Ya iba siendo hora de que me reencontrase con el clásico contraste entre expectativas y realidad. Los tomos únicos Los Dioses Mienten y Undercurrent publicados por Milky Way Ediciones los pasados noviembre y junio respectivamente, han recibido alabanzas de todos los sectores dedicados a la crítica de manga por lo que los compré sin albergar ninguna duda de que disfrutaría con su lectura. Y esto me recuerda que, por un lado, nunca puedes fiarte al cien por cien del criterio ajeno y, por el otro, que mis gustos en cuanto a manga se van restringiendo cada vez más y más conforme pasan los años.
A Natsuru le interesa más el fútbol que las chicas lo que le lleva a ganarse sin querer la enemistad de la princesita de la clase y, con ella, la de todas las otras niñas. Es por eso que no se lo puede creer cuando Suzumura le dirige la palabra. Poco después se la encuentra de casualidad por la calle y acaba acompañándola hasta su casa donde parece que no viva ningún adulto pero es imposible que dos niños estén viviendo solos, ¿verdad?
Los Dioses Mienten refleja la esencia de la niñez: los niños por un lado y las niñas por otro, ellos obsesionados con el deporte mientras ellas les echan miradas de soslayo, unos acomplejados por no ser lo suficientemente altos mientras otras reciben burla precisamente por serlo demasiado y, sobre todo, una inocencia increíble junto con la más absoluta falta de malicia... al menos de parte de los protagonistas.
Si Natsuru y Suzumura ya son encantadores por separado, la relación entre ambos es preciosa. Realmente no me extraña que tanta gente alabe esta historia porque tiene una pureza que solo se puede conseguir con protagonistas tan jovencitos. El problema es que, a la vez y para hacerla realmente memorable, lo que caracteriza a Los dioses mienten es una crudeza, a mi modo de verlo, exagerada, que le arranca de forma inevitable las lágrimas al lector por la cadencia de los acontecimientos pero cuya desdicha me parece gratuita e injustificada. No le atribuyo ningún mérito al autor por inventarse algo capaz de revolverle las tripas a cualquiera.
El dibujo es una preciosidad, muy limpio y estilizado, muy apropiado para representar niños. Cumple de sobras su cometido y creo que encaja bien con esta historia. Como veis, no creo que sea un mal tomo, sencillamente creo que es el tipo de historia que se sustenta solo en "lo que ocurre" y no le da apenas importancia a los personajes en sí, al escenario, al diálogo interior, al mensaje, a nada. Más que leyendo un cómic, me he sentido como si viera una película. Formato mal escogido para lo que quiere contar.
Satoru desaparece sin dejar rastro abandonando así a su suerte a su mujer Kanae que deberá encargarse del negocio familiar, un sentō, ella sola. Sin saber si lo han secuestrado, si se ha suicidado o si simplemente se ha fugado, Kanae debe afrontar el día a día y los rumores en medio de ese desasosiego. Puesto que solo cuenta con la ayuda de una señora mayor y el sentō requiere mucho trabajo físico para sacarlo adelante, acaba contratando a un ayudante, reservado y misterioso pero muy capaz.
Las primeras veinte páginas de Undercurrent son sublimes y constituyen una unidad impecable que podría haber servido como excelente historia corta. En ellas, el autor consigue transmitir a la perfección la desazón que siente Kana, sus vacíos en los que está a solas con sus pensamientos. Asistimos a su día a día, vislumbramos sus preocupaciones con una narrativa muy sutil, y nos dejamos llevar por esas escenas mudas que no requieren de diálogos para transmitir.
