Esta última tanda de últimas lecturas viene cargada de obras de periodicidades erráticas así que es posible que me repita demasiado con comentarios del tipo "casi no me acuerdo de qué pasó en el tomo anterior" o "qué pena que vayamos ya al ritmo de Japón" aunque prometo intentar contenerme.
Abro con Ataque a los Titanes, el shonen superventas que nunca pensé que fuese a engancharme tanto a estas alturas de mi vida. En este decimonoveno tomo (menos mal que el autor ya ha comentado que tiene intención de terminarla próximamente o estaríamos ante un nuevo Naruto...) prima la acción como creo que ya anticipé tras leer el tomo #18 (hace TANTO que lo leí/reseñé que podría haber dicho cualquier cosa). Que haya mucha pelea no quiere decir que sea un tomo sin complicadas y rebuscadas estrategias militares, por parte de ambos bandos, que me traen reminiscencias de los retorcidos escenarios hipotéticos que imaginaban los protagonistas de Death Note pero, al menos, nos libramos durante unos capítulos de la política intramuros (que está muy bien en su justa medida pero puede saturar si no se intercala con un poco de acción). Sin embargo, agradezco mucho ese factor de ""imprevisibilidad"" resultado del desconocimiento que tienen los soldados sobre los objetivos y habilidades de los titanes, imposibilitando de forma lógica que se anticipen a ciertos ataques y, sobre todo, a labilidades emocionales de sus contrincantes.
Como siempre, el autor nos lanza otro amago de asesinato (estoy un poco harta ya de asumir ciertas muertes para que luego me venga el autor con resurrecciones ""justificadas"" por la trama...). Y, como siempre también, seguimos igual de ignorantes, ninguna pregunta tiene todavía respuesta y el miedo a que después de tanta incursión y tanta rebelión el autor nos brinde con un final descafeinado, permanece. De momento, me deleito con el instinto asesino de Mikasa, un personaje que espero que tenga más desarrollo en próximos flashbacks y/o revelaciones.
Cambiando totalmente de tercio, Blue Exorcist va camino de convertirse en un nuevo D.Gray-Man, con su atrayente diseño de personajes, el humor desenfadado y unos claroscuros muy marcados aunque sobre todo lo digo por su desesperante periodicidad habiendo alcanzado ya un ritmo parece que fijo de dos tomos al año. Tras el final de la saga del kyubi, todo este tomo sigue siendo de transición y parece que a partir del #17 (¡que sale el mes que viene ya!) dará comienzo el siguiente, centrado en el personaje de Shura (auguro flashbacks lacrimógenos y amagos de secuestro a otro de los pocos personajes femeninos del manga... los tópicos son bien difíciles de evitar). Todos los personajes van madurando poco a poco: Konekomaru está diseñando una aplicación para identificar demonios (grande Kazue Kato aquí), Shiemi debe decidir a qué licencia de exorcista presentarse en el tan próximo examen, Suguro debe encontrar una ambición aunque sea a base de dejarse pisotear y menospreciar por Lightning adquiriendo el rol de aprendiz y subalterno por primera vez en su vida y Yukio da rienda suelta a su temeridad e instintos suicidas más obsesionado ahora que nunca con las palabras de Lucifer... Y Rin sigue como siempre, más feliz que una perdiz, siendo su mayor preocupación si Shiemi está enamorada de él o de su hermano (es adorable).
Aunque, para periodicidades que dan ganas de cortarse las venas está la siempre magnífica Bride Stories, que tiene el dudoso honor de haberme hecho leer scans compulsivamente ante mi absoluta incapacidad de esperar tantísimos meses para seguir leyendo las aventuras de Amira, Priya y compañía. En este tomo termina el arco de Anis y Shirin aunque me parece poco más que anecdótico y hasta anticlimático... creo que valía la pena saltarse la rigidez de fijar el número de páginas/capítulos por tomo para haber incluido este último capítulo al final del tomo anterior... tampoco es como si ocurriese gran cosa aunque supongo que esa es la gracia de este manga. Después de una pequeña intermisión zoológica (siempre estupenda) con... ¿antílopes? y un tigre, empieza el próximo arco, que se centra en mi personaje predilecto: Priya, una nueva joven en edad casadera. En esta ocasión, a parte del carácter entrañable de la chica y la buenísima pareja que hace con su pretendiente, es protagonista el ajuar que debe preparar la novia para su boda. Y ojo, porque hablamos de una cantidad ingente de ropa y tejidos para todo tipo de usos en el hogar que es esencial e indispensable haber preparado previamente a la boda. Por si esto fuese poco, cada uno de los enseres debe resultar atractivo a la vista por sus intrincados patrones. Es una tarea que conlleva la entera dedicación durante años. El encanto de esta trama es que Priya no soporta coser, lo que parece una anomalía entre el resto de muchachas de su edad, que aceptan su destino casi con alegría. Este drama lleva a un dilema interno fascinante de Priya que, por si no tuviera suficientes problemas con la destrucción de su ajuar debido a la reciente batalla con el antiguo clan de Amira, se tortura por su mal genio convencida de que debe ocultar su verdadera personalidad si aspira a resultar atractiva para su pretendiente. (((Y el próximo tomo será aún mucho mejor, ¡¡no puedo esperar!!)))
