Los que me seguís en twitter puede que vierais (¡o participarais!) en una encuesta que hice hace unos días respecto a qué llevarme para leer en el AVE en mi último viaje a Madrid. No contenta con decir que os haría caso con vuestras sugerencias...
Pues bien, yo solita me metí en el entuerto, yo solita tendré que salir de él. Aunque desde ya os digo que ni leí el tomo (íntegramente) en el AVE (al contrario de lo esperado, no me aislé así que apenas tuve tiempo de leer en el viaje) ni estoy muy segura de poder escribir algo decente en tan poco tiempo porque por muy tomo único que sea, es denso, denso, denso.
Los candidatos para entrar en la universidad estelar se enfrentan a la última prueba de acceso que es a la vez la más difícil pero la que mayor porcentaje de éxito tiene debido a las preselecciones previas. Los candidatos son agrupados de diez en diez para llevar a cabo este último examen. En el caso de los protagonistas, deberán trasladarse a una nave medio averiada y sobrevivir en ella durante 53 días. Sin embargo, una vez en ella se dan cuenta de que no son diez navegantes, ¡sino once! ¿Quién es el intruso y cuáles son sus planes?
Por mucho que la sinopsis que os presento haga referencia, precisamente, a quién es en realidad ese 11º pasajero, la mayor parte del tomo la ocupa una segunda historia titulada Al horizonte del este, eternamente el oeste que tiene lugar tras lo acontecido en esta primera parte. Estas dos partes se diferencian tanto por su trama, protagonistas como género por lo que creo que merecen reseñas por separado. Por un lado, ¿Quién es el 11º pasajero? plantea una historia de intriga y misterio que bien podría estar guionizada por Agatha Christie si se hubiese animado con la ciencia ficción en sus tiempos. Hagio aprovecha para explorar el universo que ella misma ha creado, en un space opera en el que, además de la intriga por saber cuál será el siguiente obstáculo que encuentren los once en discordia, explora la psicología de los humanos (o alienígenas de hecho) ante el confinamiento y la incertidumbre. Está muy acertada sobre cómo determinadas situaciones pueden sacar lo peor de nosotros.
Aunque, en realidad, lo que más me ha gustado con diferencia de esta primera parte es la exploración que hace la mangaka de la identidad y la orientación sexuales gracias al maravilloso personaje que es Frol. Cuando pienso que esta obra se publicó en 1975 me da la sensación de que vamos hacia atrás en cuanto a la amplitud de miras. Moto Hagio estuvo tremendamente acertada mostrando cómo los prejuicios que hay hacia las mujeres condicionan la forma de tratarlas independientemente de sus capacidades y habilidades y lleva esto al extremo dotando de una profunda misoginia a uno de los personajes principales de la obra. No contenta con esto, también trata el amor como la mezcla entre sentimiento romántico y deseo pasional que es enfrentando ambas partes de forma directa (y con una resolución brillante).
En Al horizonte del este, eternamente al oeste vira hacia una trama de intrigas palaciegas y políticas que poco tiene que ver con el arco anterior y donde más he notado la influencia de Asimov. Aquí el rol de Tada y Frol se vuelve secundario y el protagonista pasa a ser Baseska que ya no me había caído muy bien en ¿Quién es el 11º pasajero? y que aquí me confirma que le falta un hervor. Ha sido en esta parte que, a pesar de su longitud, he notado más una aceleración que ya empezaba a percibirse al principio. Apenas se nos ha presentado la nueva situación que ya nos vemos inmersos en un complot que se desarrolla a marchas forzadas, con grandes dosis de dramatismo (demasiado y exagerado). El status quo cambia radicalmente de una página a la siguiente y eso hace que la lectura sea algo confusa a ratos. Fiel a sus principios, la mangaka introduce dos personajes femeninos en este arco que serán de lo más relevantes para el desarrollo de la trama y que se salen de los roles predefinidos que se suele asignar a las mujeres.