Sin embargo, lo que empieza como una historia costumbrista la mar de bien llevada se metamorfosea paulatinamente en una suerte de thriller con secuestros, asesinatos y psicópatas que, además de precipitado no ha logrado interesarme. Si el objetivo del autor era esta intriga, no entiendo por qué se detiene tanto al principio ni por qué le dedica tanto espacio a un humor innecesario. Además, desaprovecha personajes que no sabemos muy bien por qué introduce, entiendo que el abuelo Sabu era necesario para darle un tono cómico a la historia pero creo que la podría haber enriquecido mucho más si, por ejemplo, el autor se hubiese explayado más en su relación conflictiva con la ley; lo mismo aplica para el joven pervertido que se presenta en el mismo capítulo, cuya aparición totalmente gratuita no contribuye en nada a la trama (a no ser que uno lo quiera considerar como desarrollo del personaje de Hori del que, de hecho, no sabemos prácticamente nada en ningún momento).
Lo que más me ha gustado de Undercurrent (aparte de las primeras 20 páginas) son, primero, las reflexiones de lo que realmente significa conocer a alguien y si llegamos a conseguirlo alguna vez y, segundo, el dibujo. Aunque es bastante simplón, creo que casa a la perfección con esta historia y, de hecho, el sentō, el mobiliario, los vehículos, el bosque... todo está dibujado con muchísimo detalle contribuyendo a esa inmersión en la lectura que nos proporciona Tetsuya Toyoda.
Algo que me ha sorprendido durante la lectura de este tomo es que en ningún momento se describe qué es un sentō (palabra que se utiliza constantemente excepto en la sinopsis, que la cambian por balneario así porque sí). De acuerdo que incluso para los que no lo supiesen ya de antes puede resultar obvio por el contexto pero aun así me parece chocante que mientras otras editoriales siguen explicando lo que significa sensei o -chan, en Milky Way nadie considerase oportuno hacer una pequeña nota de la traducción para aclarar que este concepto se refiere a un baño público, que es algo muy típico de Japón y que se está perdiendo poco a poco, que son matices que pueden incluso enriquecer la lectura ya que ayudan a contextualizar un poco la historia.
A Natsuru le interesa más el fútbol que las chicas lo que le lleva a ganarse sin querer la enemistad de la princesita de la clase y, con ella, la de todas las otras niñas. Es por eso que no se lo puede creer cuando Suzumura le dirige la palabra. Poco después se la encuentra de casualidad por la calle y acaba acompañándola hasta su casa donde parece que no viva ningún adulto pero es imposible que dos niños estén viviendo solos, ¿verdad?
Los Dioses Mienten refleja la esencia de la niñez: los niños por un lado y las niñas por otro, ellos obsesionados con el deporte mientras ellas les echan miradas de soslayo, unos acomplejados por no ser lo suficientemente altos mientras otras reciben burla precisamente por serlo demasiado y, sobre todo, una inocencia increíble junto con la más absoluta falta de malicia... al menos de parte de los protagonistas.
Si Natsuru y Suzumura ya son encantadores por separado, la relación entre ambos es preciosa. Realmente no me extraña que tanta gente alabe esta historia porque tiene una pureza que solo se puede conseguir con protagonistas tan jovencitos. El problema es que, a la vez y para hacerla realmente memorable, lo que caracteriza a Los dioses mienten es una crudeza, a mi modo de verlo, exagerada, que le arranca de forma inevitable las lágrimas al lector por la cadencia de los acontecimientos pero cuya desdicha me parece gratuita e injustificada. No le atribuyo ningún mérito al autor por inventarse algo capaz de revolverle las tripas a cualquiera.
El dibujo es una preciosidad, muy limpio y estilizado, muy apropiado para representar niños. Cumple de sobras su cometido y creo que encaja bien con esta historia. Como veis, no creo que sea un mal tomo, sencillamente creo que es el tipo de historia que se sustenta solo en "lo que ocurre" y no le da apenas importancia a los personajes en sí, al escenario, al diálogo interior, al mensaje, a nada. Más que leyendo un cómic, me he sentido como si viera una película. Formato mal escogido para lo que quiere contar.
