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domingo, 31 de mayo de 2015

Murderabilia

Después de leer Cenizas (ese fantástico cómic que aún no he reseñado porque leí prestado de la biblioteca y tuve que devolver antes de que me diese tiempo a escribir su pertinente entrada) quedé prendada del estilo de Álvaro Ortiz (cuyo arte ya me había convencido con su aportación al proyecto Viñetas de Vida) y los gatitos de la portada de Murderabilia llevaban incitándome a comprar este nuevo título desde hace meses.


Malmö Rodríguez ha entrado en la terrible tierra de nadie que te absorbe una vez acabas tus estudios y te das cuenta de que no sabes qué hacer con tu vida. Es por eso que, motivado por el aburrimiento, la desgana y la pobreza, se anima a vender los gatos de su fallecido tío por una cifra desorbitada de dinero. ¿Quién tendría tanto interés en gastarse un dineral en un par de gatos? ¿Qué tienen de particular?

Una se pregunta si Álvaro Ortiz no será un psicópata o un asesino en serie, aunque de lo que creo que no hay duda es que se trata de una persona muy curiosa. Incluso una persona a la que la curiosidad le genera curiosidad pero claro, supongo que eso no deja de ser indispensable para alguien que crea. Lo primero que voy a decir de este cómic es qué es la murderabilia, por si no estáis familiarizados con este término, ya que creo que es una forma fantástica de empezar con esta reseña. La murderabilia hace referencia a todos aquellos objetos de colección relacionados con asesinatos e incluye desde la misma arma con la que se perpetró el crimen como pertenencias tanto de asesino como víctima. Tal y como comentan los protagonistas de este cómic, esta tendencia podría haberla comenzado un abogado de Wisconsin hace unos veinte años y, a este respecto, ¡he encontrado una breve noticia de 1996! Como Álvaro Ortiz siempre lo cuenta todo como si tuviese la intención de quedarse con el lector, una nunca está segura del todo de si lo que está leyendo forma parte de la ficción del cómic o si no es más que una vacilada del autor (y para eso tenemos google).


Tanto el estilo de dibujo como la ambientación como el carácter de sus personajes como el ritmo narrativo le dan una agilidad e ingenuidad a este cómic que chocan con contundencia contra la morbosidad del argumento, tan macabro. Y esta mezcla tan heterogénea da como resultado un producto espeluznante cuánto menos. En realidad, me recuerda un poco al arte de mi idolatrada Junko Mizuno solo que sin escalar tanto en los niveles de purpurina y surrealismo.

Malmö es un personaje fácil. El autor da en el clavo con una construcción que funciona a la perfección: chico joven, ni guapo ni feo, que no destaca especialmente en nada, que ha terminado de estudiar pero qué no sabe qué hacer a continuación, que quiere escribir un libro pero que no sabe de qué, que se deja llevar por las circunstancias para no tener que pelearse con la incertidumbre. Nos cae bien enseguida. El coleccionista es el típico hombre mayor que parece tan simpático que casi prefieres no quedarte a solas con él, solo por si acaso. Marcy es una chica de pueblo, con mucha historia de fondo, de esas que no le permiten avanzar a uno y que encuentra en Malmö al hombre ideal, no solo resulta exótico por venir de la ciudad y dárselas de escritor sino que, además, es un perfecto desconocido que no sabe nada de ella, a diferencia de todos sus amigos de siempre. Completan el elenco lo que podríamos llamar los tontos/matones/machitos de pueblo que no saben hacer otra cosa que emborracharse y hablar de caza y de sexo.


La relación entre Malmö y Marcy es uno de los detalles que más me han gustado de esta lectura. Lo que comienza de forma sórdida, con el alcohol, la frustración y la necesidad como principal motivación, acaba madurando (no me atrevería a utilizar la expresión florecer) en una cierta estabilidad, una cierta confianza y una cierta comodidad con escenas de sexo sencillo y desenfadado, que no pretenden ser ni sugerentes, ni cursis, ni siquiera significativas para la trama, sino que, simplemente, retratan el sexo como una más de las muchas facetas de una relación adulta. Y esa sencillez sin aditivos es perfecta.

