Noragami, Blue Exorcist, Inu-yasha, Nura... no sé si habíais reparado en ello pero tengo cierta predilección por las obras de fantasía en las que aparecen seres sobrenaturales. Me valen tanto dioses como demonios y, precisamente, Kamisama Hajimemashita es de las pocas obras que mezcla ambos. Kamisama Kiss para Alemania, Italia, Estados Unidos y otros países anglófonos, Divine Nanami para Francia y "¿shôjo de 25 tomos? venga hombre" para España (le hago ojitos a ECC sin muchas esperanzas pero de ilusión también se vive). Se publicó originalmente en la Hana to Yume (Hakusensha) de 2008 a 2016 recopilando, como decía, 25 tomos.
Por mucho que Nanami sepa que su padre no tiene remedio y que tiene que seguir ocultándole el dinero para que no lo apueste todo, no esperaba que la abandonara dejándola de patitas en la calle estando aún en el instituto. Mientras se resigna a pasar la noche al raso, se encuentra con un hombre muy extraño que, tras besarla en la frente, la insta a acercarse al templo Mikage, donde podrá vivir a partir de entonces y, después de eso, desaparece. Nanami se dirige hacia allí sin mucho convencimiento y, nada más llegar, es atacada por una criatura diabólica.
Kamisama Kiss es un manga que, en mi opinión, tanto bebe del típico shōnen de aventuras como del tópico shōjo de instituto. Por un lado, tiene varios arcos argumentales que se suceden mientras la trama avanza poco a poco (no olvidemos que raramente* un shōjo alcanza los 25 tomos de publicación), con numerosos enemigos sobrenaturales a los que vencer, metas que alcanzar y un gran villano final que derrotar. Por el otro, se entrelaza el romance imposible entre la protagonista, humana, y su sirviente, demonio, con un desarrollo lento y sosegado, algún que otro malentendido y una visión muy pura y extrema del amor.
En cuanto al desarrollo de la trama, puede que Kamisama Kiss no destaque especialmente debido a lo desiguales que son los distintos arcos. La autora quiere contarnos muchas cosas y darle una profundidad a los hechos que no le permite el ritmo de publicación. Es por eso que la resolución de más de una de las tramas puede parecer prematura, con finales anticlimáticos, como si la autora tuviese prisa por acabar con un determinado arco para poder pasar cuánto antes al siguiente. Lo que alabé en mi reseña de El Juguete de los Niños se convierte en un defecto en una obra coral con tantísimos personajes y un universo tan basto.
El romance entre Nanami y Tomoe es lo que me quita el hipo y me ha enganchado tantísimo a la lectura de todos estos tomos. Es un amor incondicional, puro, radical. Es ese tipo de historia de amor predestinado, que todo lo puede, que no se puede romper, que se convierte en la fuerza motriz de ambos enamorados. Pero se trata a la vez de un amor lento, que germina poco a poco, que evoluciona, que hace crecer a los personajes. Algo que me parece fascinante de los primeros tomos de Kamisama Kiss es que Nanami aprovecha su posición como diosa y obliga a Tomoe a hacer lo que ella quiera para disgusto del primero. Tomoe está asqueado, aborrece tener que obedecerla, la ve como un ser extremadamente frágil, que puede morir a la primera de cambio.
Mucho más tarde, cuando acaba por caer rendido a sus pies y se vuelve celoso y sobreprotector ya me desencanté un poco (bastante) pero se lo perdono (más o menos) a la autora porque es un demonio que ha vivido varios siglos y sus motivos tiene para ser un poco posesivo... pero tampoco habría estado de más una relación un pelín más sana. De hecho, aunque Tomoe es un peligro andante y es de los personajes más posesivos que he leído nunca, casi me molesta más la actitud despreocupada de Nanami, demasiado Mary Sue y con el mismo instinto de supervivencia que tenía Hiyori en Noragami... Me hubiese gustado un epílogo en el que aprendieran a tener una relación adulta más madura la verdad.
