Tengo la espantosa costumbre de no releer nunca ningún manga (ni nada en general). Esto se debe principalmente a la ingente cantidad de tomos sin leer (ninguna vez) que tengo en casa... pero hay ciertas obras que guardo con mucho cariño porque las leí justo cuando descubrí que el manga existía como tal. El juguete de los niños es una joya que editó Planeta entre noviembre de 2002 y septiembre de 2003 (no ha llovido ni nada desde entonces eh) y que se publicó originalmente en Japón entre 1994 y 1998. Se trata de la obra más célebre de Miho Obana, una mangaka que goza de un muy merecido reconocimiento en su país natal pero que, desgraciadamente, pasó muy desapercibida en España... y eso que Planeta llegó a publicar dos obras suyas más: Manos Entrelazadas y La casa del agua.
A pesar de su corta edad, a los once años Sana ya es toda una celebridad y se las apaña día a día para compaginar su trabajo como actriz infantil y modelo con las clases en el colegio. Contra todo pronóstico, su mayor reto se materializa en Akito Hayama, un compañero muy problemático, cabecilla de todos los niños de la clase, con el único objetivo de hacerle la vida imposible a la profesora. Su actitud en el colegio choca frontalmente con el carácter abierto y directo de Sana, que no tiene ninguna intención de asistir al sabotaje de sus clases día sí y día también. Pero, ¿cómo hará para pararle los pies a un gamberro como Hayama?
Empecé la relectura con un poco de miedo porque, por muy buen recuerdo que guardase de este manga, el caso es que lo leí cuando tenía entre 13 y 14 años... época en la que, por cierto, me impactó muchísimo. Y la verdad es que en ningún caso esperaba volver a acabar tan satisfecha con una obra que se publicó originalmente hace más de 20 años, ¡ha envejecido sorprendentemente bien! Los shôjos con un componente humorístico de peso no me suelen gustar mucho (capitaneando la lista de lecturas dejadas a medias para siempre jamás obras tan bien valoradas como Instituto Ouran Host Club y Kaichou wa Maid-sama) pero Miho Obana me gana enseguida con su punto de partida tan absurdo ya que, como lectora, lo único que puede hacer una es reírse.
Empecé la relectura con un poco de miedo porque, por muy buen recuerdo que guardase de este manga, el caso es que lo leí cuando tenía entre 13 y 14 años... época en la que, por cierto, me impactó muchísimo. Y la verdad es que en ningún caso esperaba volver a acabar tan satisfecha con una obra que se publicó originalmente hace más de 20 años, ¡ha envejecido sorprendentemente bien! Los shôjos con un componente humorístico de peso no me suelen gustar mucho (capitaneando la lista de lecturas dejadas a medias para siempre jamás obras tan bien valoradas como Instituto Ouran Host Club y Kaichou wa Maid-sama) pero Miho Obana me gana enseguida con su punto de partida tan absurdo ya que, como lectora, lo único que puede hacer una es reírse.
El manga consta de diez tomos, detalle que no le impide a la autora presentar un total de seis arcos argumentales distintos (y correlativos, no se trata para nada de historias paralelas ni tampoco de una obra coral) en que hace sufrir sin piedad a su pareja protagonista. Me maravilla Miho Obana porque es muy resolutiva, exhibe una situación exageradamente dramática que cualquier otro autor podría extender durante tomos y tomos, incluso ser el principal motor argumental de un manga completo pero para Obana no, Obana le dedica tres o cuatro capítulos y a otra cosa mariposa, que si no los lectores aún podrían cansarse.
La mangaka destaca aquí por su habilidad para tratar elementos del más absoluto drama humano con humor. No se salva ningún personaje, todos tienen pasados de lo más dramáticos pero, sin embargo, se sobreponen y siguen hacia delante con optimismo, en especial Sana, la protagonista, que no se deja achantar por nada ni nadie. La autora aborda un sinfín de adversidades y traumas incluyendo el abandono, el maltrato físico, el acoso, la violencia de género, la ideación suicida, la depresión, el abuso de poder... E, insisto, los enfoca siempre desde un ángulo esperanzador, pasando muy rápidamente por la desdicha y centrándose enseguida en las estrategias para afrontar todos esos problemas. Sana se ríe de sí misma constantemente, le quita hierro al asunto y pasa página con ímpetu.