¿Os imagináis el horror que tiene que ser tener un nombre sueco en... en fin, un país que no sea Suecia? Con diéresis y todo. Si yo siempre tengo que andar preocupándome de que me escriban el mío con hache, la diéresis tiene que ser un infierno burocráticosocial. Pues esta cuestión es irrelevante durante toda la lectura, no conlleva ninguna historia rocambolesca que se entrecruce con la principal, el protagonista sencillamente tiene un nombre poco usual y no hay que darle más importancia. Me gustan muchísimo todas las anormalidades que los autores dejan pasar desapercibidas en sus obras. Creo que enriquece mucho a la obra en su conjunto.


El trabajo de documentación del autor es más que notable, con un sinfín de referencias a múltiples asesinatos y actos de lo más atroces. El capítulo VIII me transportó a la lectura de El retrato de Dorian Gray, solo que con Murderabilia este catálogo resultó mucho más ameno e interesante debido al formato y temática del mismo.

«Escribe de lo que conoces», se burla Álvaro Ortiz de nosotros. Si bien él sufrió cierto bloqueo creativo entre Cenizas y Murderabilia y en eso podría asemejarse a Malmö, la verdad es que como autor se desmarca del costumbrismo en todas sus obras y se lanza a por una ficción que se sitúa justo en el límite entre la realidad y la irrealidad de forma que puedas pensar que todo lo que se cuenta en este cómic podría ocurrir (o haber ocurrido) de verdad.


Siendo honesta, Cenizas me parece una obra mucho más impredecible y a la vez redonda que esta. No estoy decepcionada porque un Álvaro Ortiz descafeinado sigue siendo mejor que muchos otros cómics que pululan o han pululado por mis estanterías y, de todas formas, Murderabilia tiene algunas virtudes de las que carece su antecesora. Además, que una historia sea predecible no es necesariamente malo ya que eso significa que es coherente. En resumidas cuentas, os recomiendo encarecidamente la lectura de este cómic y, sobre todo, no os dejéis engañar por la portada que, por mucho que aparezcan unos gatos tan monos, no dejan de estar rodeados por algo que parece bastante asqueroso.

miércoles, 20 de mayo de 2015

American Horror Story: Coven

Con muchas reservas, acabé por ver también la tercera temporada de AHS, a pesar de las múltiples críticas negativas que ha cosechado por la red. Pero no adelantemos acontecimientos.


En 1830, Madame LaLaurie se recrea torturando a sus esclavos negros para después utilizar su sangre a modo de rejuvenecedor para la piel. De vuelta al siglo XXI, Fiona lidera el aquelarre de brujas de Nueva Orleans; ha ostentado el cargo de "suprema", bruja de mayor rango, durante décadas pero, lentamente, su poder empieza a desvanecerse y su deterioro físico es cada vez más patente. Paralelamente, el reducido alumnado de la academia Robichaux para jovencitas excepcionales recibe con los brazos abiertos a Zoe, una joven bruja que acaba de descubrir sus poderes al matar a su novio accidentalmente mientras perdía la virginidad.

A pesar de los comentarios negativos, empecé la tercera temporada con bastantes ganas, máxime cuando me di cuenta de que no era tan escalofriante y desagradable como la segunda (escenas de madame LaLaurie a parte claro). Nada más comenzar, se nos presenta un tropel nada despreciable de personajes, a cada cual más intrigante.


Fiona es vanidosa y engreída en exceso y vive por y para sí misma, desprecia a su hija, y se obsesiona con su aspecto físico hasta el punto de estar dispuesta a dialogar con su rival declarada, Marie Laveau, una hechicera inmortal que ajustó cuentas con madame LaLaurie casi dos siglos atrás, por haber mancillado a su amante. Cordelia, la única hija de Fiona, es diametralmente opuesta a su madre: cándida y bondadosa, no hace otra cosa que velar por el bienestar de sus alumnas, a las que considera sus protegidas, a la par que mantiene viva la llama de su matrimonio.


En cuanto a esas protegidas, son a cada cual más particular. Empecemos por la princesa del lugar, Madison, explotada como actriz durante su niñez, mimada hasta decir basta, drogadicta en recuperación y mala malísima. La recién llegada Zoe será su contraparte, ingenua e inocente, lejos de comprender el nuevo mundo en el que mueve, aprenderá a base de golpes. Queenie es una adolescente obesa con muy mala leche que, además, es una muñeca de vudú gigante que desaprueba todo lo que dice Madison. Cierra el cuarteto Nan, la clarividente, algo atormentada por la falta de paz y de silencio en su cabeza pero, sin duda, la más angelical de todo el aquelarre.