Donde brilla Julietta Suzuki es en el diseño y construcción de personajes y en su forma de tejer las relaciones entre unos y otros. Para comenzar, y aunque pueda parecerlo por el plantel de personajes principales, Kamisama Kiss no es un shojo harem. Aparecen diversos dioses (que no parecen susceptibles de experimentar sentimientos tan terrenales) y demonios, prácticamente todos de género masculino, que en ningún caso muestran interés en la protagonista. Al contrario, las relaciones que más entrañables me han parecido son las que van más allá del amor romántico.
Mitsuki es un familiar (no me entusiasma la traducción pero no sé de qué otra forma referirme a este término) de Nanami. La diosa original que le dio vida desapareció al perder todos sus creyentes por lo que estuvo solo durante décadas preservando el espejismo del templo en que convivieron ambos durante siglos. Al conocer su historia, Nanami se apiada de él y decide convertirlo en su familiar para acogerlo en el templo Mikage. Esta decisión la convierte en responsable de Mitsuki ya que, más que una simple amiga o amante, la diosa en prácticas se convierte en una segunda madre para el shikigami.
Aunque quizá sea la amistad inquebrantable entre Tomoe y Akura-ou la que emerge como la más insólita dentro del género, madurando y perdurando con el devenir de los siglos, tras muchas peleas y malentendidos. Akura-ou es el paradigma de la falta de moral, es un ser que desde su omnipotencia no puede comprender a los tan débiles e inferiores seres que son los humanos desde su punto de vista. Lo que me parece precioso de Kamisama es que todos los entes sobrenaturales que aparecen, ya sean yokais o shikigamis, no tienen ningún tipo de moral ni de ética, no son humanos y, por ello, actúan a menudo de forma impulsiva, sin rastro de empatía, con la crueldad y el egoísmo de los niños pequeños.
En definitiva, Kamisama Kiss me ha encandilado por sus personajes. Toma como base infinitos clichés y motivos repetidos sin cesar (aunque nunca hasta la saciedad) en el manga pero enseguida se desmarca con esas relaciones que comento a lo largo de la entrada haciendo de su lectura una experiencia de lo más disfrutable. Si alguna editorial se animase a licenciarlo en España, me lo compraría sin dudar.
*Sí, sé que Akatsuki no Yona lleva ya 26 y ni siquiera está terminada pero estaremos de acuerdo en que la proporción de obras de demografía shôjo licenciadas en España de esta longitud es más bien ínfima.
Por mucho que Nanami sepa que su padre no tiene remedio y que tiene que seguir ocultándole el dinero para que no lo apueste todo, no esperaba que la abandonara dejándola de patitas en la calle estando aún en el instituto. Mientras se resigna a pasar la noche al raso, se encuentra con un hombre muy extraño que, tras besarla en la frente, la insta a acercarse al templo Mikage, donde podrá vivir a partir de entonces y, después de eso, desaparece. Nanami se dirige hacia allí sin mucho convencimiento y, nada más llegar, es atacada por una criatura diabólica.
Kamisama Kiss es un manga que, en mi opinión, tanto bebe del típico shōnen de aventuras como del tópico shōjo de instituto. Por un lado, tiene varios arcos argumentales que se suceden mientras la trama avanza poco a poco (no olvidemos que raramente* un shōjo alcanza los 25 tomos de publicación), con numerosos enemigos sobrenaturales a los que vencer, metas que alcanzar y un gran villano final que derrotar. Por el otro, se entrelaza el romance imposible entre la protagonista, humana, y su sirviente, demonio, con un desarrollo lento y sosegado, algún que otro malentendido y una visión muy pura y extrema del amor.
En cuanto al desarrollo de la trama, puede que Kamisama Kiss no destaque especialmente debido a lo desiguales que son los distintos arcos. La autora quiere contarnos muchas cosas y darle una profundidad a los hechos que no le permite el ritmo de publicación. Es por eso que la resolución de más de una de las tramas puede parecer prematura, con finales anticlimáticos, como si la autora tuviese prisa por acabar con un determinado arco para poder pasar cuánto antes al siguiente. Lo que alabé en mi reseña de El Juguete de los Niños se convierte en un defecto en una obra coral con tantísimos personajes y un universo tan basto.
