Hace ya cinco años que leí 20th Century Boys y, aunque tengo varios tomos de Billy Bat en casa (que diría que van a caer más pronto que tarde), no había vuelto a leer nada de Naoki Urasawa hasta ahora. Hacía tiempo que le tenía el ojo echado a Pluto pero esperaba una buena oferta para hacerme con ella del tirón.
Montblanc, uno de los robots más avanzados y poderosos de todo el mundo, es brutalmente asesinado. Su muerte conmociona a la humanidad, ya que se trataba de un robot amado por muchos. De forma simultánea, el activista por los derechos de los robots Bernard Ranke es asesinado en su domicilio. En ambos casos, el agresor ha clavado lo que tenía más a mano en las cabezas de sus víctimas, a modo de cuernos. El inspector alemán robótico Gesicht, de la Europol, es asignado a ambos casos, que se creen perpetrados por el mismo agresor. Sin embargo, sólo un robot podría haber acabado con Montblanc mientras que la ley robótica prohíbe matar humanos... como Ranke.
Empecé a leer Pluto sin tener ni idea de su argumento y con la muy vaga idea de que era una especie de oda a Astroboy. Es por eso que el mero hecho de que Gesicht sea también un robot, un dato que se revela en el primer capítulo, ya me dejó boquiabierta. En ese sentido, Pluto es una lectura inmersiva sin ningún preámbulo en la que tan solo descubrimos hasta qué punto los robots se han integrado en la sociedad a base de noticias escuchadas de fondo (leídas en un rincón de una viñeta) o a diálogos casuales que no son relevantes para la trama en sí sino más bien para situar sutilmente al lector en el futuro que nos plantea Urasawa.
Como ya me pasara con 20th Century Boys, desde que empecé hasta que terminé este manga tuve una sensación como de intranquilidad, quizá acentuada por una de esas casualidades misteriosas que hizo que justo el día en que me decidí a abrir su primer tomo el doodle de google estuviese dedicado al 229º aniversario de la primera ascensión al Mont Blanc, siendo este el nombre del primer robot asesinado que aparece en el cómic. Pero, con coincidencia o sin ella, Urasawa se desenvuelve a la perfección en este tipo de tramas que se sustentan en la insinuación y la ambigüedad, que permiten mantener al lector en vilo hasta el final. Se sirve de escenas borrosas, contornos poco definidos, nombres en clave que no designan nada en concreto pero que aparecen de forma reiterada a lo largo de la obra como el consabido Bora... y va arrojando respuestas al lector de modo que no se sienta defraudado pero siempre guardándose alguna pieza del rompecabezas para mantener la intriga. En mi opinión, se trata de un equilibrio muy precario que pocos autores saben manejar, y Urasawa es uno de ellos claro.
Pero, más que la trama policíaco-detectivesca en sí, lo que más me ha gustado del manga son las divagaciones sobre qué diferencia un humano de una inteligencia artificial "perfecta". Para empezar, el autor se sustenta en las tan explotadas leyes de la robótica de Asimov (¿alguien dijo genio?), en especial en aquella que dicta que un robot no puede, bajo ninguna circunstancia, matar a un ser humano. Pero por mucho que esta sea una de las primeras normas del manga que introduce, acto seguido nos presenta a Blau 1589, el primer y único robot de la historia en cometer un asesinato. No solo eso sino que la investigación de las muertes sucesivas tanto de robots famosos como de humanos ligados a su desarrollo y derechos parece apuntar a un ente robótico, por imposible que ello pueda parecer.
Es en este punto cuando entran en escena Astroboy y su hermana Uran que parecen más humanos que los propios humanos. Para mí, la verdadera historia de este manga no es quién es el asesino, qué es Bora o qué se esconde tras el apocalíptico sobrenombre de Pluto sino más bien cómo distintos robots de última generación interaccionan con las personas y evolucionan. ¿Puede un robot soñar? ¿Llorar? ¿Amar? ¿Tener hijos? Desde el punto de vista de un ingeniero, ¿cuál es la última frontera para desarrollar un robot perfecto? Es más, ¿qué se puede considerar perfección? Para algunos puede que sea un ente capaz de cualquier cosa pero, para otros, quizá sería uno que simule perfectamente el comportamiento humano y que, por lo tanto, sea indistinguible de nosotros mismos.
A este respecto, un tema central de Pluto es la guerra. La guerra de las grandes potencias, la que tiene propaganda, en la que se siegan muchas vidas inocentes, en la que hay muchos intereses cruzados. Al fin y al cabo, Osamu Tezuka vivió de primera mano la Segunda Guerra Mundial y Naoki Urasawa le homenajea, en parte, reflejando el horror que representa este tipo de conflicto ya no solo desde el punto de vista humanitario tradicional sino también desde el robótico. Una más de las ideas brillantes que aparecen en Pluto es la escenificación de un claro estrés post-traumático (aunque nunca se mencione como tal)... ¡desarrollado por robots! Por si todo esto fuera poco, el autor también se explaya en cuestiones de racismo, con un escenario tan espléndido para retratarlo al haber una dicotomía tan clara entre humanos y robots (una frontera que nunca podremos alzar entre etnias distintas).