Pero el elenco no acaba ni muchísimo menos aquí, aparecen otras brujas como la excéntrica Myrtle Snow o la desequilibrada Misty Day; sin olvidarme de la sádica Delphine, personaje indispensable para dar aun más contraste. Y, aunque su rol sea bastante accesorio, también aparecen personajes masculinos como el mudo e inquietante mayordomo Spalding, enamorado de Fiona desde siempre y el desafortunado Kyle, que fue a ligar con la chica menos indicada.

Los dos personajes más odiosos, sin duda
No voy a negaros que esta temporada tiene algunas escenas memorables y que, realmente, disfruté con ciertos capítulos pero, si hago balance, Coven es un despropósito. Desde el primer capítulo, la trama es absolutamente predecible en todas sus líneas argumentales. Desde un romance cursi con Frankestein y problemas matrimoniales de esos que incluyen aburridos secretos, infidelidades e infertilidades hasta rivalidades ancestrales, adolescentes cabreadas y hormonadas y desequilibrados mentales en todos los bandos (que sí, son más de dos).


Si hay algo que salva la temporada son las idas y venidas de los personajes formando alianzas para después traicionarlas. Porque llega un punto que, cuando le ocurre algo malo a uno de los personajes, ya no puedes estar seguro de quién ha sido porque se están clavando cuchillos en la espalda constantemente. Y, ciertamente, conforme avanzan los capítulos, cada vez aparecen más subgrupos, más enemigos independientes, más opiniones enfrentadas y es solo la confluencia entre todos estos partidos la que anima la temporada y le da cierta continuidad.

Los estilistas se lo tuvieron que pasar tan bien esta temporada
El problema es que todo adquiere tal punto de surrealismo que la temporada pierde la gracia a marchas forzadas. Prácticamente todos los personajes mueren (algunos varias veces) para ser resucitados más adelante con lo que llega un punto en que nada tiene sentido. Reconozco que esta locura generalizada puede tener su encanto pero uno se cansa rápido y solo disfruta de este caos en escenas muy puntuales de los últimos capítulos aisladas entre largos y aburridos minutos de diálogos inútiles de los que no puede extraerse ningún jugo.

Detente, ¡no la veas!
Conclusión: una temporada más bien floja con varios momentos muy desagradables (tortura, zombies y demás) pero que, en general, no da demasiado miedo salvo escenas puntuales. Adolescentes indecisas bajo el mando de una tirana venida a menos, algún amorío insustancial y una lucha incansable a la par que confusa por la supremacía. No os la recomiendo.

domingo, 17 de mayo de 2015

orange #1

Sigo con mi favoritismo infinito hacia Tomodomo dedicándole toda una entrada al primer tomo de este manga demográficamente inclasificable (pasó de la Betsuma, revista de shôjo, a la Manga Action, en la que se publican seinens como Cibercafé a la deriva o King's Game).


Naho Takamiya recibe una carta de sí misma pero, como llega tarde a clase por primera vez en su vida, no le presta mucha atención. Cuando finalmente empieza a leerla convencida de que se trata de una broma, descubre que quien la ha escrito le relata cosas que solo ella misma podría saber... y empieza a temer que su yo del futuro realmente le haya enviado una carta, por imposible que pueda parecer. La Naho de 26 años insta a su versión de 16 a evitar a toda costa que el chico nuevo, Kakeru Naruse, salga con ella y sus amigos esa tarde. Sin embargo, Naho se ve incapaz de llevar a cabo sus propias órdenes. Y las cartas siguen llegando...

orange (escrito con minúsculas a propósito) es un manga que empezó a publicarse en la Betsuma (demografía shôjo) pero que acabaron trasladando a la Manga Action (demografía seinen) por lo que la gente ha acabado refiriéndose a este título como a un "josei", supongo que porque la protagonista es una chica de instituto (?). Todo esto os lo comento para que veáis lo absurdo que es rechazar la lectura de un manga solo por el sector de la población al que se supone que va especialmente dirigido. Creo que orange es el ejemplo perfecto de título apto para todo el mundo (con un mínimo de sensibilidad).


