El nombre de Usamaru Furuya llevaba en mi subconsciente desde que EDT publicara Hikari Club hace unos años. Por alguna asociación de ideas estaba convencida de que habían publicado algo más suyo pero supongo que lo confundí con "otros autores raros de los que EDT publicó muchas cosas de golpe antes de quebrar" estilo Shintaro Kago. En su momento preferí no acercarme a Hikari Club por algunas reseñas (positivas) que leí que decían que era una obra muy macabra y explícita. Es por todo esto que cuando Milky Way se hizo con la licencia de Jisatsu Circle supe que acabaría comprándome el tomo.
Kyôko y Saya han sido amigas desde siempre. Hasta que Saya conoció a Mitsuko y acabó tomando parte en un suicidio en masa tirándose a las vías del tren. Y aquí podría haber acabado una bonita amistad solo que Saya no murió, convirtiéndose en la única superviviente. Es así como, a la par que Kyôko intenta devolverla al mundo de los vivos, Saya no deja de lamentarse por no haber muerto y se convierte poco a poco en objeto de devoción y admiración de sus perturbadas compañeras de instituto...
Diría que El club del suicidio no ha sido la lectura que esperaba pero, en realidad, no esperaba nada ya que fue una compra de lo más impulsiva. La estructura es muy sencilla: Saya sobrevive al suicidio, Kyoko rememora su difícil infancia con muchos temas escabrosos y, de un día para otro, Saya pasa de ser el foco de todos los rumores y agravios del instituto a ser la princesa de todas sus compañeras inseguras, deprimidas, perturbadas y acosadas.
El suicidio es un tema que siempre me ha atraído mucho y, precisamente por eso, no estoy satisfecha con la representación que se da del mismo en esta historia. Se habla de las autolesiones como demostración de sufrimiento interno, como cicatriz que lucir orgullosa pero, en realidad, este grito de atención (que, por supuesto, puede ocurrir y ocurre) no encaja con la consumación del suicidio. Porque los suicidas no tienden a enseñar sus marcas sino, todo lo contrario, a esconderlas con vergüenza. Por supuesto que Japón es uno de los países con una tasa de suicidio más elevada a nivel mundial (lo que podría indicar que allí se producen dinámicas que no se ven en otros países) pero los diversos estudios que se llevan haciendo desde hace décadas constatan que el número de suicidios masculinos dobla el de los femeninos, en línea con lo que sucede en el resto del mundo. Así que me permito la libertad de extrapolar y sostener que la representación del suicidio que se da en este cómic no es realista.
¡Claro que no es realista! Es una historia de terror, basada en una película de terror, creada por un mangaka con una clara predilección por el terror. Que es un género que a mí ni siquiera me gusta, todo sea dicho de paso. Debido a esos matices sobrenaturales que tiene la trama, el ambiente lúgubre y psicodélico que caracteriza a ese círculo infernal, el club del suicidio, queda justificado. Es simplemente que creo que la obra sería mucho más enriquecedora si hubiese virado hacia otro punto de vista, alejado de misterios inexplicables que caen en lo "oculto".
El punto a favor de esta elección narrativa es que los actos de las componentes del club del suicidio son mucho más impactantes cuando los hacen entre risas y bromas. Las atrocidades se suceden a cada nueva página pero las protagonistas no pierden la sonrisa y el buen humor lo que, al final, genera un efecto mucho más escalofriante que el que evocarían los simples hechos por sí mismos.
En contraste con el tinte sobrenatural que baña toda la obra, Usamaru Furuya nos deleita con una representación muy ajustada de la adolescencia, con todas sus contradicciones, descubrimientos y banalidades cruciales. Todas esas transiciones injustificadas de miedo a terror, de molestia a odio y de afecto a pasión definen a la perfección el paso por el instituto en el que el detalle más tonto puede hundirte a lo más hondo o hacerte sentir la persona más afortunada del universo.
Otra quizá tontería que me ha gustado es cómo cambia la sensación que transmite "Mitsuko" en función de su estado de ánimo. A primera vista, no es muy agraciada y, cuando está de malhumor, resulta realmente fea pero, en cambio, cuando está en paz consigo misma deja atrás esa fealdad. No estoy hablando del caso del patito feo, no se vuelve un bellezón ni mucho menos pero, de alguna forma, el autor ha sabido reflejar lo lábil que es la belleza y lo que fluctúa en función de las expresiones faciales. El dibujo me ha parecido más que correcto pero, eso sí, al buscar viñetas para ilustrar la entrada, veo que esos cambios que él mismo comenta que añadió para la reedición de la obra mejoran notablemente la calidad general del dibujo.
Por supuesto, y tratándose de un manga sobre suicidio, no dejan de tratarse temas como la prostitución de menores, el aborto, la enfermedad mental y el acoso escolar aunque, personalmente, creo que no es aquí donde está el acento de la trama. Quizá el detalle que más he disfrutado es el papel que se le da a internet porque refleja muy bien cómo funciona la red: A dice una tontería lúgubre, B dice una tontería aún mayor, C les sigue el juego y la bola se va haciendo gigante hasta hablar de gatos que maúllan nombres de persona. Es brillante.
El club del suicidio es una lectura adulta, algo dura pero sobre todo misteriosa que quizá deleite a los enamorados del autor y del género de terror pero que considero prescindible para los demás. Eso sí, teniendo en cuenta que en su momento disfruté de la lectura de una atrocidad de las dimensiones de Line, no descarto que este tomo haga las delicias de muchos adolescentes.
