He tardado tanto en escribir esta entrada porque tardé un mes en poder comprar este último tomo en el Fnac (la primera tirada se agotó en un visto y no visto y tuve que esperar a la reposición). Pero ya le hace compañía a los tomos #1 y #2 en un lugar de honor entre mis estanterías (¡y entre mis reseñas!).
Aunque este tomo sigue la dinámica de los anteriores, se podría decir que sus personajes pegan un salto cualitativo importante. Si bien en el tomo #2 la autora ya nos fue preparando de forma más o menos sutil para EL cisma, me sorprende para bien que sea capaz de afrontarlo con tranquilidad alejándose del dramatismo innecesario tan típico del shôjo. Tanto Sajô como Kusakabe son muy agradables de leer porque, aunque parcialmente cumplen con el personaje estereotipado que les ha tocado desarrollar, se quedan en el lado de la "normalidad" y una pelea es dramática hasta cierto punto pero sin necesidad de que se acabe el mundo por discutir con tu pareja.
Lo que quizá me haya gustado más de este tomo es la discusión sobre la aceptación social. Porque a lo largo del manga se hace patente si se lee entre líneas hasta qué punto puede ser tabú una relación homosexual pero no se afronta de forma más o menos directa hasta el final. Y es ese tipo de discusión que tiene consecuencias a muy largo plazo pero que, aunque parezca contradictorio, no se puede aplazar si se quiere evitar dejarse llevar por la inercia y aparcar los problemas para el yo de mañana, cuando sean demasiado grandes como para intentar solucionarlos.
Aquí es cuando los personajes materializan al fin sus preocupaciones más profundas. Sajô necesita ser aceptado por la sociedad, constantemente preocupado por el qué dirán y Kusakabe reniega del concepto de relación a distancia. A su manera, ambos llevan muchos meses dándole vueltas y, en ambos casos, una de las salidas posibles es, por supuesto, la ruptura. Y esto es lo brillante de esta historia, que la autora plasma en las viñetas, casi sin que el lector se dé cuenta, el dilema al que se enfrentan todas las parejas de largo recorrido: escuchar, comprender, sincerarse; exigir, pactar, ceder. Ambos protagonistas han sido capaces de amoldarse el uno al otro, de sacrificarse y de esforzarse con tal de estar juntos. Es un equilibrio espléndido que refleja lo que, a mi parecer, es una relación sana. Y le doy tanta importancia a esta aparente nimiedad porque la representación del amor en la ficción (y, especialmente, en las historias de amor) suele limitarse a cursilerías, ñoñerías, romances idealizados y relaciones superficiales que no profundizan casi nunca en lo que en realidad significa tener una pareja sentimental.
En En la misma clase, asistimos a la evolución de uno de esos amoríos inesperados de adolescencia al tiempo que se convierte en mucho más que eso.
Y, puestos a retratar el primer amor desde todos los ángulos, la autora no se olvida de esa tensión sexual no resulta que dejó suspendida en el aire al final del segundo tomo. Después de haber salido juntos durante tanto tiempo, de haber afrontado juntos muchos momentos delicados y de haber discutido sobre lo que realmente implica para cada uno de ellos el plantearse un futuro compartido, hay suficiente complicidad como para que ambos den "un paso al frente" y aunque quizás esta lentitud sí esté idealizada me ha parecido precioso e hilarante a la vez (es imposible no partirse de risa con Kusakabe, hasta en las situaciones más insospechadas).
Ha sido un viaje corto pero intenso. En la misma clase es uno de los mejores manga que he leído y os lo recomiendo encarecidamente sean cuales sean vuestros gustos porque creo sinceramente que es una historia para todo el mundo que refleja sin adornos ni exageraciones el día a día de una pareja primeriza. Y es muy muy bonito. La principal pega que le pongo es la tortuosa espera por la licencia y publicación de O.B., su secuela que, aunque no es estrictamente necesaria, promete ser espléndida. Y es que una nunca se cansa de leer a Asumiko Nakamura...