Dejando a un lado la naturaleza inverosímil de la premisa que, probablemente, no se justifique debidamente en ningún momento, orange resulta una lectura tonificante. Todas las historias que juegan con los viajes en el tiempo (que no es exactamente lo que ocurre en este manga pero tiene idénticas consecuencias y reflexiones) dan lugar a paradojas difíciles de resolver que obligan al lector a estrujarse los sesos más de lo habitual. De momento, y con lo poco y mucho que se puede juzgar a partir de este primer tomo, el tema parece prometedor. Ichigo Takano escapa de las típicas paradojas temporales en las que un aviso del futuro modifica el presente para que pueda ocurrir, en última instancia, ese futuro. A pesar de que la historia apenas acaba de arrancar, los nuevos pasos de la protagonista que se alejan de lo que hizo su yo del futuro empiezan a cambiar su presente de forma casi inmediata. Esto genera un vacío entre lo que cuentan las cartas que va recibiendo y su realidad que, espero, se vaya ensanchando con el paso de los tomos.

Si algo me ha gustado realmente de este primer tomo, no es tanto lo que ocurre sino los sentimientos y pensamientos de los protagonistas. Sin ir más lejos, mi favorita es la propia Naho, una adolescente tan increíblemente abnegada que es incapaz de hacer nada que, desde su sesgado punto de vista, pueda perjudicar a los demás. Desde pedir el bollo de su sabor favorito hasta admitir que se equivocó de talla al encargar los zapatos para educación física. De hecho, creo que lo que más me fascina es lo tímida/cobarde que es, hasta el punto de ignorar sus propios consejos porque no tiene el coraje suficiente como para decir lo que realmente piensa o hacer lo que realmente le gustaría. Reúne una mezcla entre ingenuidad e inseguridad que la convierte en un personaje de lo más real.


A pesar de todo, me ha sorprendido negativamente lo insensibles que parecen los protagonistas en algunas ocasiones. No me puedo explayar mucho aquí para no spoilear nada pero digamos que ante determinados acontecimientos vitales, esperaba una reacción más... sentida. También más duradera, pues creo que hay ciertos sucesos que impactan la vida de una persona profundamente y cuyos efectos colaterales aparecen en muchos aspectos.

Lo que sí me parece todo un acierto es que Ichigo Takano muestre también escenas del futuro (me ha hecho pensar un poco en Nana). Los adolescentes son muy dados a la exageración y el dramatismo. Cuando tienes 16 años, a tu novio lo amarás para siempre, tu mejor amiga estará ahí para ti hasta el fin de tus días y tu futuro está lleno de infinitas posibilidades. Conforme uno va creciendo y madurando se da cuenta de que la realidad no es tan simple y que nunca puedes dar nada por sentado, en especial cuando se refiere a las relaciones sentimentales.


Algo que me ha sorprendido es el dibujo, mucho más primerizo de lo que esperaba. Las expresiones faciales se me hacen algo extrañas en varias viñetas. No es uno de los puntos fuertes de esta obra.

Por último, al final del tomo se encuentra la primera parte de una historia de corte claramente shôjo, Astronauta en Primavera. El argumento es sencillo y surrealista como suele ocurrir en estos one-shots pero también simpático. Sinceramente, hubiese preferido más páginas de orange pero me temo que me hubiese acabado quedando con la intriga de todas formas.

martes, 12 de mayo de 2015

El escultor

Ya antes de que las reseñas positivas de este cómic brotaran como setas por toda la red, tenía mucha curiosidad por este título solo por el autor, Scott McCloud, conocido antes de dibujar El escultor por sus cómics-ensayo sobre el cómic en sí mismo: "Hacer cómics", "Entender el cómic" y "La revolución de los cómics", todos ellos disponibles en España. No he leído ninguno todavía pero el caso es que durante la lectura del cómic que ocupa esta entrada, he estado especialmente atenta a las posibilidades narrativas que ofrece este medio y en cómo las aprovecha Scott McCloud.


David Smith está en la bancarrota, vive en un apartamento que no se puede permitir, es incapaz de vender ninguna de sus obras desde que se enfrentó públicamente a un inversor influyente, no logra encontrar su musa, todos sus familiares están muertos y hace tiempo que lo dejó con su última novia. Cuando está tocando fondo, se encuentra con su tío Harry, dispuesto a animarle con viejas anécdotas... solo que Harry murió hace años y el ente que se encuentra ante David le ofrece un trato de otro mundo.

