Hace un par de años publiqué una reseña de un tomo único que no estaba (y sigue sin estar) licenciado: Tomodachi no Hanashi. Es muy posible que me animara a leerlo porque Kazune Kawahara era la artífice del guión. En su momento, creo que ni siquiera mencioné a Aiji Yamakawa en toda la reseña, a pesar de ser la encargada del dibujo en ese tomo. Pues bien, ver su nombre como autora (única) de Yajirobee, sumado a su breve duración, me acabó de convencer para echarle un ojo a esta shôjo publicado por MW que tan desapercibido ha pasado entre tanto bombazo.
Haru y su padre adoptivo, Seiji, han vivido los dos solos los últimos diez años. Fue la muerte de la madre de Haru la que los unió en una familia un tanto inusual y será la muerte del abuelo de Seiji la que dé comienzo a una sucesión de cambios en la vida de ambos, que deberán adaptarse a sus nuevas circunstancias. El abuelo fallece en verano, momento en que Haru debe enfrentarse a su familia adoptiva, que no aprueba que Seiji se hiciese cargo de ella. Un año después, las cenizas del abuelo serán depositadas finalmente en su tumba y la familia volverá a reunirse para presentar sus respetos. Estos dos acontecimientos marcan los límites en los que enmarca esta historia.
Para mí, leer Yajirobee ha sido como sumergirme en la cotidianidad más absoluta. Pero no esa poética y hasta grandilocuente por la que tanto se alaba a Taniguchi, ni tampoco su vertiente deprimente y onanista como la refleja Asano, sino la banal y a menudo absurda que realmente caracteriza nuestro día a día. O el de una adolescente japonesa que va madurando paulatinamente en un entorno relajado pero extravagante a la vez. Aiji Yamakawa ha sabido encontrar las palabras para retratar las trivialidades sobre las que construimos nuestras vidas.
Yajirobee es una obra extraña, que no gustará a todos (ni tampoco lo pretende), porque se aleja absolutamente de todos los cánones a los que estamos acostumbrados como lectores. Es evidente que no es una obra de acción ni de aventuras ni de fantasía, pero tampoco un romance de instituto. Lejos de ser una obra introspectiva repleta de reflexiones sobre el sentido de la vida, muestra la cara opuesta de la moneda, la superficial, la que puede observarse a simple vista. Ese "no pasa nada" que desconcierta e incita a buscar un hilo conductor inexistente; porque no existe ningún tipo de clímax. Hace tiempo leí un artículo muy interesante (que no he sabido encontrar para compartirlo, si sabéis de qué hablo, os animo a rescatar el link en los comentarios) sobre las diferencias narrativas entre oriente y occidente. Estamos muy acostumbrados a encontrar estructuras de introducción, nudo y desenlace en cualquier medio, ya sea en novelas, películas, cómics... pero en otros países (como Japón) existe también la tradición de crear historias que carecen de ese punto álgido, de esa crisis que hay que solventar para llegar a una conclusión. Y, para mí, Yajirobee es un ejemplo de ello. De hecho, la vida no deja de serlo así que refuerzo la idea de que este manga es el paradigma del slice of life o costumbrismo.
Y, para que resulte interesante al lector, nos muestra una situación familiar extraña, una pareja protagonista atípica como poco. Haru es una adolescente feliz, que se contenta con las pequeñas cosas del día a día, que bromea, que juega y que, en definitiva, está satisfecha con la vida que lleva y que acepta tranquilamente los cambios. Pero, a la vez, no se resigna ni mucho menos a la inercia y se atreve a pisar territorio desconocido: a intentar limar asperezas con la familia de Seiji, a retomar el contacto con un antiguo amigo de la infancia que quizá sea algo más que eso, a aprender todo lo que pueda para ser de utilidad. Y todo siempre con una sonrisa, con una actitud envidiablemente optimista. Yajirobee es, ante todo, una obra alegre, sin ningún tipo de contraste agridulce, algo muy poco frecuente entre los títulos manga disponibles.
Yajirobee es una obra extraña, que no gustará a todos (ni tampoco lo pretende), porque se aleja absolutamente de todos los cánones a los que estamos acostumbrados como lectores. Es evidente que no es una obra de acción ni de aventuras ni de fantasía, pero tampoco un romance de instituto. Lejos de ser una obra introspectiva repleta de reflexiones sobre el sentido de la vida, muestra la cara opuesta de la moneda, la superficial, la que puede observarse a simple vista. Ese "no pasa nada" que desconcierta e incita a buscar un hilo conductor inexistente; porque no existe ningún tipo de clímax. Hace tiempo leí un artículo muy interesante (que no he sabido encontrar para compartirlo, si sabéis de qué hablo, os animo a rescatar el link en los comentarios) sobre las diferencias narrativas entre oriente y occidente. Estamos muy acostumbrados a encontrar estructuras de introducción, nudo y desenlace en cualquier medio, ya sea en novelas, películas, cómics... pero en otros países (como Japón) existe también la tradición de crear historias que carecen de ese punto álgido, de esa crisis que hay que solventar para llegar a una conclusión. Y, para mí, Yajirobee es un ejemplo de ello. De hecho, la vida no deja de serlo así que refuerzo la idea de que este manga es el paradigma del slice of life o costumbrismo.