Esto no quita que como autora de shôjo que se precie, tire de ciertos clichés (odiosos) de esta demografía como son los malentendidos™. Aunque, por suerte, no abusa (demasiado) de este tipo de recursos (lo suficiente como para hacerme recordar mis entradas de tópicos...), no nos libramos de algún que otro poliedro amoroso ni tampoco de declaraciones de amor que se hacen de rogar mucho más de lo necesario. Todo esto lo compensa con un discurso que se marca la protagonista en que reflexiona sobre el amor y decide que no quiere tener pareja.
Puede que el aspecto en que peor ha envejecido la obra sea en todas esas connotaciones discriminatorias con múltiples comentarios homófobos y sexistas en que es difícil discernir lo que piensa la autora de aquello que pone en boca de sus personajes. En general sale bastante airosa de varias situaciones peliagudas con el desenfado de Sana que, al fin y al cabo, no se adecua a ningún molde preestablecido, rompiendo roles allá por donde pasa, y haciéndose famosa y querida por todos precisamente por eso. Quizá es por la nostalgia que me genera esta obra pero yo prefiero pensar que la autora se limitó a proyectar en El juguete de los niños todos aquellos juicios de valores que podría haber hecho cualquier japonés en la época para que luego pasara Sana con su apisonadora a restarle importancia.
Creo que lo he repetido hasta la saciedad pero Sana es una protagonista brutal. Es fuerte, decidida, espontánea, muy madura para algunas cosas y muy inmadura para otras, desinhibida, valiente, positiva, sincera... Sé que todas las protagonistas tienden a ser entre demasiado buenas o, directamente, perfectas pero Sana es una rara avis. De acuerdo, es demasiado madura para su edad en algunos aspectos, pero es que tiene un aplomo... no se amedrenta ante nada, no tiene reparo en pedir perdón cuando se da cuenta de que ha hecho algo mal, siempre tiene una sonrisa para todo el mundo, es ingeniosa, una no se cansa nunca de leer su última ocurrencia. Pero a la vez, no es para nada perfecta, que sea bondadosa no quiere decir que sea correcta (olvidad la imagen de Mary Sue que empezaba a emerger en vuestra cabeza), al contrario, es malhablada, torpe, egoista y un poco macarra incluso.
Hayama es el contrapunto perfecto para ella, con una infancia difícil, muy mal carácter, la más absoluta incapacidad para relacionarse con los demás, muy pagado de sí mismo, un prepotente que siempre se ha salido con la suya... hasta que conoce a Sana claro. Hayama es un personaje con muchos claroscuros ya que desde el principio tiene la potencialidad de convertirse en un gran antagonista y la evolución del personaje me parece muy interesante. La autora podría haberle llevado por derroteros muy distintos y el hecho de que lo haga madurar manteniendo su esencia me parece muy acertado.
A juzgar por la dirección que toma la trama en numerosas ocasiones diría que Miho Obana es una autora muy sensibilizada con los problemas sociales y psicológicos y que no deja nada al azar en sus historias. Pone mucho énfasis en el impacto emocional que pueden tener ciertas vivencias durante la infancia y aborda diversas formas de lidiar con dichas secuelas psicológicas. A pesar de la duración moderada de la obra, encontraréis desde la más absoluta negligencia hasta la sobreprotección patológica sin olvidar el maltrato infantil franco y los problemas que pueden derivar de cada tipo de crianza.
