Si no fuese porque su autora no se anima a darle final (a pesar de que está anunciado desde hace meses) os diría que Silver Spoon nunca falla. En este tomo, la hípica es protagonista y podemos ver lo mucho que ha mejorado Hachiken montando a caballo desde que entró en la escuela... o no. Paralelamente, sigue adelante explotando nuevas ideas para su empresa, experimentando con nuevos tipos de pizza gracias a la infraestructura gratuita que proporciona la escuela. Lo de hacer pizza con patata me hizo mucha gracia pero más divertido todavía me pareció cuando encontramos pizza con patata estas vacaciones! Y, por supuesto, cada uno de los personajes va avanzando a su propio ritmo: Aki consigue la carta de recomendación para entrar a la universidad, el hermano de Hachiken va a ser padre, sus padres le siguen la pista de cerca e Ichiro ahorra sin parar pero ¿para qué? Las esperas entre tomo y tomo de este manga me desesperan, y eso que tiene intriga ninguna.
Si el segundo tomo de Flores Azules me dejó un poco descolocada, con este tercero he retomado la fe en este manga de colegialas inocentes. La cosa cada vez se enrevesa más y pareciera que el número de amores no correspondidos aumentase exponencialmente. Me hace mucha gracia Akira, reflexionando sobre el amor aunque no se haya enamorado nunca sin tener muy claro si es algo a lo que aspirar o no en vista de los destrozos que deja a su paso. Lo que no me esperaba es la confesión de Fumi sobre su primer amor... a ver qué contestas a eso. Aunque puede que el personaje que más me intriga es Kyoko, ya no sólo por su extraña relación con Ko sino por lo que se deja entrever sobre su familia en este tomo. Las historias cortas del final me han costado muchísimo de seguir, una de ellas la tuve que leer varias veces buscando los nombres de cada personaje para asegurarme de que estaba entendiéndolo todo bien.
En este penúltimo tomo de Kids on the Slope parece que la autora se haya propuesto vacilar a los lectores. Después del consabido cliffhanger en el tomo anterior, zanja rápidamente los problemas familiares de Sen, de una forma algo similar a como lo hizo en su momento con Bon (no se anda por las ramas esta mujer...). Después de dar carpetazo al asunto vuelve brevemente al jazz y al trío protagonista dando por fin un rol a Rikko en la banda (cogido un poco con pinzas pero bueno). Pero, como no podía ser de otra forma, quedando más de un tomo todavía para el final, faltaba por añadir otro elemento trágico para mandarlo todo por los aires cuando por fin era todo el mundo feliz y hacer a los personajes desgraciados.
Tras una infancia de aislamiento social, Bon no es capaz de digerir la pérdida de su único amigo y se vuelve más taciturno de lo normal, maltrata a la pobre Rikko aunque no tenga culpa de nada (lo mataría) y se centra únicamente en los estudios, decidido a olvidarse de todo (con lo que le costó conquistar a Rikko y lo mucho que envidiaba a Sen por recibir toda su atención y ahora que por fin están saliendo juntos la manda a la mierda sólo porque Sen ya no está para estudiar una carrera que le es totalmente indiferente). Esta reacción tan radical me hace pensar en lo inmaduros que son en realidad tanto Sen como Bon, incapaces de aceptar la realidad, huyendo cada uno de aquello que más valoraban...
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