Y, para que resulte interesante al lector, nos muestra una situación familiar extraña, una pareja protagonista atípica como poco. Haru es una adolescente feliz, que se contenta con las pequeñas cosas del día a día, que bromea, que juega y que, en definitiva, está satisfecha con la vida que lleva y que acepta tranquilamente los cambios. Pero, a la vez, no se resigna ni mucho menos a la inercia y se atreve a pisar territorio desconocido: a intentar limar asperezas con la familia de Seiji, a retomar el contacto con un antiguo amigo de la infancia que quizá sea algo más que eso, a aprender todo lo que pueda para ser de utilidad. Y todo siempre con una sonrisa, con una actitud envidiablemente optimista. Yajirobee es, ante todo, una obra alegre, sin ningún tipo de contraste agridulce, algo muy poco frecuente entre los títulos manga disponibles.
Mientras que el primer tomo es particularmente confuso y ambiguo, una vez acostumbrados al ritmo narrativo y conociendo ya a los distintos personajes, la lectura del segundo se torna plácida y proporciona algo de armonía con un flasback de rigor para distanciarnos un poco de Haru y centrarnos en Seiji. Aunque sea ella la protagonista indiscutible, para mí el papel más importante en toda la historia lo juega él así que agradecí que la autora se explayara en este personaje en el segundo tomo. De hecho, él protagoniza una de las pocas reflexiones profundas del manga respecto a los roles que hombres y mujeres deben representar en la sociedad (japonesa) y el conflicto que se genera cuando no te ajustas a ellos.
El principal problema de Yajirobee es que, precisamente por esa narración tan caótica, con tanto salto y tanto cambio de tema, es una obra que requiere de una traducción impecable para que su lectura sea inteligible. Desgraciadamente, carece de ella. Con todo, me sorprende la mala acogida de la obra porque la considero una pequeña joya que destaca por su madurez y el saber hacer de su autora que ha conseguido cristalizar en las viñetas de Yajirobee algo tan intangible como los detalles ordinarios sobre los que se forjan el carácter y las relaciones humanas.
Resumiendo, Yajirobee no es ni una obra trepidante, ni una obra cuya lectura os vaya a cambiar la vida, ni siquiera una lectura fluida. Esto hace que no sea una obra para todo el mundo pero, si os apetece experimentar un poco con un ensayo sobre cómo encarar la vida de forma apacible, os animo fervientemente a echarle un ojo a las sutilezas de Yajirobee.
Epílogo: como que la palabra yajirobee no se menciona ni una sola vez a lo largo de los dos tomos (al menos no que yo advirtiese, pero con tantos pequeños comentarios perdidos fuera de los bocadillos, todo podría ser), he terminado buscando qué es. Ya en mangaupdates proponen como traducción anglosajona del título "balancing toy", es decir, juguete que se balancea. Si buscáis en google imágenes "やじろべえ" os aparecerán distintos modelos del juguete en cuestión. Y sí, os pongo el hiragana porque en romaji sólo salen páginas aleatorias del manga en cuestión.
me alegro que te haya gustado esta obra, ya no me siento tan sola.
ResponderEliminarSiempre sienta bien leer cosas pacíficas =)
EliminarEn su momento la empecé (leí 3 o 4 capítulos) y no me acabó de enganchar, no es que me disgustara, pero tampoco me gustaba (???)
ResponderEliminarLo caótica que es no ayuda... Si dices que en el segundo tomo ya se le pilla más el "qué" igual le doy otra oportunidad xD
Pero bien que te haya gustado! el riesgo con recompensa!
A ver, si ya leíste 3 o 4 capítulos (que viene a ser casi el primer tomo completo), yo ya llegaría hasta el final, sobre todo porque diría que la calidad sube paulatinamente hasta el final.
EliminarCuando leí la sinopsis de este manga me temí lo peor, en plan relación amorosa entre la hijastra y el padrastro pero por cómo describes la obra creo que es muy de mi estilo y que me gustará mucho. Ya leí otra reseña que decía más o menos lo mismo que la tuya y dije de mirármelo pero creo que ahora me la compraré (y solo son dos tomos, eso es casi lo que más me gusta XD) De momento no sé por qué me recuerda a Ristorante Paradiso...
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