Esta relectura me ha hecho viajar en el tiempo, ya no solo por los recuerdos de cuando la leí por primera vez sino por la edición, totalmente desfasada. Quince años han pasado desde que saliese el primer tomo a la venta en España, lo que se traduce en una calidad pésima de la edición en todos sus aspectos: traducción, rotulación, impresión... Las páginas están mal cortadas, hay onomatopeyas sin traducir, descuidos que un corrector tendría que haber detectado antes de la impresión, la sinopsis en la contraportada del último tomo es la misma que en el primero... no acabaría nunca. Y algo que me llama mucho la atención, aunque las divisiones entre capítulos distintos son evidentes por las interrupciones en la trama, no hay portadillas. Esto es algo que caracteriza todas las ediciones manga (al menos las de shôjo) de la época y ha hecho que me pregunte si en los noventa no se realizaban portadillas para los capítulos. ¿O puede ser posible que en el momento de editar un manga en España se prescindiera de este material adicional para darle una mayor continuidad a la versión en tomo? Otra reliquia (esta positiva) son los numerosos free-talks que, de hecho, no terminé de leer... tenía demasiadas ganas de seguir con la trama principal como para hacer tantas interrupciones! Pero me reí bastante con los pocos que sí leí. Igual que con las portadas no sé si ya no aparecen en las salidas actuales por decisión editorial o porque ya no existen en la versión original japonesa.
Creo que Miho Obana es una autora peculiar, de esas que supo encontrar su nicho y crear un estilo que le es propio y que permite reconocerla en todas sus obras (y me refiero a algo que va mucho más allá de la estética). El mercado español de manga ha perdido una gran oportunidad al ignorar a esta autora estos últimos años, si supiera italiano me habría comprado todas sus obras ya. En caso de que se os presentara la oportunidad, os animo a comprar esta obra, es una lectura que deja poso.
La mangaka destaca aquí por su habilidad para tratar elementos del más absoluto drama humano con humor. No se salva ningún personaje, todos tienen pasados de lo más dramáticos pero, sin embargo, se sobreponen y siguen hacia delante con optimismo, en especial Sana, la protagonista, que no se deja achantar por nada ni nadie. La autora aborda un sinfín de adversidades y traumas incluyendo el abandono, el maltrato físico, el acoso, la violencia de género, la ideación suicida, la depresión, el abuso de poder... E, insisto, los enfoca siempre desde un ángulo esperanzador, pasando muy rápidamente por la desdicha y centrándose enseguida en las estrategias para afrontar todos esos problemas. Sana se ríe de sí misma constantemente, le quita hierro al asunto y pasa página con ímpetu.
Esto no quita que como autora de shôjo que se precie, tire de ciertos clichés (odiosos) de esta demografía como son los malentendidos™. Aunque, por suerte, no abusa (demasiado) de este tipo de recursos (lo suficiente como para hacerme recordar mis entradas de tópicos...), no nos libramos de algún que otro poliedro amoroso ni tampoco de declaraciones de amor que se hacen de rogar mucho más de lo necesario. Todo esto lo compensa con un discurso que se marca la protagonista en que reflexiona sobre el amor y decide que no quiere tener pareja.
Puede que el aspecto en que peor ha envejecido la obra sea en todas esas connotaciones discriminatorias con múltiples comentarios homófobos y sexistas en que es difícil discernir lo que piensa la autora de aquello que pone en boca de sus personajes. En general sale bastante airosa de varias situaciones peliagudas con el desenfado de Sana que, al fin y al cabo, no se adecua a ningún molde preestablecido, rompiendo roles allá por donde pasa, y haciéndose famosa y querida por todos precisamente por eso. Quizá es por la nostalgia que me genera esta obra pero yo prefiero pensar que la autora se limitó a proyectar en El juguete de los niños todos aquellos juicios de valores que podría haber hecho cualquier japonés en la época para que luego pasara Sana con su apisonadora a restarle importancia.
Creo que lo he repetido hasta la saciedad pero Sana es una protagonista brutal. Es fuerte, decidida, espontánea, muy madura para algunas cosas y muy inmadura para otras, desinhibida, valiente, positiva, sincera... Sé que todas las protagonistas tienden a ser entre demasiado buenas o, directamente, perfectas pero Sana es una rara avis. De acuerdo, es demasiado madura para su edad en algunos aspectos, pero es que tiene un aplomo... no se amedrenta ante nada, no tiene reparo en pedir perdón cuando se da cuenta de que ha hecho algo mal, siempre tiene una sonrisa para todo el mundo, es ingeniosa, una no se cansa nunca de leer su última ocurrencia. Pero a la vez, no es para nada perfecta, que sea bondadosa no quiere decir que sea correcta (olvidad la imagen de Mary Sue que empezaba a emerger en vuestra cabeza), al contrario, es malhablada, torpe, egoista y un poco macarra incluso.