A pesar de que las interesantes reflexiones filosóficas estén acompañadas de una trama trepidante, lo cierto es que Urasawa me ha decepcionado en cierto modo por varios detalles algo descuidados como la reiteración de ideas clave que, al final, se me hizo pesada e innecesaria. No hacía falta que lo diese todo tan masticado para que pudiese entenderse. En cambio, hay una parte de la trama que desde el primer tomo se mantiene en una intriga absoluta y que, aunque se soluciona en la última escena, nunca llega a explicarse del todo. También hay ciertos detalles de los robots legendarios que se mencionan en el cómic que van más allá de lo que uno puede concebir como factible y eso, para mí, le resta enteros a una historia hasta entonces muy rigurosa y realista.
Por último, me gustaría aclarar que nunca he visto ni leído Astroboy, que es algo que me preocupaba ligeramente antes de empezar a leer Pluto. Puedo decir ahora con perspectiva a todos los que se encuentren en mi misma situación que no os vais a perder nada de la historia por no conocer su predecesora. Básicamente hay muchos guiños y los diseños de personajes, aunque se ajusten al cien por cien al estilo de Urasawa, son adaptaciones de los originales de Tezuka. Además, casi todos los tomos tienen al final un par de páginas en los que distintos autores y editores comentan cómo vivieron la publicación de Pluto para el aniversario de Astroboy, todo un acontecimiento en Japón.
Como espero haber reflejado en esta reseña, Pluto es un manga breve pero denso, enigmático pero nítido en su desenlace y, sobre todo, rico en temáticas y reflexiones que, por mucho que se construyan en un futuro intangible, se pueden trasladar sin ningún problema a nuestra realidad actual.
Montblanc, uno de los robots más avanzados y poderosos de todo el mundo, es brutalmente asesinado. Su muerte conmociona a la humanidad, ya que se trataba de un robot amado por muchos. De forma simultánea, el activista por los derechos de los robots Bernard Ranke es asesinado en su domicilio. En ambos casos, el agresor ha clavado lo que tenía más a mano en las cabezas de sus víctimas, a modo de cuernos. El inspector alemán robótico Gesicht, de la Europol, es asignado a ambos casos, que se creen perpetrados por el mismo agresor. Sin embargo, sólo un robot podría haber acabado con Montblanc mientras que la ley robótica prohíbe matar humanos... como Ranke.
Empecé a leer Pluto sin tener ni idea de su argumento y con la muy vaga idea de que era una especie de oda a Astroboy. Es por eso que el mero hecho de que Gesicht sea también un robot, un dato que se revela en el primer capítulo, ya me dejó boquiabierta. En ese sentido, Pluto es una lectura inmersiva sin ningún preámbulo en la que tan solo descubrimos hasta qué punto los robots se han integrado en la sociedad a base de noticias escuchadas de fondo (leídas en un rincón de una viñeta) o a diálogos casuales que no son relevantes para la trama en sí sino más bien para situar sutilmente al lector en el futuro que nos plantea Urasawa.
Como ya me pasara con 20th Century Boys, desde que empecé hasta que terminé este manga tuve una sensación como de intranquilidad, quizá acentuada por una de esas casualidades misteriosas que hizo que justo el día en que me decidí a abrir su primer tomo el doodle de google estuviese dedicado al 229º aniversario de la primera ascensión al Mont Blanc, siendo este el nombre del primer robot asesinado que aparece en el cómic. Pero, con coincidencia o sin ella, Urasawa se desenvuelve a la perfección en este tipo de tramas que se sustentan en la insinuación y la ambigüedad, que permiten mantener al lector en vilo hasta el final. Se sirve de escenas borrosas, contornos poco definidos, nombres en clave que no designan nada en concreto pero que aparecen de forma reiterada a lo largo de la obra como el consabido Bora... y va arrojando respuestas al lector de modo que no se sienta defraudado pero siempre guardándose alguna pieza del rompecabezas para mantener la intriga. En mi opinión, se trata de un equilibrio muy precario que pocos autores saben manejar, y Urasawa es uno de ellos claro.
