias de los fans del shôjo con escenas inocentes pero divertidas que sin duda enriquecen el catálogo de Ivrea.
Portadas aburridas pero bonitas |
Con un principio tan espectacularmente manido como este da comienzo Aoha Ride que, según la autora, vendría a significar "mi primavera azul" haciendo referencia a la juventud (?). A pesar de que, en ciertos aspectos, Io Sakisaka se mantiene fiel a su esencia, este manga se distancia mucho de su opera prima Strobe Edge. Por un lado, todos los personajes son absolutamente adorables y personas estupendas; por el otro, se aleja bastante de la dulzura e inocencia que caracterizaba a Ninako.
Estoy segura de que, desde vuestras pantallas, podéis sentir el arrepentimiento infinito de Futaba |
Y si los protagonistas se amoldan tan bien a sus respectivos clichés, los principales secundarios no se quedan atrás: Yuuri Makita es la típica chica dulce y tímida, que a pesar de que aparente fragilidad, oculta una personalidad fuerte que le permite seguir adelante fiel a sus convicciones; Shuuko Murao es la otra cara de la moneda, de lo más seria y formal, algo antisocial y aparentemente madura para su edad; cierra el grupo Aya Kominato, un chico de lo más extrovertido y entusiasta que no tiene problema en evidenciar a menudo y en público el amor que siente por la siempre borde y distante Murao.
Futaba no deja de aferrarse al pasado, al Tanaka que le enamoró a los 13 años, en lugar de centrarse en el Kou de 16 que le resulta demasiado antipático y ambivalente. Y, en general, estos primeros tomos se centran mucho en esa lucha interna del todo justificada por la desaparición imprevista y por el cambio radical efectuado en tan poco tiempo. La autora no se hace de rogar (es una de las cosas que me gustan de la narrativa de Io Sakisaka) y enseguida nos explica (a principios del cuarto tomo) por qué se marchó Kou y por qué se le agrió el carácter de esa manera.
En este sentido, me fascina el egoísmo fulgurante de Futaba que, independientemente de la realidad o los sentimientos de las personas que le importan, solo hace que preocuparse por cuánto sabe ella, cuánto descubre, cuánto se le confía, cómo de cerca está de Kou.
No podían faltar las clásicas subtramas de los amigos de los protagonistas, que están todos enamorados con todos en un poliedro amoroso sinfín en el que nadie será nunca correspondido hasta que se termine el manga y todo el mundo pueda acabar con su poco creíble final conveniente y feliz. No tengo especial simpatía por ninguno de los secundarios y, en eso, creo que Aoha Ride queda por debajo de su antecesora en la que Io Sakisaka supo hacer interesantes e incluso impredecibles a sus personajes secundarios, que resultaban siempre agradables de leer en lugar de generar la clásica reacción de me-dan-igual-los-secundarios-solo-quiero-que-los-protagonistas-se-emparejen-de-una-vez.
A pesar de todo me gusta que se dé tanta importancia, de momento, a la amistad que es un tema que siempre he pensado que le hace ganar enteros a todos los shôjos que van más allá del puro romance de instituto. Sigue fallando en la absoluta ausencia de progenitores pero este es un hándicap al que me acostumbré hace ya mucho así que no me pesa tanto como podría.
Esta escena en realidad es del tomo #5 pero es que en el #4 todavía no le pillaba ningún buen plano |
Ao Haru Ride no tiene absolutamente nada de especial y aún así es una lectura fluida, agradable y entretenida que hará las delicias de los fans del shôjo con escenas inocentes pero divertidas que sin duda enriquecen el catálogo de Ivrea.
Como dices no tiene nada de "especial" en historia pero sí en la manera en la que Io Sakisaka la narra y nos muestra a los protas. Quedé encantada con Strobe Edge que me pareció una monada y este va por el mismo camino jaja
ResponderEliminarUn saludo ^^
Pues mi opinión es más de lo mismo a lo que tú has dicho y los comentarios. En el shojo es difícil dar con argumentos originales a menos que ya vayamos a series con un toque de fantasía, que permiten más variedad. En la rama más costumbrista, Io Sakisaka es de las mejores para contar historias que son más de lo mismo pero con mucho sentimiento =)
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