Hamaguchi entró a trabajar a una empresa textil nada más acabar el instituto pero no acaba de sentirse cómodo. La escogió pensando que podría contribuir en el diseño de los motivos de las prendas pero su trabajo real dista mucho de lo que tenía en mente y después de que lo utilicen como perro guardián de la hija del jefe se acaba hartando y decide irse a Tokio a trabajar como ayudante de un reconocido dibujante de manga. Desde el momento en que entra por primera vez en la oficina se verá irremediablemente atraído por un nuevo mundo en la gran ciudad, rodeado de gente de todo tipo y de muchas maneras de entender la vida.
Con la mente en El almanaque de mi padre, iba con grandes expectativas para leer este tomo único pero la verdad es que Un zoo en invierno ni se ha acercado a cumplirlas. De hecho, no fui capaz de leerlo del tirón de lo aburrida que me resultó su lectura. Sin ir más lejos, el protagonista, Hamaguchi, es desesperadamente insulso, tiene siempre la misma cara de amargado, y parece que su única función en la trama sea limitarse a observar como desfila su vida ante sus ojos. En ese sentido, el guión es mucho más manido de lo que esperaba: un chico joven con grandes aspiraciones pero sin experiencia ninguna que descubre la vida adulta casi a golpes, una historia familiar suficientemente turbia y un primer amor idealizado. Es como un Bakuman versión reducida, versión seinen, versión costumbrista (ironías de la vida, ambos manga empezaron a publicarse en Japón el mismo año, 2008).
En su defensa reconozco sin embargo la verosimilitud con la que Taniguchi imprimió la naturaleza humana en sus emociones más reveladoras, en especial la envidia. Creo que es un pecado capital que se suele representar de forma caricaturesca, como si los autores pretendieran convencernos de que se trata de un sentimiento reservado a los villanos, en los que aparece de forma exacerbada. La envidia de Hamaguchi es tan real que casi duele sentirse tan identificado cuando se es incapaz de alegrarse por la felicidad ajena, todo lo contrario, no hace más que poner de manifiesto la propia mala fortuna (o ineptitud en este caso). Otro de esos pequeños detalles que siempre se agradecen es el momento en que Hamaguchi dibuja por primera vez un desnudo y no sólo siente vergüenza y le cuesta mirar fijamente a la modelo para tomar referencias sino que tiene una erección. De nuevo una verdad quizás incómoda que raramente queda reflejada en la ficción.
No me juzguéis por mi nula habilidad haciendo fotos |
Este manga me ha resultado dolorosamente encorsetado, repleto de clichés que me exasperan, como el de la japonesita delicada de salud (cuya supuesta enfermedad nunca se especifica) desde siempre. Muchas de las situaciones que se narran hacen gala de una mentalidad que me cuesta mucho comprender, ya no sé si porque es japonesa, porque es de los años sesenta o del tiempo de post-guerra o por qué. El caso es que no acierto a comprender la motivación de los personajes, todos se me antojan entre vacíos y balas perdidas. Tanto es así que por mucho dramatismo que Taniguchi pretendiese imprimir a sus personajes, no podría haberme dejado más fría.
No dejo de estar sorprendida ante mi decepción ya que he disfrutado mucho de obras con un corte similar. En El Gran Gatsby también es protagonista un joven pasivo que deja que la vida tome su rumbo, y no al revés, pero la narración no tiene nada que ver. En Solanin también se encuentra el dilema del joven adulto que debe incorporarse al mercado laboral rechazando aquello que realmente le llena, pero los personajes tienen muchísima más personalidad, el dibujo es una delicia y la narración evoca una barbaridad de emociones. Las encuentro alternativas mucho más disfrutables a este zoo invernal.
No dejo de estar sorprendida ante mi decepción ya que he disfrutado mucho de obras con un corte similar. En El Gran Gatsby también es protagonista un joven pasivo que deja que la vida tome su rumbo, y no al revés, pero la narración no tiene nada que ver. En Solanin también se encuentra el dilema del joven adulto que debe incorporarse al mercado laboral rechazando aquello que realmente le llena, pero los personajes tienen muchísima más personalidad, el dibujo es una delicia y la narración evoca una barbaridad de emociones. Las encuentro alternativas mucho más disfrutables a este zoo invernal.
Taniguchi es uno de mis autores favoritos, pero este aún no lo he leído. Aunque a ti no te haya convencido le daré una oportunidad para formarme mi propia opinión.
ResponderEliminarBien hecho =) ¡Ojalá a ti te guste más que a mí!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminaray, que lástima que no te gustara, vaya recomendación más fallida :(((
ResponderEliminara mi si me encantó, y al descubrir luego que era autobiográfica todavía hizo que me gustara más.
ahora los pánicos al recomendarte algo se incrementarán XDDDDDDDDDD por suerte creo que es la 1a vez que fallo ó_ò