Pero, más que la trama policíaco-detectivesca en sí, lo que más me ha gustado del manga son las divagaciones sobre qué diferencia un humano de una inteligencia artificial "perfecta". Para empezar, el autor se sustenta en las tan explotadas leyes de la robótica de Asimov (¿alguien dijo genio?), en especial en aquella que dicta que un robot no puede, bajo ninguna circunstancia, matar a un ser humano. Pero por mucho que esta sea una de las primeras normas del manga que introduce, acto seguido nos presenta a Blau 1589, el primer y único robot de la historia en cometer un asesinato. No solo eso sino que la investigación de las muertes sucesivas tanto de robots famosos como de humanos ligados a su desarrollo y derechos parece apuntar a un ente robótico, por imposible que ello pueda parecer.
Es en este punto cuando entran en escena Astroboy y su hermana Uran que parecen más humanos que los propios humanos. Para mí, la verdadera historia de este manga no es quién es el asesino, qué es Bora o qué se esconde tras el apocalíptico sobrenombre de Pluto sino más bien cómo distintos robots de última generación interaccionan con las personas y evolucionan. ¿Puede un robot soñar? ¿Llorar? ¿Amar? ¿Tener hijos? Desde el punto de vista de un ingeniero, ¿cuál es la última frontera para desarrollar un robot perfecto? Es más, ¿qué se puede considerar perfección? Para algunos puede que sea un ente capaz de cualquier cosa pero, para otros, quizá sería uno que simule perfectamente el comportamiento humano y que, por lo tanto, sea indistinguible de nosotros mismos.
A este respecto, un tema central de Pluto es la guerra. La guerra de las grandes potencias, la que tiene propaganda, en la que se siegan muchas vidas inocentes, en la que hay muchos intereses cruzados. Al fin y al cabo, Osamu Tezuka vivió de primera mano la Segunda Guerra Mundial y Naoki Urasawa le homenajea, en parte, reflejando el horror que representa este tipo de conflicto ya no solo desde el punto de vista humanitario tradicional sino también desde el robótico. Una más de las ideas brillantes que aparecen en Pluto es la escenificación de un claro estrés post-traumático (aunque nunca se mencione como tal)... ¡desarrollado por robots! Por si todo esto fuera poco, el autor también se explaya en cuestiones de racismo, con un escenario tan espléndido para retratarlo al haber una dicotomía tan clara entre humanos y robots (una frontera que nunca podremos alzar entre etnias distintas).
A pesar de que las interesantes reflexiones filosóficas estén acompañadas de una trama trepidante, lo cierto es que Urasawa me ha decepcionado en cierto modo por varios detalles algo descuidados como la reiteración de ideas clave que, al final, se me hizo pesada e innecesaria. No hacía falta que lo diese todo tan masticado para que pudiese entenderse. En cambio, hay una parte de la trama que desde el primer tomo se mantiene en una intriga absoluta y que, aunque se soluciona en la última escena, nunca llega a explicarse del todo. También hay ciertos detalles de los robots legendarios que se mencionan en el cómic que van más allá de lo que uno puede concebir como factible y eso, para mí, le resta enteros a una historia hasta entonces muy rigurosa y realista.
Por último, me gustaría aclarar que nunca he visto ni leído Astroboy, que es algo que me preocupaba ligeramente antes de empezar a leer Pluto. Puedo decir ahora con perspectiva a todos los que se encuentren en mi misma situación que no os vais a perder nada de la historia por no conocer su predecesora. Básicamente hay muchos guiños y los diseños de personajes, aunque se ajusten al cien por cien al estilo de Urasawa, son adaptaciones de los originales de Tezuka. Además, casi todos los tomos tienen al final un par de páginas en los que distintos autores y editores comentan cómo vivieron la publicación de Pluto para el aniversario de Astroboy, todo un acontecimiento en Japón.
Como espero haber reflejado en esta reseña, Pluto es un manga breve pero denso, enigmático pero nítido en su desenlace y, sobre todo, rico en temáticas y reflexiones que, por mucho que se construyan en un futuro intangible, se pueden trasladar sin ningún problema a nuestra realidad actual.
Yo con este autor tengo una relación amor/odio: tiene detalles que amo y otras que odio a partes iguales (por ejemplo sus finales no me suelen gustar) pero si me tengo que quedar con una de sus obras seria sin lugar a dudas con esta. Por temática, personajes, intrigas...
ResponderEliminarPara mi una obra totalmente imprescindible. Enorme.
ResponderEliminarSólo la he leído una vez y hace ya bastante así que no recuerdo los detalles que te "escamaron", ahora tengo excusa para la relectura.
Animate con Billy Bat! y con Monster! (de hecho antes con Monster que está terminada XD)
No es que sea una "oda", sino una nueva versión de una de las historias de Astroboy. Urasawa toma la base de aquella (robots asesinados por un ser desconocido) y la reinterpreta a modo de misterio/suspense con muchas más capas de complejidad. Gesicht y toda la trama detectivesca son originales del autor, perfectamente integrados en el caso principal.
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