Vaticino el efecto que puede tener decir esto nada más empezar la reseña pero... cualquier cosa que os cuente sobre el argumento de este cómic os va a estropear, aunque sea parcialmente, la aventura de leerlo. Es por eso que he decidido no escribir una sinopsis sobre la obra; digamos que la historia trata, simplemente, de un chico que está un poco perdido. Pensaba (reconozco que muy ingenuamente) que tenía calado a Paco Roca después de haber leído su célebre Arrugas y en vista de la línea que ha seguido con otros títulos como Los surcos del azar o Viñetas de Vida pero nada más lejos de la realidad.
Si bien en sus obras posteriores Paco Roca consigue llamar la atención sobre realidades denunciables del tercer mundo (la precariedad en Mauritania), poner el acento en ciertos acontecimientos de la historia reciente de España o apelar a nuestros orígenes, Las calles de arena es una obra eminentemente fantástica que funciona a modo de cómic de autoayuda no reconocido. Y con esto quiero decir que no vais a encontrar ni consejos explícitos ni frases tan grandilocuentes como la vida es chula pero sí una moraleja (o varias) gigantesca. Paco Roca trabaja con la exageración y la reducción al absurdo, caricaturizando nuestros pequeños pecados del día a día en personajes condenados a vivir un bucle infinito que parece sacado de Las metamorfosis de Ovidio.
Describir las obsesiones y compulsiones de los habitantes del hotel La Torre equivaldría a destriparos la obra entera así que os dejo tan sólo un pequeño fragmento en el que el protagonista descubre que la cartera, muda, sólo reparte cartas que ella misma escribe y que sólo responde a aquellos que se comunican con ella por escrito, por mucho que los tenga enfrente. Como ella, todos los inquilinos se buscan su propia ruina ejerciendo este tipo de comportamientos paradójicos y absurdos que no llevan a ninguna parte. Me hace pensar en aquello que decía la Reina Roja de que hay que correr mucho para seguir en el mismo sitio (de hecho, volviendo a hojear el cómic veo que el mismo autor cita Alicia en el País de las Maravillas como preámbulo a lo que vamos a encontrar en las calles de arena, y como pista de hecho).
Las calles de arena tiene mucho de cuento, de fábula, de mito. Una no sabe discernir claramente las influencias del autor mientras creaba la obra aunque son unas más evidentes que otras; por ejemplo, es clara la similitud del hotel con la controvertida torre de Babel, por mucho que todos los personajes hablen el mismo idioma es más que evidente que no se entienden, que no saben cómo comunicarse: unos no escuchan, otros no hablan, otros no quieren oír y otros no quieren ver. Y, volviendo a esa autoayuda, claro que no somos vampiros que viven, literalmente, una eternidad acumulando objetos en lugar de experiencias, claro que no dormimos en un ataúd esperando lenta y pacientemente a que la muerte venga a buscarnos. Pero quizá sí que pensamos periódicamente en lo que no podemos hacer en lugar de plantearnos cómo hacerlo; quizá no somos capaces de expresar de forma clara y directa aquello que queremos; quizá estamos tan convencidos de tener razón que no nos molestamos en escuchar los argumentos de los demás... En cualquier caso, lo que está claro es que el autor no ha dejado nada al azar en esta obra.
Y, si no queréis darle tantas vueltas a los detalles, os podéis dejar sumergir en la historia y disfrutar con las ocurrencias de Paco Roca, preguntándoos cómo se las va a apañar el protagonista para salir de una casa de locos digna de aquella tarea hercúlea aparecida en Las 12 pruebas de Astérix (que imagino que estará adaptada en alguna otra cosa aunque no forme parte del mito original...). Que esté ambientado en un mundo onírico no lo hace menos cómic de aventuras, con archienemigo incluido, entretenido para un amplio abanico de públicos distintos.
Perdiéndome un rato en las calles de arena he descubierto a un extrañamente viejo y nuevo Paco Roca: una contradicción que sólo podía obedecer a las normas del hotel cuyos inquilinos parecen querer hacerlo todo al revés. Difícil que no os guste si disfrutáis de los personajes cercanos, las metáforas y los universos personales que sólo se pueden visitar en la ficción.