Pequeñas Mentiras Piadosas sigue alargándose cuál shonen de la Jump. A parte de que la trama no avanza, la narración de Kotomi Aoki es tan pero que TAN caótica que cada vez me cuesta más saber si una acción determinada tiene lugar en el presente, en el pasado, o en un punto intermedio que no acaba de ser un flashback propiamente dicho sino una acción que la autora se saltó sólo durante unos capítulos para recuperarla poco después e intercalarla luego con otras acciones del presente. No sé si esta estructura enrevesada convence a alguien (a su editor/a al menos parece que sí...) pero es una desafortunada novedad de Kano Uso, Secretos del Corazón se entendía perfectamente y era (más) interesante igual sin estos saltos. Es más, si PMP ha alcanzado los 22 tomos ha sido precisamente por esta narración desordenada que no hace otra cosa que estirar diálogos o conflictos que no deberían sobrepasar los dos o tres capítulos... Al final le da tantas vueltas a lo de la canción nueva que ya no sé qué tema ha compuesto quién. ((no os pongo ninguna viñeta reveladora de este tomo porque no está scanleado))
Y, para terminar, uno de los últimos manga que terminé en 2016: Flores Azules. Mis opiniones respecto a esta obra siempre han sido más bien ambiguas y ya no me puedo escaquear más: ha llegado el momento de decantarme. De nuevo, con el comienzo del séptimo tomo hay otro salto temporal con lo que las protagonistas pasan al tercer y último curso del instituto. De hecho, es un tomo en que el tiempo transcurre a una velocidad vertiginosa, incluso más rápido todavía que en los anteriores. Takako Shimura no se detiene en una narración continua y detallada de los hechos, ni siquiera se centra en aquellos más relevantes (estrategia muy habitual en el shôjo en el que sabemos que pasa el tiempo porque sus autoras van saltando de navidad a san valentín, de ahí al white day, la floración de cerezos, las vacaciones de verano... y los consabidos festivales culturales por supuesto), y es precisamente por eso que leer Flores Azules es una exquisitez. Su autora está únicamente interesada en las pequeñas cosas, en los diálogos cotidianos, en los puntos de inflexión en una relación. Por mucho que muchos de los personajes de esta historia pertenezcan a sus respectivos clubs de teatro, los ensayos y las representaciones en sí son lo de menos, no interesan y punto.
Flores Azules es un manga de relaciones interpersonales. Es evidente que la orientación sexual es un tema preponderante al que Takako Shimura se aproxima desde muchos puntos de vista distintos. Pero creo que en estos últimos tomos se normaliza bastante y abre paso para, por ejemplo, darle más protagonismo a la turbulenta relación de Kyôko tanto con su madre como con Kô. Y eso significa que no sólo nos adentramos en el pasado de Kyôko sino también en el de los personajes con los que interacciona para poder tener siempre esa visión global, sin sesgos de percepción, que caracteriza a la autora. Por mucho que Akira y Fumi sean protagonistas indiscutibles de la obra que me ocupa, la narración es coral, aportando así muchos matices. Dicho todo esto, vuelvo a ellas dos porque aunque no estaba muy convencida con el rumbo que estaba tomando su relación en los tomos anteriores, debo decir que la autora se las ingenió para satisfacer mis a veces demasiado exquisitos gustos. ¿Veredicto final? Flores Azules me parece un manga muy redondo, agradable de leer, profundo, que aborda sin reparos varios tabúes mostrando el desarrollo de la libido como algo natural y para nada algo de lo que nadie debiera avergonzarse. ¡Recomendado!
Flores Azules es un manga de relaciones interpersonales. Es evidente que la orientación sexual es un tema preponderante al que Takako Shimura se aproxima desde muchos puntos de vista distintos. Pero creo que en estos últimos tomos se normaliza bastante y abre paso para, por ejemplo, darle más protagonismo a la turbulenta relación de Kyôko tanto con su madre como con Kô. Y eso significa que no sólo nos adentramos en el pasado de Kyôko sino también en el de los personajes con los que interacciona para poder tener siempre esa visión global, sin sesgos de percepción, que caracteriza a la autora. Por mucho que Akira y Fumi sean protagonistas indiscutibles de la obra que me ocupa, la narración es coral, aportando así muchos matices. Dicho todo esto, vuelvo a ellas dos porque aunque no estaba muy convencida con el rumbo que estaba tomando su relación en los tomos anteriores, debo decir que la autora se las ingenió para satisfacer mis a veces demasiado exquisitos gustos. ¿Veredicto final? Flores Azules me parece un manga muy redondo, agradable de leer, profundo, que aborda sin reparos varios tabúes mostrando el desarrollo de la libido como algo natural y para nada algo de lo que nadie debiera avergonzarse. ¡Recomendado!
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