Hayama es el contrapunto perfecto para ella, con una infancia difícil, muy mal carácter, la más absoluta incapacidad para relacionarse con los demás, muy pagado de sí mismo, un prepotente que siempre se ha salido con la suya... hasta que conoce a Sana claro. Hayama es un personaje con muchos claroscuros ya que desde el principio tiene la potencialidad de convertirse en un gran antagonista y la evolución del personaje me parece muy interesante. La autora podría haberle llevado por derroteros muy distintos y el hecho de que lo haga madurar manteniendo su esencia me parece muy acertado.
A juzgar por la dirección que toma la trama en numerosas ocasiones diría que Miho Obana es una autora muy sensibilizada con los problemas sociales y psicológicos y que no deja nada al azar en sus historias. Pone mucho énfasis en el impacto emocional que pueden tener ciertas vivencias durante la infancia y aborda diversas formas de lidiar con dichas secuelas psicológicas. A pesar de la duración moderada de la obra, encontraréis desde la más absoluta negligencia hasta la sobreprotección patológica sin olvidar el maltrato infantil franco y los problemas que pueden derivar de cada tipo de crianza.
Esta relectura me ha hecho viajar en el tiempo, ya no solo por los recuerdos de cuando la leí por primera vez sino por la edición, totalmente desfasada. Quince años han pasado desde que saliese el primer tomo a la venta en España, lo que se traduce en una calidad pésima de la edición en todos sus aspectos: traducción, rotulación, impresión... Las páginas están mal cortadas, hay onomatopeyas sin traducir, descuidos que un corrector tendría que haber detectado antes de la impresión, la sinopsis en la contraportada del último tomo es la misma que en el primero... no acabaría nunca. Y algo que me llama mucho la atención, aunque las divisiones entre capítulos distintos son evidentes por las interrupciones en la trama, no hay portadillas. Esto es algo que caracteriza todas las ediciones manga (al menos las de shôjo) de la época y ha hecho que me pregunte si en los noventa no se realizaban portadillas para los capítulos. ¿O puede ser posible que en el momento de editar un manga en España se prescindiera de este material adicional para darle una mayor continuidad a la versión en tomo? Otra reliquia (esta positiva) son los numerosos free-talks que, de hecho, no terminé de leer... tenía demasiadas ganas de seguir con la trama principal como para hacer tantas interrupciones! Pero me reí bastante con los pocos que sí leí. Igual que con las portadas no sé si ya no aparecen en las salidas actuales por decisión editorial o porque ya no existen en la versión original japonesa.
Creo que Miho Obana es una autora peculiar, de esas que supo encontrar su nicho y crear un estilo que le es propio y que permite reconocerla en todas sus obras (y me refiero a algo que va mucho más allá de la estética). El mercado español de manga ha perdido una gran oportunidad al ignorar a esta autora estos últimos años, si supiera italiano me habría comprado todas sus obras ya. En caso de que se os presentara la oportunidad, os animo a comprar esta obra, es una lectura que deja poso.
He leído muy poquitas cosas de Obana, pero sospecho que su obra influyó mucho en Tachibana Higuchi. ¿Qué opinas?
ResponderEliminarLo de las portadillas es bastante común y es algo que va más allá de los noventa y que ocurre en las versiones en tomo en Japón. No sé si va por autor, por editorial o cómo, pero por ejemplo en los mangas de Ikeda ocurre bastante. Aquí tenemos los casos de La Rosa de Versalles y La Ventana de Orfeo. Ninguno conserva las portadillas de revista… y es una pena. Se hace para darle agilidad/fluidez a la lectura, como comentas… pero no es algo que decidan las editoriales españolas, que yo sepa. Por otro lado, en algunos mangas, como la kanzenban (menciono esta edición porque es la que conozco) de Dragon Ball lo que se hace es que se ponen las portadillas al final, a modo de galería.