Aunque este tomo sigue la dinámica de los anteriores, se podría decir que sus personajes pegan un salto cualitativo importante. Si bien en el tomo #2 la autora ya nos fue preparando de forma más o menos sutil para EL cisma, me sorprende para bien que sea capaz de afrontarlo con tranquilidad alejándose del dramatismo innecesario tan típico del shôjo. Tanto Sajô como Kusakabe son muy agradables de leer porque, aunque parcialmente cumplen con el personaje estereotipado que les ha tocado desarrollar, se quedan en el lado de la "normalidad" y una pelea es dramática hasta cierto punto pero sin necesidad de que se acabe el mundo por discutir con tu pareja.
Lo que quizá me haya gustado más de este tomo es la discusión sobre la aceptación social. Porque a lo largo del manga se hace patente si se lee entre líneas hasta qué punto puede ser tabú una relación homosexual pero no se afronta de forma más o menos directa hasta el final. Y es ese tipo de discusión que tiene consecuencias a muy largo plazo pero que, aunque parezca contradictorio, no se puede aplazar si se quiere evitar dejarse llevar por la inercia y aparcar los problemas para el yo de mañana, cuando sean demasiado grandes como para intentar solucionarlos.
Aquí es cuando los personajes materializan al fin sus preocupaciones más profundas. Sajô necesita ser aceptado por la sociedad, constantemente preocupado por el qué dirán y Kusakabe reniega del concepto de relación a distancia. A su manera, ambos llevan muchos meses dándole vueltas y, en ambos casos, una de las salidas posibles es, por supuesto, la ruptura. Y esto es lo brillante de esta historia, que la autora plasma en las viñetas, casi sin que el lector se dé cuenta, el dilema al que se enfrentan todas las parejas de largo recorrido: escuchar, comprender, sincerarse; exigir, pactar, ceder. Ambos protagonistas han sido capaces de amoldarse el uno al otro, de sacrificarse y de esforzarse con tal de estar juntos. Es un equilibrio espléndido que refleja lo que, a mi parecer, es una relación sana. Y le doy tanta importancia a esta aparente nimiedad porque la representación del amor en la ficción (y, especialmente, en las historias de amor) suele limitarse a cursilerías, ñoñerías, romances idealizados y relaciones superficiales que no profundizan casi nunca en lo que en realidad significa tener una pareja sentimental.
En En la misma clase, asistimos a la evolución de uno de esos amoríos inesperados de adolescencia al tiempo que se convierte en mucho más que eso.
Y, puestos a retratar el primer amor desde todos los ángulos, la autora no se olvida de esa tensión sexual no resulta que dejó suspendida en el aire al final del segundo tomo. Después de haber salido juntos durante tanto tiempo, de haber afrontado juntos muchos momentos delicados y de haber discutido sobre lo que realmente implica para cada uno de ellos el plantearse un futuro compartido, hay suficiente complicidad como para que ambos den "un paso al frente" y aunque quizás esta lentitud sí esté idealizada me ha parecido precioso e hilarante a la vez (es imposible no partirse de risa con Kusakabe, hasta en las situaciones más insospechadas).
Ha sido un viaje corto pero intenso. En la misma clase es uno de los mejores manga que he leído y os lo recomiendo encarecidamente sean cuales sean vuestros gustos porque creo sinceramente que es una historia para todo el mundo que refleja sin adornos ni exageraciones el día a día de una pareja primeriza. Y es muy muy bonito. La principal pega que le pongo es la tortuosa espera por la licencia y publicación de O.B., su secuela que, aunque no es estrictamente necesaria, promete ser espléndida. Y es que una nunca se cansa de leer a Asumiko Nakamura...
Coincido contigo, es uno de los mejores mangas del género que he leído, es muy bueno y muy realista. Es una obra desconocida, pero merece más repercusión
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