Como os podréis imaginar, tratándose de una obra de casi quinientas páginas, El escultor no es un cómic que trate sobre un solo tema. Aunque si tuviese que escoger un motor argumental, supongo que me decantaría por el existencialismo. En la más absoluta miseria personal, David no duda, prefiere morir con éxito que vivir en la mediocridad. ¿Cuánta gente aceptaría el trato de Harry si pudiese? Vivimos en una sociedad en la que tener comida y un techo bajo el que refugiarse ya no son suficientes. Más que eso, al tener las necesidades básicas cubiertas sin esfuerzo, necesitamos más. Para algunas personas, las posesiones materiales y los lazos familiares son suficientes pero hay otras tantas que necesitan todavía más. Fama, renombre, la certeza de haber impactado a gran escala la vida de los demás. Y, al final, eso se convierte en algo mucho más importante que tener algo que llevarse a la boca todos los días.


Pero, por supuesto, uno de los protagonistas indiscutibles de este cómic es el amor. En cierta forma, es el amor precisamente el que mueve la trama ya que Meg juega un papel indispensable en los últimos doscientos días de David (desde el primero hasta el último). Y aquí viene un apartado curioso del volumen porque tanto David como Meg han tenido relaciones personales algo peculiares. Meg es un alma cándida que se dedica a rescatar a vagabundos de la calle y que mantiene una estrecha relación de amistad con todos sus ex. David es incapaz de tratar con otras personas, es inadecuado, le cuesta mantener una conversación banal, y nunca ha podido conectar del todo con nadie. Si dejamos de lado el hecho de que ambos son un desastre, cada uno a su manera, lo cierto es que son como el agua y el aceite, ideas contrapuestas en cuanto a todo y, en cierta forma, precisamente ahí está la gracia, en que se complementen y en que tengan la capacidad de tragarse la mierda el uno de la otra y viceversa. Es bonito. Real. Y la perspectiva de que puedas llevarte bien con un ex así sin más es... refrescante. 

Pero ah, Scott McCloud tiene mucho más que ofrecer que una mezcla de búsqueda personal y romance. Son tantos los temas que trata en este tocho que de veras no sé por dónde continuar: trastornos mentales, muerte, arte, modas... ¡y referencias! Os animo a buscar las del Studio Ghibli, que hay unas cuantas (seguro que alguna se me ha pasado de hecho). Pero voy a empezar por una pequeña maravilla: hay un personaje con un rol lo suficientemente importante que es homosexual. Y no se especifica. Ni se le presenta como tal. Ni se habla de ello. Ni es un drama. Simplemente es homosexual, como tantos otros millones de personas en el mundo. Solo por esto ya le beso los pies al señor McCloud, casi me sabe mal tener que especificarlo así en mi entrada y darle la importancia que no se le da en el propio cómic pero es que de veras lo considero remarcable teniendo en cuenta el panorama.


Otro detalle fascinante de El escultor es el tratamiento que da a la muerte. Que no es más que el vacío. La nada. El dejar de existir, dejar de ser, dejar de pensar, dejar de ser concebido por nadie, la negación infinita, el blanco absoluto. Estoy cansada de purgatorios, cielos, paraísos e incluso reencarnaciones. Siempre se deja esa ventana al "siguiente paso" abierta y los autores se ponen místicos con mucha facilidad. Scott McCloud refleja la inexistencia de la única forma en que puede hacerse en un soporte como el cómic y  consigue llegar, impactar, ser espeluznante.

Quizá otro de los motivos de este cómic es la popularidad. O, más bien, lo que convierte a algo en popular. Y la arbitrariedad implícita. Es un debate frecuente cuando nos movemos al tan pantanoso tema del arte contemporáneo. ¿No es una locura que Duchamp sea célebre? Yo diría que no pero claro, ¿cuántos han aprovechado el filón para hacer cualquier cosa de forma mecánica y decir luego que se trata de arte? David se frustra porque no quiere admitir lo superfluo que es el mundo por el que se ha sacrificado.