Uy, pues yo no he leído nada de Tachibana Higuchi así que poco puedo opinar... (AUNQUE sí tengo en casa los 20 tomos que llegó a publicar Glénat en su momento y quizá sea hora de echarles un ojo ahora que sé francés!)
EliminarSe me hace súper raro quitar las portadillas por dar continuidad porque los parones son tan evidentes que por mucho que las páginas sean correlativas no puedes no darte cuenta de donde está la separación entre capítulos ^^u Ahora tengo aún más curiosidad por saber quién toma la decisión.
Fíjate que yo tengo la kanzenban de Bola de Drac y no recordaba lo de la galería al final...!
Lo leí en su momento gracias a una amiga que se lo hizo y el recuerdo que tengo es fantástico, especialmente por como en ocasiones retorcía los tópicos del shojo. Me gustaría tener la ocasión de releerlo.
ResponderEliminarSi alguna editorial la reeditara en edición de lujo con traducción revisada me lo recompraba sin dudar ♥
Eliminar¡Ojala! me has dado una idea para una entrada en mi blog sobre mangas que deberían reeditarse -en mi opinión, evidentemente-
EliminarBuenas :)
ResponderEliminarPues tengo esta obra comprada desde hace más de un año (y posiblemente más de dos) por las buenas opiniones que leí de él en su momento. Si te soy sincera, lo único que recuerdo de esas opiniones es que lo ponían bien pero no la razón por la que destacaba el manga, quizá por eso aún no me he decididido a leerlo ^^U
Pero tras leer tu reseña la verdad es que me he venido arriba y creo que le voy a dar prioridad en cuanto termine el manga que estoy leyendo porque me he quedado con mucha curiosidad por saber cómo trata la autora todos esos temas.
Un beso
¡Pues me alegraría mucho si le dieses una oportunidad por mi reseña! A mí me pasa lo mismo con muchísimos títulos así que entiendo muy bien ese ansia por comprar algo de lo que todo el mundo habla maravillas pero luego no saber encontrar el momento para empezar a leer... OTL
Eliminar¡Espero que disfrutes de la lectura! ^_^
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarkodomo no omocha, qué recuerdos. Siempre me he preguntado porqué no se llegó a emitir el anime aquí, físicamente sana y hayama se parecían a yuu y miki pero en pequeño. El manga me encantó pero creo recordar que no me gustó demasiado el último arco.
ResponderEliminarYo ni sabía que existía anime hasta que busqué imágenes para la entrada, imagínate xD En realidad, tampoco llegaron taaantos títulos shôjo... Y lo que llegaba era más bien tirando hacia fantasía como Fushigi Yūgi o Card Captor Sakura... Marmalade Boy fue más excepción que otra cosa. A mí el último arco me encantó, no te negaré que es raro pero me gusta mucho la resolución y, desde luego, prefiero excentricidades de la autora a algún que otro cliché de otros arcos.
EliminarLa verdad es que me gustó más de lo esperado (pese a ir con recomendación XD). Coincido contigo en que Sana es genial y también me gustó mucho como "va per feina" y las tramas duran tan poquito; de hecho en alguna incluso demasiado poco!!!
ResponderEliminarCon lo que si que no coincidimos es con Hayama, a quien no soportaba para nada, odio bestial. Ojalá no saliera en el manga, para mi ganaría mucho, sólo Sana con sus cosas! XD
A mi más que el Arco final el que no me gustó fue el de un par antes... con los malentendidos y estas cosas. El final con la enfermedad loca esa (no recuerdo el nombre) también muy extraño, pero acaba funcionando bien.
En general muy bien vaya, vale la pena, corto y al grano XD
PD: mira que se editaba mal antes ¿eh?
Con lo bien construido que está Hayama!! Que además es un borde/pasota auténtico y no se ablanda con nadie xD En realidad sabes que si no fuera por él, el manga tendría la mitad de gracia =P
EliminarLo que más me encanta de Miho Obana es esas salidas que tiene, como en el arco final pero también en otros anteriores, que nunca te esperas por dónde va a salir ♥
PD: FATAL