Siempre dispuesta a sorprenderos retomo una etiqueta desgraciadamente olvidada durante prácticamente un año. Mi falta de tiempo, desgana y eterna lista de lecturas comiqueras pendientes me han mantenido apartada de los libros durante meses pero un encuentro fortuito con una oferta de una novela cuyo autor me atrae desde hace años, para más inri publicada por una editorial que me enamora, de una longitud más que moderada, y con una mención a El guardián entre el centeno en su contraportada, fueron el cóctel perfecto para que me tirara a los brazos de Botchan.
Cogí este libro con un poco de incertidumbre; desde que terminase de leer Solaris (reseña eternamente pendiente de una obra increíblemente recomendable a los amantes de la ciencia ficción) a principios de curso he fracasado estrepitosamente en todos mis intentos por acercarme de nuevo a la literatura (La pianista, de Elfriede Jelinek; La señora Dalloway, de Virginia Woolf; y The Other Side, de Alfred Kubin; todo libros que tengo que recomenzar...) por lo que no descartaba que me ocurriese lo mismo con Botchan. Cuál fue mi sorpresa cuando lo terminé dos días después de haberlo comprado, interrumpiendo mi frenética lectura de manga de las últimas semanas. Me voy a esforzar en escribir una sinopsis decente pero si no lo han conseguido los editores del libro, dudo que lo consiga yo:
Después de gastar todo su dinero en obtener una educación, un tokiota recién graduado no duda mucho en aceptar suplir una plaza como profesor sustituto por mucho que sea en un pueblo de mala muerte perdido en Shikoku. Si hubiese sabido las consecuencias de su impulsiva decisión, quizá se lo habría pensado dos veces... Alumnos, profesores y vecinos: no está el joven a salvo de ser juzgado y confundido por todos, aprovechándose siempre de su inexperiencia e ingenuidad. Con simplicidad, nos cuenta en primera persona su breve estancia en el pueblo de provincias, incapaz de comprender los absurdos valores que rigen a todos sus habitantes y el ridículo código moral que se supone que debe llevar allí para dar ejemplo.
Cogí este libro con un poco de incertidumbre; desde que terminase de leer Solaris (reseña eternamente pendiente de una obra increíblemente recomendable a los amantes de la ciencia ficción) a principios de curso he fracasado estrepitosamente en todos mis intentos por acercarme de nuevo a la literatura (La pianista, de Elfriede Jelinek; La señora Dalloway, de Virginia Woolf; y The Other Side, de Alfred Kubin; todo libros que tengo que recomenzar...) por lo que no descartaba que me ocurriese lo mismo con Botchan. Cuál fue mi sorpresa cuando lo terminé dos días después de haberlo comprado, interrumpiendo mi frenética lectura de manga de las últimas semanas. Me voy a esforzar en escribir una sinopsis decente pero si no lo han conseguido los editores del libro, dudo que lo consiga yo:
Después de gastar todo su dinero en obtener una educación, un tokiota recién graduado no duda mucho en aceptar suplir una plaza como profesor sustituto por mucho que sea en un pueblo de mala muerte perdido en Shikoku. Si hubiese sabido las consecuencias de su impulsiva decisión, quizá se lo habría pensado dos veces... Alumnos, profesores y vecinos: no está el joven a salvo de ser juzgado y confundido por todos, aprovechándose siempre de su inexperiencia e ingenuidad. Con simplicidad, nos cuenta en primera persona su breve estancia en el pueblo de provincias, incapaz de comprender los absurdos valores que rigen a todos sus habitantes y el ridículo código moral que se supone que debe llevar allí para dar ejemplo.
Debido a la narración en primera persona y al escaso de lapso de tiempo que en realidad transcurre a lo largo de la novela (sin contar el primer capítulo, introductorio y retrospectivo, apenas pasa un mes), no nos encontramos una historia dónde el foco de interés sea lo que ocurre sino más bien lo que se dice y, sobretodo, lo que piensa el narrador y protagonista. Es Botchan (aunque no sea ese su nombre me parece un poco artificial hablar todo el tiempo de "el protagonista" o "el narrador") una persona tan ridículamente honesta, crédula y sincera que todos aquellos con los que se encuentra no pueden hacer otra cosa que mofarse de su ingenuidad. Introduce así Natsume Soseki como quien no quiere la cosa la contradicción flagrante que impera (o imperaba) en las instituciones japonesas enfrentando unos valores ancestrales de rectitud, honor y dedicación frente a la vil y rastrera naturaleza humana que corrompe a todo aquel que ostenta poder... o que lo ansía.
Al haber leído el libro con tanta ansia quizá no he disfrutado lo suficiente de los diálogos y las reflexiones de Botchan, espero que os hagáis una ligera idea con las citas que he seleccionado, por mucho que no sean mis pasajes favoritos sino los que me han gustado más al hojear de nuevo el libro una vez terminado (voy a tener que llevar un lápiz del Ikea en el bolsillo para marcarme las grandes citas en el momento en que las leo que si no se me olvida). Pero, más que cualquier cosa que os pueda explicar sobre la trama o las reflexiones del protagonistas o mis caóticas divagaciones, os diré que me he reído con este libro. He descubierto en Natsume Soseki un humorista nato, capaz de escribir una historia muy seria formada tan solo por escenas cómicas.