Pero me dejo lo mejor para el final. No lo que es mejor de forma absoluta, sino lo que es mejor para mí. Scott McCloud realmente aprovecha todos sus propios elementos y nos presenta un personaje con un trastorno mental. Y lo que es mejor, es un trastorno diagnosticado pero que nunca nunca nunca se menciona en las casi 500 páginas del cómic. Es evidente que está ahí, es evidente cuál es pero nadie dice nada, nadie hace nada; el propio personaje que lo sufre no lo quiere asumir, se aliena de su diagnóstico alegando que no se trata de una enfermedad orgánica, que no se puede "arreglar" con pastillas y, por eso, no quiere tomarlas. Porque teme cambiar su propia esencia. El estigma sobre los trastornos mentales, incluso de la mano de las propias personas que los sufren, está muy patente en nuestra sociedad y hay que concienciar a la gente de que tener un trastorno mental no te convierte en un monstruo ni mucho menos y, sobre todo, que puede tener arreglo. 

Acabando ya con mi análisis/divagación sobre la trama, está el apartado sobrenatural de la misma. Eso y el argumento desnudo, sin matices. Volvamos a la sinopsis: David es un tipo amargado que, en un momento de desesperación, acepta un trato diabólico, su vida por su arte. Pero claro, no es exactamente "arte" sino la habilidad para poder crearlo. Poder moldear un bloque de granito como si fuese plastilina no te convierte, ni mucho menos, en un buen artista. De hecho, cuando se trata de arte, muy poco está en tu mano para trascender puesto que esto depende del público. Y el público ha demostrado tener unos gustos muy reprobables y cambiantes. Entonces, David posee una habilidad extraordinaria por la que ha pagado el precio más alto que se pueda imaginar pero, al final, no sabe qué hacer con ella. Cómo de genial es eso señores. Las cosas no le salen rodadas. No se hace famoso al instante. El trato era claro.


Mi veredicto en cuanto a la composición de página y viñetas es de excelente. El autor sabe aprovechar los recursos que ofrece el cómic, se vale de los tonos para representar la atención del protagonista, más que imágenes borrosas, nos presenta viñetas atenuadas. En lugar de lanzarnos un zoom descarado, le da color al único elemento que el protagonista está mirando realmente en medio de una multitud. Lo que no me ha acabado de convencer es el azul de acompañamiento, quizá es una tontería muy grande de mi parte pero me hubiese pegado más un tono rojizo, como... arcilloso. Por lo demás, la verdad es que el dibujo en sí no es que tenga nada de particular y las expresiones faciales me parecían algo robóticas en algunas escenas. Eso sí, los fondos son alucinantes, igual que todas las esculturas.

La verdad es que me da bastante rabia no haber podido ir al salón del cómic y haberme quedado sin esta firma pero ya sabéis, no se puede tener todo en esta vida. Lo que sí que puedo y podéis tener es un ejemplar de esta historia (me da igual el idioma, yo tengo mi original en inglés para seguir con mi boicot infantil a Planeta) en vuestras estanterías, que seguro que os vale la pena tenerlo.

lunes, 4 de mayo de 2015

Katsura Akira

Tanto Masakazu Katsura como, especialmente, Akira Toriyama, son de los mangakas más reconocidos actualmente. Ambos cuentan con una larga trayectoria publicando manga a sus espaldas. Por un lado, Masakazu Katsura es el célebre autor de obras como Video Girl Ai, I''s, DNA² y, más recientemente, de Zetman, aún en publicación. Akira Toriyama es el creador del que quizá sea el manga más famoso del mundo: Dragon Ball. Es por eso que una colaboración entre ambos era una compra/lectura obligada para mí.


Este tomo está dividido en dos historias: Sachie Goo!! y Jiya. La primera de ellas nos lleva al remoto mundo de Octogonia, donde sus pacíficos habitantes se ven sobrepasados por la presencia de unos maleantes. Incapaces de luchar contra ellos, viajan a la Tierra a buscar individuos que, a pesar de poseer una inteligencia muy inferior, sean capaces de derrotar a los delincuentes que amenazan la paz de Octogonia. Con este fin, reclutan al campeón de la copa mundial juvenil de artes marciales y a la hija de su maestro.

Este one-shot me ha hecho pensar mucho en Dragon Ball ya que la premisa de la historia es que los jóvenes e inocentes protagonistas (14 y 17 años respectivamente), deben luchar y derrotar a unos seres malvados a cambio de que se les conceda un deseo. Y poca cosa más la verdad. Tanto la premisa como la resolución son entre rocambolescas y cliché. Es una historia extremadamente sencilla pero se deja leer.