El suicidio es un tema que siempre me ha atraído mucho y, precisamente por eso, no estoy satisfecha con la representación que se da del mismo en esta historia. Se habla de las autolesiones como demostración de sufrimiento interno, como cicatriz que lucir orgullosa pero, en realidad, este grito de atención (que, por supuesto, puede ocurrir y ocurre) no encaja con la consumación del suicidio. Porque los suicidas no tienden a enseñar sus marcas sino, todo lo contrario, a esconderlas con vergüenza. Por supuesto que Japón es uno de los países con una tasa de suicidio más elevada a nivel mundial (lo que podría indicar que allí se producen dinámicas que no se ven en otros países) pero los diversos estudios que se llevan haciendo desde hace décadas constatan que el número de suicidios masculinos dobla el de los femeninos, en línea con lo que sucede en el resto del mundo. Así que me permito la libertad de extrapolar y sostener que la representación del suicidio que se da en este cómic no es realista.
¡Claro que no es realista! Es una historia de terror, basada en una película de terror, creada por un mangaka con una clara predilección por el terror. Que es un género que a mí ni siquiera me gusta, todo sea dicho de paso. Debido a esos matices sobrenaturales que tiene la trama, el ambiente lúgubre y psicodélico que caracteriza a ese círculo infernal, el club del suicidio, queda justificado. Es simplemente que creo que la obra sería mucho más enriquecedora si hubiese virado hacia otro punto de vista, alejado de misterios inexplicables que caen en lo "oculto".
El punto a favor de esta elección narrativa es que los actos de las componentes del club del suicidio son mucho más impactantes cuando los hacen entre risas y bromas. Las atrocidades se suceden a cada nueva página pero las protagonistas no pierden la sonrisa y el buen humor lo que, al final, genera un efecto mucho más escalofriante que el que evocarían los simples hechos por sí mismos.
En contraste con el tinte sobrenatural que baña toda la obra, Usamaru Furuya nos deleita con una representación muy ajustada de la adolescencia, con todas sus contradicciones, descubrimientos y banalidades cruciales. Todas esas transiciones injustificadas de miedo a terror, de molestia a odio y de afecto a pasión definen a la perfección el paso por el instituto en el que el detalle más tonto puede hundirte a lo más hondo o hacerte sentir la persona más afortunada del universo.
Otra quizá tontería que me ha gustado es cómo cambia la sensación que transmite "Mitsuko" en función de su estado de ánimo. A primera vista, no es muy agraciada y, cuando está de malhumor, resulta realmente fea pero, en cambio, cuando está en paz consigo misma deja atrás esa fealdad. No estoy hablando del caso del patito feo, no se vuelve un bellezón ni mucho menos pero, de alguna forma, el autor ha sabido reflejar lo lábil que es la belleza y lo que fluctúa en función de las expresiones faciales. El dibujo me ha parecido más que correcto pero, eso sí, al buscar viñetas para ilustrar la entrada, veo que esos cambios que él mismo comenta que añadió para la reedición de la obra mejoran notablemente la calidad general del dibujo.
Por supuesto, y tratándose de un manga sobre suicidio, no dejan de tratarse temas como la prostitución de menores, el aborto, la enfermedad mental y el acoso escolar aunque, personalmente, creo que no es aquí donde está el acento de la trama. Quizá el detalle que más he disfrutado es el papel que se le da a internet porque refleja muy bien cómo funciona la red: A dice una tontería lúgubre, B dice una tontería aún mayor, C les sigue el juego y la bola se va haciendo gigante hasta hablar de gatos que maúllan nombres de persona. Es brillante.
El club del suicidio es una lectura adulta, algo dura pero sobre todo misteriosa que quizá deleite a los enamorados del autor y del género de terror pero que considero prescindible para los demás. Eso sí, teniendo en cuenta que en su momento disfruté de la lectura de una atrocidad de las dimensiones de Line, no descarto que este tomo haga las delicias de muchos adolescentes.
Me ha gustado la reseña y me parece que el manga puede ser interesante, a ver si le echo un vistazo.
ResponderEliminarMuchas gracias =) Espero que a ti te satisfaga más que a mí!
Eliminar¡Muy buena entrada!
ResponderEliminarImagino que Furuya te sonará porque tanto "No Longer Human" como "51 Formas de Salvar a Mi Novia fueron licencias fantasma. La segunda de ellas, además, por dos editoriales distintas.
Para mí, el Furuya que mola a saco es el de Palepoli. Se trata de uno de esos mangas de difícil digestión que, simplemente, hacen que lo flipe.
Tienes toda la razón. Mira que estuve rompiéndome los cuernos al escribir esta entrada y no caí en lo de "51 Formas de Salvar a Mi Novia". ¿Fue este el manga que primero anunció mangaline y luego EDT y que al final no trajo nadie?
EliminarMe apunto lo de Palepoli ^^
Primero lo anunció Dolmen y años más tarde, en efecto, EDT. Ya es mala pata...
EliminarHombre, yo discrepo en eso de afirmar tajantemente que no es realista, ten en cuenta que parte de una base real y de un hecho que ya ha ocurrido en Japón. Vale que luego el autor lo exagera con sectarismos, pero no juzguemos desde la sociedad occidental.^^
ResponderEliminarCuando dices que parte de una base real ¿te refieres a que está basado en hechos reales o que los suicidios en masa son un fenómeno verdadero y actual japonés?
EliminarSoy muy consciente de que no se puede comparar la mentalidad japonesa con la española para muchas cosas pero, aún así, sigo pensando que no es una buena representación de los suicidios en masa; y lo digo partiendo de la base de que todo se sustenta con un telón de fondo sobrenatural.
Me refiero a ambas cosas. Los suicidios en masa son un fenómeno real allí, y sí, también apunto a que el manga se basa en hechos reales.^^
EliminarOh, pues haciendo una búsqueda rápida en google no encuentro nada... ¿Qué es lo que pasó? ¿La escena con la que da inicio el tomo sucedió de veras?
Eliminar