Después de la sorpresa al darse una cuenta de que ¿Quién es el 11º pasajero? no es más que la primera mitad escasa del tomo, sí que ya no me esperaba que a unas treinta páginas del final empezase la última parte real de esta obra consistiendo en una serie de mini capítulos humorísticos protagonizados por Frol (como no podía ser de otra manera) donde la autora explora un batiburrillo de ideas disparatadas que cabalgan entre la más pura comedia y la divagación metafísica. Tras el batacazo que, a mi parecer, sufre la trama en su segunda parte, estas historietas son como agua de mayo y confieso haberlas releído ya porque son hilarantes.
Aunque haya descuartizado un poco el tomo para su reseña, es evidente que hay ciertos elementos constantes a lo largo de este volumen único que son comunes a los dos arcos principales como son el dibujo, el humor o la precipitación de los actos. A riesgo de resultar repetitiva, os recuerdo que estoy hablando de una obra con más de 40 años a sus espaldas, caracterizada por lo tanto por un ritmo narrativo peculiar y un dramatismo pragmático (¿herencia de la post-guerra?) en que los continuos dilemas existenciales de los personajes se resuelven en dos viñetas y que, evidentemente, no se encuentran en el manga moderno (al que estoy acostumbrada). El dibujo... es especial. Abres el tomo y enseguida te das cuenta de que es distinto a los demás, que es un estilo que te transporta a otra época, con unas expresiones faciales de lo más exageradas, y unos diseños de personajes que oscilan entre la delgadez máxima y el marcado sobrepeso. Es un estilo de dibujo espléndido, con muchísima personalidad, los personajes destilan sentimientos por todos los poros del papel. Creo que esta obra ha envejecido increíblemente bien.
Dicho todo esto, ¿no os parece mentira que hayan tenido que pasar tantísimos años para que una editorial española le diese una oportunidad a Moto Hagio? Después de leer ¿Quién es el 11º pasajero? no dejo de pensar que fue una visionaria, una adelantada a su tiempo, integrando un género de novela predominantemente masculino como ha sido la ciencia ficción desde sus orígenes en una obra destinada a japonesas adolescentes del siglo pasado. Lo he estado pensando estos días y juraría que los únicos shôjo de ciencia ficción que había leído/conocía antes que este son Please save my Earth (súper recomendado por cierto; eso sí, suerte buscando los tomos de Mangaline) y Global Garden (que lo considero más fantasía que sci-fi pero bueno y en el que, curiosamente, también se aborda como parte central de la trama la identidad de género)... así que me reitero en que es una combinación de lo más inusual que, por cierto, funciona de maravilla.
Aunque, en realidad, lo que más me ha gustado con diferencia de esta primera parte es la exploración que hace la mangaka de la identidad y la orientación sexuales gracias al maravilloso personaje que es Frol. Cuando pienso que esta obra se publicó en 1975 me da la sensación de que vamos hacia atrás en cuanto a la amplitud de miras. Moto Hagio estuvo tremendamente acertada mostrando cómo los prejuicios que hay hacia las mujeres condicionan la forma de tratarlas independientemente de sus capacidades y habilidades y lleva esto al extremo dotando de una profunda misoginia a uno de los personajes principales de la obra. No contenta con esto, también trata el amor como la mezcla entre sentimiento romántico y deseo pasional que es enfrentando ambas partes de forma directa (y con una resolución brillante).