El romance entre Nanami y Tomoe es lo que me quita el hipo y me ha enganchado tantísimo a la lectura de todos estos tomos. Es un amor incondicional, puro, radical. Es ese tipo de historia de amor predestinado, que todo lo puede, que no se puede romper, que se convierte en la fuerza motriz de ambos enamorados. Pero se trata a la vez de un amor lento, que germina poco a poco, que evoluciona, que hace crecer a los personajes. Algo que me parece fascinante de los primeros tomos de Kamisama Kiss es que Nanami aprovecha su posición como diosa y obliga a Tomoe a hacer lo que ella quiera para disgusto del primero. Tomoe está asqueado, aborrece tener que obedecerla, la ve como un ser extremadamente frágil, que puede morir a la primera de cambio.
Mucho más tarde, cuando acaba por caer rendido a sus pies y se vuelve celoso y sobreprotector ya me desencanté un poco (bastante) pero se lo perdono (más o menos) a la autora porque es un demonio que ha vivido varios siglos y sus motivos tiene para ser un poco posesivo... pero tampoco habría estado de más una relación un pelín más sana. De hecho, aunque Tomoe es un peligro andante y es de los personajes más posesivos que he leído nunca, casi me molesta más la actitud despreocupada de Nanami, demasiado Mary Sue y con el mismo instinto de supervivencia que tenía Hiyori en Noragami... Me hubiese gustado un epílogo en el que aprendieran a tener una relación adulta más madura la verdad.
Donde brilla Julietta Suzuki es en el diseño y construcción de personajes y en su forma de tejer las relaciones entre unos y otros. Para comenzar, y aunque pueda parecerlo por el plantel de personajes principales, Kamisama Kiss no es un shojo harem. Aparecen diversos dioses (que no parecen susceptibles de experimentar sentimientos tan terrenales) y demonios, prácticamente todos de género masculino, que en ningún caso muestran interés en la protagonista. Al contrario, las relaciones que más entrañables me han parecido son las que van más allá del amor romántico.
Mitsuki es un familiar (no me entusiasma la traducción pero no sé de qué otra forma referirme a este término) de Nanami. La diosa original que le dio vida desapareció al perder todos sus creyentes por lo que estuvo solo durante décadas preservando el espejismo del templo en que convivieron ambos durante siglos. Al conocer su historia, Nanami se apiada de él y decide convertirlo en su familiar para acogerlo en el templo Mikage. Esta decisión la convierte en responsable de Mitsuki ya que, más que una simple amiga o amante, la diosa en prácticas se convierte en una segunda madre para el shikigami.
Aunque quizá sea la amistad inquebrantable entre Tomoe y Akura-ou la que emerge como la más insólita dentro del género, madurando y perdurando con el devenir de los siglos, tras muchas peleas y malentendidos. Akura-ou es el paradigma de la falta de moral, es un ser que desde su omnipotencia no puede comprender a los tan débiles e inferiores seres que son los humanos desde su punto de vista. Lo que me parece precioso de Kamisama es que todos los entes sobrenaturales que aparecen, ya sean yokais o shikigamis, no tienen ningún tipo de moral ni de ética, no son humanos y, por ello, actúan a menudo de forma impulsiva, sin rastro de empatía, con la crueldad y el egoísmo de los niños pequeños.
En definitiva, Kamisama Kiss me ha encandilado por sus personajes. Toma como base infinitos clichés y motivos repetidos sin cesar (aunque nunca hasta la saciedad) en el manga pero enseguida se desmarca con esas relaciones que comento a lo largo de la entrada haciendo de su lectura una experiencia de lo más disfrutable. Si alguna editorial se animase a licenciarlo en España, me lo compraría sin dudar.
*Sí, sé que Akatsuki no Yona lleva ya 26 y ni siquiera está terminada pero estaremos de acuerdo en que la proporción de obras de demografía shôjo licenciadas en España de esta longitud es más bien ínfima.