Si bien en sus obras posteriores Paco Roca consigue llamar la atención sobre realidades denunciables del tercer mundo (la precariedad en Mauritania), poner el acento en ciertos acontecimientos de la historia reciente de España o apelar a nuestros orígenes, Las calles de arena es una obra eminentemente fantástica que funciona a modo de cómic de autoayuda no reconocido. Y con esto quiero decir que no vais a encontrar ni consejos explícitos ni frases tan grandilocuentes como la vida es chula pero sí una moraleja (o varias) gigantesca. Paco Roca trabaja con la exageración y la reducción al absurdo, caricaturizando nuestros pequeños pecados del día a día en personajes condenados a vivir un bucle infinito que parece sacado de Las metamorfosis de Ovidio.
Describir las obsesiones y compulsiones de los habitantes del hotel La Torre equivaldría a destriparos la obra entera así que os dejo tan sólo un pequeño fragmento en el que el protagonista descubre que la cartera, muda, sólo reparte cartas que ella misma escribe y que sólo responde a aquellos que se comunican con ella por escrito, por mucho que los tenga enfrente. Como ella, todos los inquilinos se buscan su propia ruina ejerciendo este tipo de comportamientos paradójicos y absurdos que no llevan a ninguna parte. Me hace pensar en aquello que decía la Reina Roja de que hay que correr mucho para seguir en el mismo sitio (de hecho, volviendo a hojear el cómic veo que el mismo autor cita Alicia en el País de las Maravillas como preámbulo a lo que vamos a encontrar en las calles de arena, y como pista de hecho).
Las calles de arena tiene mucho de cuento, de fábula, de mito. Una no sabe discernir claramente las influencias del autor mientras creaba la obra aunque son unas más evidentes que otras; por ejemplo, es clara la similitud del hotel con la controvertida torre de Babel, por mucho que todos los personajes hablen el mismo idioma es más que evidente que no se entienden, que no saben cómo comunicarse: unos no escuchan, otros no hablan, otros no quieren oír y otros no quieren ver. Y, volviendo a esa autoayuda, claro que no somos vampiros que viven, literalmente, una eternidad acumulando objetos en lugar de experiencias, claro que no dormimos en un ataúd esperando lenta y pacientemente a que la muerte venga a buscarnos. Pero quizá sí que pensamos periódicamente en lo que no podemos hacer en lugar de plantearnos cómo hacerlo; quizá no somos capaces de expresar de forma clara y directa aquello que queremos; quizá estamos tan convencidos de tener razón que no nos molestamos en escuchar los argumentos de los demás... En cualquier caso, lo que está claro es que el autor no ha dejado nada al azar en esta obra.
Y, si no queréis darle tantas vueltas a los detalles, os podéis dejar sumergir en la historia y disfrutar con las ocurrencias de Paco Roca, preguntándoos cómo se las va a apañar el protagonista para salir de una casa de locos digna de aquella tarea hercúlea aparecida en Las 12 pruebas de Astérix (que imagino que estará adaptada en alguna otra cosa aunque no forme parte del mito original...). Que esté ambientado en un mundo onírico no lo hace menos cómic de aventuras, con archienemigo incluido, entretenido para un amplio abanico de públicos distintos.
Perdiéndome un rato en las calles de arena he descubierto a un extrañamente viejo y nuevo Paco Roca: una contradicción que sólo podía obedecer a las normas del hotel cuyos inquilinos parecen querer hacerlo todo al revés. Difícil que no os guste si disfrutáis de los personajes cercanos, las metáforas y los universos personales que sólo se pueden visitar en la ficción.
He leído unos cuantos tebeos de Paco Roca y este es el que más me ha gustado. Arrugas, El invierno del dibujante, El hombre en pijama… están bien pero me resultan un pelín sosos, quizá porque están más apegados a la realidad. Ojalá hiciera más cosas en esta línea.
ResponderEliminarA mí es que me gustan mucho los slice of life, permiten invadir la intimidad ajena sin infringir ninguna ley: la historia idónea para los acosadores en potencia ;) Yo disfruto mucho pudiendo combinar lecturas costumbristas con otras más fantasiosas y si puedo catar ambos tipos de un mismo autor pues mejor aún ^^
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