En Al horizonte del este, eternamente al oeste vira hacia una trama de intrigas palaciegas y políticas que poco tiene que ver con el arco anterior y donde más he notado la influencia de Asimov. Aquí el rol de Tada y Frol se vuelve secundario y el protagonista pasa a ser Baseska que ya no me había caído muy bien en ¿Quién es el 11º pasajero? y que aquí me confirma que le falta un hervor. Ha sido en esta parte que, a pesar de su longitud, he notado más una aceleración que ya empezaba a percibirse al principio. Apenas se nos ha presentado la nueva situación que ya nos vemos inmersos en un complot que se desarrolla a marchas forzadas, con grandes dosis de dramatismo (demasiado y exagerado). El status quo cambia radicalmente de una página a la siguiente y eso hace que la lectura sea algo confusa a ratos. Fiel a sus principios, la mangaka introduce dos personajes femeninos en este arco que serán de lo más relevantes para el desarrollo de la trama y que se salen de los roles predefinidos que se suele asignar a las mujeres.
Después de la sorpresa al darse una cuenta de que ¿Quién es el 11º pasajero? no es más que la primera mitad escasa del tomo, sí que ya no me esperaba que a unas treinta páginas del final empezase la última parte real de esta obra consistiendo en una serie de mini capítulos humorísticos protagonizados por Frol (como no podía ser de otra manera) donde la autora explora un batiburrillo de ideas disparatadas que cabalgan entre la más pura comedia y la divagación metafísica. Tras el batacazo que, a mi parecer, sufre la trama en su segunda parte, estas historietas son como agua de mayo y confieso haberlas releído ya porque son hilarantes.
Aunque haya descuartizado un poco el tomo para su reseña, es evidente que hay ciertos elementos constantes a lo largo de este volumen único que son comunes a los dos arcos principales como son el dibujo, el humor o la precipitación de los actos. A riesgo de resultar repetitiva, os recuerdo que estoy hablando de una obra con más de 40 años a sus espaldas, caracterizada por lo tanto por un ritmo narrativo peculiar y un dramatismo pragmático (¿herencia de la post-guerra?) en que los continuos dilemas existenciales de los personajes se resuelven en dos viñetas y que, evidentemente, no se encuentran en el manga moderno (al que estoy acostumbrada). El dibujo... es especial. Abres el tomo y enseguida te das cuenta de que es distinto a los demás, que es un estilo que te transporta a otra época, con unas expresiones faciales de lo más exageradas, y unos diseños de personajes que oscilan entre la delgadez máxima y el marcado sobrepeso. Es un estilo de dibujo espléndido, con muchísima personalidad, los personajes destilan sentimientos por todos los poros del papel. Creo que esta obra ha envejecido increíblemente bien.
Dicho todo esto, ¿no os parece mentira que hayan tenido que pasar tantísimos años para que una editorial española le diese una oportunidad a Moto Hagio? Después de leer ¿Quién es el 11º pasajero? no dejo de pensar que fue una visionaria, una adelantada a su tiempo, integrando un género de novela predominantemente masculino como ha sido la ciencia ficción desde sus orígenes en una obra destinada a japonesas adolescentes del siglo pasado. Lo he estado pensando estos días y juraría que los únicos shôjo de ciencia ficción que había leído/conocía antes que este son Please save my Earth (súper recomendado por cierto; eso sí, suerte buscando los tomos de Mangaline) y Global Garden (que lo considero más fantasía que sci-fi pero bueno y en el que, curiosamente, también se aborda como parte central de la trama la identidad de género)... así que me reitero en que es una combinación de lo más inusual que, por cierto, funciona de maravilla.
Por supuesto, no voy a terminar la reseña sin alabar antes la edición cuyo perfeccionismo fue el culpable del retraso del tomo pero que creo que todos hemos agradecido ya que es sencillamente magnífica. ¿Quién es el 11º pasajero? es un tomo único de más de 300 páginas, con (muchas) páginas a color, la habitual traducción sin un error, un inesperado prólogo de Marc Bernabé y una nota de su traductora al final de todo acerca de la extensa biografía de Moto Hagio que permite entender cuáles han sido sus ambiciones y obsesiones desde que dibujó su primera viñeta.
Espero que, a estas alturas, os haya ya convencido de ir corriendo a la librería mañana mismo a comprar esta joya.