Satoru desaparece sin dejar rastro abandonando así a su suerte a su mujer Kanae que deberá encargarse del negocio familiar, un sentō, ella sola. Sin saber si lo han secuestrado, si se ha suicidado o si simplemente se ha fugado, Kanae debe afrontar el día a día y los rumores en medio de ese desasosiego. Puesto que solo cuenta con la ayuda de una señora mayor y el sentō requiere mucho trabajo físico para sacarlo adelante, acaba contratando a un ayudante, reservado y misterioso pero muy capaz.
Las primeras veinte páginas de Undercurrent son sublimes y constituyen una unidad impecable que podría haber servido como excelente historia corta. En ellas, el autor consigue transmitir a la perfección la desazón que siente Kana, sus vacíos en los que está a solas con sus pensamientos. Asistimos a su día a día, vislumbramos sus preocupaciones con una narrativa muy sutil, y nos dejamos llevar por esas escenas mudas que no requieren de diálogos para transmitir.
Sin embargo, lo que empieza como una historia costumbrista la mar de bien llevada se metamorfosea paulatinamente en una suerte de thriller con secuestros, asesinatos y psicópatas que, además de precipitado no ha logrado interesarme. Si el objetivo del autor era esta intriga, no entiendo por qué se detiene tanto al principio ni por qué le dedica tanto espacio a un humor innecesario. Además, desaprovecha personajes que no sabemos muy bien por qué introduce, entiendo que el abuelo Sabu era necesario para darle un tono cómico a la historia pero creo que la podría haber enriquecido mucho más si, por ejemplo, el autor se hubiese explayado más en su relación conflictiva con la ley; lo mismo aplica para el joven pervertido que se presenta en el mismo capítulo, cuya aparición totalmente gratuita no contribuye en nada a la trama (a no ser que uno lo quiera considerar como desarrollo del personaje de Hori del que, de hecho, no sabemos prácticamente nada en ningún momento).
Lo que más me ha gustado de Undercurrent (aparte de las primeras 20 páginas) son, primero, las reflexiones de lo que realmente significa conocer a alguien y si llegamos a conseguirlo alguna vez y, segundo, el dibujo. Aunque es bastante simplón, creo que casa a la perfección con esta historia y, de hecho, el sentō, el mobiliario, los vehículos, el bosque... todo está dibujado con muchísimo detalle contribuyendo a esa inmersión en la lectura que nos proporciona Tetsuya Toyoda.
Algo que me ha sorprendido durante la lectura de este tomo es que en ningún momento se describe qué es un sentō (palabra que se utiliza constantemente excepto en la sinopsis, que la cambian por balneario así porque sí). De acuerdo que incluso para los que no lo supiesen ya de antes puede resultar obvio por el contexto pero aun así me parece chocante que mientras otras editoriales siguen explicando lo que significa sensei o -chan, en Milky Way nadie considerase oportuno hacer una pequeña nota de la traducción para aclarar que este concepto se refiere a un baño público, que es algo muy típico de Japón y que se está perdiendo poco a poco, que son matices que pueden incluso enriquecer la lectura ya que ayudan a contextualizar un poco la historia.
A mi "Los dioses mienten" me sacó la vena sensible ¡y de que manera! T.T para mí fue una gran lectura (agridulce).
ResponderEliminarUndercurrent de momento no entra en mis planes.
Un saludo :)
Siento si fui una de las que te subió el hype con Los dioses mienten, a mí me enamoró el tomo y me tocó la patata. T^T
ResponderEliminarUndercurrent lo tengo pendiente pero ya voy con una idea más clara de lo que me voy a encontrar y lo agradezco, que tenía expectativas muy altas con los primeros comentarios que leí con su salida (y no sé si con su anuncio).
Sí, si a ver, Los dioses mienten está escrito para que te toque la patata... pero no sé, no lo veo.
EliminarY Undercurrent pues sí, es un manga distinto a lo que nos suele llegar, eso lo concedo, pero tampoco creo que sobresalga especialmente... más bien diría que se queda en un "quiero y no puedo"