De rebote me ha servido este libro para descubrir que existe un manga Bocchan no Jidai o La época de Botchan, guionizado por Natsuo Sekikawa e ilustrado por Jiro Taniguchi que publicó Ponent Mon íntegramente en España hace una década. Espero poder hacerme con él próximamente.
Por supuesto, os recomiendo a todos la lectura de esta novela tan corta y fácil de leer, que parece ser la favorita de los jóvenes japoneses desde hace décadas.
¡Sería mejor quitar las clases de ética de la escuela y dejar de decir a los niños que no se debe mentir! Es más, las mismas escuelas deberían enseñarte a mentir mejor, a desconfiar de los demás y a tomarle el pelo a la gente. ¿No sería mejor así?Esta paradoja se evidencia a cada capítulo, cuando el protagonista no deja de manifestarse contra unas normas y unas actitudes que le parecen entre hipócritas y absurdas sin más. En su mentalidad pueril, realmente espera que los demás actúen como lo haría él en su situación con lo que no dejan de sorprenderle con mentiras y embustes, hasta el punto de que él mismo se pregunta si hay alguien de quién pueda fiarse en todo el pueblo. Botchan transmite un único mensaje, y es muy claro en su ofensiva: la sociedad y la moral japonesas están corrompidas desde los cimientos hasta las altas esferas. Y aunque es un poco atrevido hacer conjeturas tan a la ligera, me pregunto si no pensaría el autor que era en realidad la Era Meiji la culpable latente de esta inmoralidad, trayendo valores extraños de Occidente que no podían de ninguna forma ser compatibles con los rectos valores japoneses.
Al haber leído el libro con tanta ansia quizá no he disfrutado lo suficiente de los diálogos y las reflexiones de Botchan, espero que os hagáis una ligera idea con las citas que he seleccionado, por mucho que no sean mis pasajes favoritos sino los que me han gustado más al hojear de nuevo el libro una vez terminado (voy a tener que llevar un lápiz del Ikea en el bolsillo para marcarme las grandes citas en el momento en que las leo que si no se me olvida). Pero, más que cualquier cosa que os pueda explicar sobre la trama o las reflexiones del protagonistas o mis caóticas divagaciones, os diré que me he reído con este libro. He descubierto en Natsume Soseki un humorista nato, capaz de escribir una historia muy seria formada tan solo por escenas cómicas.
Si el mundo era así, solo me quedaba encerrarme en mí mismo, e intentar que no me engañaran. Pensándolo bien, si vivir del robo es la única manera de poder comer tres veces al día, hay que preguntarse si merece la pena vivir. Por otra parte, quitarse la vida cuando se goza de buena salud es un deshonor para tus ancestros, además de muy negativo para la propia reputación. Cuanto más lo pensaba, más me parecía que debía haber usado los seiscientos yenes para hacerme lechero o algo parecido, en vez de matricularme en la Escuela Superior de Ciencias Físicas para aprender algo tan inútil como las matemáticas.La edición es exquisita, como todas las de Impedimenta. Eso sí, guardaos de leer la introducción y la nota del traductor (al principio) si no queréis que os destripen toda la obra. Suerte que a estas alturas yo ya he medio aprendido mi lección y sólo caí con la nota del traductor (en la que inocentemente esperaba que no se hiciese ninguna referencia al último capítulo del libro).
De rebote me ha servido este libro para descubrir que existe un manga Bocchan no Jidai o La época de Botchan, guionizado por Natsuo Sekikawa e ilustrado por Jiro Taniguchi que publicó Ponent Mon íntegramente en España hace una década. Espero poder hacerme con él próximamente.
Por supuesto, os recomiendo a todos la lectura de esta novela tan corta y fácil de leer, que parece ser la favorita de los jóvenes japoneses desde hace décadas.
pues me has convencido bastante, parece muy interesante y ya me irá bien un libro de fácil lectura, que últimamente a mi también me está costando mucho engancharme a las lecturas!
ResponderEliminarmuy MAL a las introducciones/notas con spoilers, eso no se hace :(
Si yo me lo leí en dos días, a ti no te va a durar ni medio!
EliminarLo de las introducciones con spoilers es un imperativo en cualquier edición de un libro cuyo autor esté muerto. Se asume que estás releyendo el libro. O que no lo lees por el placer de dejarte sorprender por los acontecimientos sino por... no sé, la profusión de descripciones y la filosofía de los diálogos. No soy lo suficientemente erudita para apreciarlo.
Pero vamos, que muy triste fue saltarme la introducción por experiencias previas y caer de cuatro patas en la nota del traductor... ='(