Las expectativas son peligrosas. Sé que es terrible empezar una reseña así pero es lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en Gummy Girl. Cuando supe de su existencia por primera vez pensé que se trataría de una obra curiosa de leer, sin ser especialmente brillante al tratarse de la primera obra de una autora novel. Más tarde leí alguna reseña (que ahora muy oportunamente no encuentro) que la ponía bastante bien así que de pronto, pasé a tener muchas ganas de leerlo y ya cuando supe que la autora andaba firmando en el GRAF pues me lo compré sin pensarlo demasiado (no aprendo).
Gummy Girl se presenta con una puesta a punto digna de una película juvenil incluyendo: una protagonista más bien del montón, afeada por las gafas de rigor, un par de imbéciles que sólo quieren tocar la moral, y los guaperas (chico y chica) de turno. Por supuesto la protagonista sufrirá una transformación mágica (término que, excepcionalmente dentro del estereotipo, es literal), pelo rosa incluido, que la catapultará a las esferas guays del instituto de un día para otro.
Sin embargo, esta transformación no se circumscribe a la apariencia externa sino que modela el carácter de la chica rápidamente, dándole seguridad en sí misma, una confianza que rápidamente se convierte en soberbia y rebeldía, convirtiéndose en aquello que tanto odiaba y dejando que su recién estrenado mal carácter se haga patente ya no sólo en el instituto sino también en casa.
Gummy Girl se presenta con una puesta a punto digna de una película juvenil incluyendo: una protagonista más bien del montón, afeada por las gafas de rigor, un par de imbéciles que sólo quieren tocar la moral, y los guaperas (chico y chica) de turno. Por supuesto la protagonista sufrirá una transformación mágica (término que, excepcionalmente dentro del estereotipo, es literal), pelo rosa incluido, que la catapultará a las esferas guays del instituto de un día para otro.
Sin embargo, esta transformación no se circumscribe a la apariencia externa sino que modela el carácter de la chica rápidamente, dándole seguridad en sí misma, una confianza que rápidamente se convierte en soberbia y rebeldía, convirtiéndose en aquello que tanto odiaba y dejando que su recién estrenado mal carácter se haga patente ya no sólo en el instituto sino también en casa.
Hasta aquí no nos salimos del estereotipo pero hay dos particularidades que distancian este cómic de tan manido recurso argumental. La primera concierne al desarrollo y ambientación de la historia, pisando el terreno sobrenatural y onírico en una progresión exponencial que termina entre el terror y la pornografía. La segunda le corresponde al apartado gráfico en que la autora sobresale gracias a sus diseños grotescos y la predominancia por el rosa chicle que me recuerdan a mi siempre adorado kawaii noir. De hecho, no hay más que ver la portada para adivinar que este cómic es algo más que una versión peculiar de Chicas malas.
De hecho, a pesar de su brevedad, sorprende cierta escena sexualmente explícita que se aleja de cualquier pauta canónica en este tipo de obras. Y no, lo sorprendente no es la alusión al sexo en sí (y, si alguien tiene curiosidad, ¡que se anime a leerlo por sí mismo/a!). El rosa ubicuo, el extraño tejido esponjoso, la criatura entre feto y aborto que aparece en el preludio y la tan simbólica edad de 16 años que da pie a toda la historia me hacen pensar que toda la obra es en realidad una metáfora de la adolescencia, de la pubertad, del cambio... y, sobre todo,de la pérdida de la inocnecia, como probablemente lo era Jolies Ténèbres.
Aun así, no acabo de pillar el abrupto final, que se aferra a ese terreno entre sobrenatural y onírico que era patente desde el principio pero que no se acababa de definir. La brevedad de la historia, sus pobres cimientos en clichés sobreexplotados, la palpable inexperiencia de la autora y la, a mi parecer, falta de definición del argumento, hacen que me cueste mucho recomendar su lectura... lo que no quita que espere con curiosidad futuros trabajos de Isa Ibaibarriaga, cuyo reconocible estilo gráfico y afinidad por la perversión y lo grotesco ya me han encandilado.
De hecho, a pesar de su brevedad, sorprende cierta escena sexualmente explícita que se aleja de cualquier pauta canónica en este tipo de obras. Y no, lo sorprendente no es la alusión al sexo en sí (y, si alguien tiene curiosidad, ¡que se anime a leerlo por sí mismo/a!). El rosa ubicuo, el extraño tejido esponjoso, la criatura entre feto y aborto que aparece en el preludio y la tan simbólica edad de 16 años que da pie a toda la historia me hacen pensar que toda la obra es en realidad una metáfora de la adolescencia, de la pubertad, del cambio... y, sobre todo,de la pérdida de la inocnecia, como probablemente lo era Jolies Ténèbres.
Aun así, no acabo de pillar el abrupto final, que se aferra a ese terreno entre sobrenatural y onírico que era patente desde el principio pero que no se acababa de definir. La brevedad de la historia, sus pobres cimientos en clichés sobreexplotados, la palpable inexperiencia de la autora y la, a mi parecer, falta de definición del argumento, hacen que me cueste mucho recomendar su lectura... lo que no quita que espere con curiosidad futuros trabajos de Isa Ibaibarriaga, cuyo reconocible estilo gráfico y afinidad por la perversión y lo grotesco ya me han encandilado.