Por otra parte, Jiya tiene lugar en la Tierra, cuando un patrullero galáctico busca a su compañero desaparecido. Nada más llegar, se da cuenta de que sucede algo extraño, pues el último informe que recibió sobre este planeta no tiene absolutamente nada que ver con lo que se encuentra. Y no solo eso sino que el mundo parece estar amenazado por un temible vampiro y su ejército de pulgas gigantes, que tampoco eran mencionados en el informe.

Quizá por publicarse en una revista seinen, quizá por su longitud, Jiya tiene un cariz ligeramente más adulto que la anterior aunque siga caracterizándose por el humor clásico de Toriyama. Los capítulos están salteados de reflexiones curiosas sobre cómo las necesidades fisiológicas humanas están inherentemente unidas al deseo y el placer. De hecho, esto es absolutamente lógico desde un punto de vista evolutivo ya que la mejor manera de asegurarse de que una especie no se extinga es que tanto alimentarse como reproducirse sean actividades que reporten placer. Pero no deja de hacerme gracia la idea de que pueda existir una especie extraterrestre lo suficientemente desarrollada intelectualmente como para poder separar ambos aspectos. Otro punto que me asombra en una historia cómica y breve como esta es que aborde la corrupción. Lo cierto es que no esperaba tantas sorpresas en Katsura Akira


Algo que me ha llamado mucho la atención es el dibujo ya que es obra de Katsura pero casi me ha recordado más a la estética de Toriyama. Esperaba encontrarme los planos realistas que caracterizan al dibujante de Zetman así que he tenido que comprobar en varias webs que, efectivamente, es Katsura quien se encargó de los pinceles en las dos historias que componen este tomo. Un extra de este tomo es que cuenta con una entrevista final a ambos mangaka sobre su colaboración, muy entretenida e interesante. Toriyama puede parecer un vago pero, pensándolo bien, el hombre tiene ya 60 años, entiendo que no se muera de ganas de matarse a dibujar...

Así pues, este tomo ha sido toda una grata sorpresa, cuya lectura os recomiendo si sois fans de los shonen desenfadados que caracterizan a Toriyama (aunque Jiya se publicase en una revista de demografía seinen). A pesar de enmarcarse en ideas generales simplistas, original lo es un rato. 

domingo, 3 de mayo de 2015

Ámsterdam: toma de contacto

Ahora que todos los blogs se han llenado de crónicas sobre el Salón del Cómic de Barcelona, vengo yo a poner la nota discordante con mi reciente escapada relámpago a la capital holandesa. Como siempre, opto por empezar con un listado de las cosas que, desde mi sesgado punto de vista, caracterizan Ámsterdam.


1) Los canales y puentes: por empezar por algo bonito, me remito un poco a Venecia con un dato curioso, Ámsterdam tiene más del triple de puentes que la célebre ciudad italiana. Para ser una capital europea se trata de una ciudad relativamente pequeña pero la multitud de canales no dificultan en lo más mínimo la ruta gracias a un diseño coherente de los puentes (no puedo decir lo mismo de Venecia y sus infinitas calles sin salida). Otra curiosidad es que los canales de Ámsterdam se ven invadidos por cientos de casas-barco, ¡hay en torno a 2500!


2) Casas estrechas y ganchos misteriosos: la postal clásica de Ámsterdam incluye múltiples elementos de los aquí citados pero uno de los más populares son las estrechas fachadas tan características de la ciudad, debidas a una antigua normativa según la cual había que pagar una pequeña gran fortuna en función de la amplitud de la fachada de la casa por lo que es raro encontrar casas anchas por la ciudad. El tema de los ganchos se debe a esta regulación ya que, con casas así de estrechas, es imposible encajar un ascensor en su interior y, además, las escaleras son súper estrechas y empinadas así que las mudanzas se tienen que hacer por la ventana, con una polea.


3) Una visión distinta de la religión: después de haber visitado Italia en dos ocasiones y haber visto grandes iglesias y catedrales tanto españolas como francesas, me chocó un poco el uso que se da en Ámsterdam de sus más antiguas iglesias. En la Oude Kerk (iglesia vieja), que se encuentra en pleno Barrio Rojo rodeada de esculturas dedicadas a la prostitución y de las tan famosas vitrinas, nos encontramos con una exposición temporal de arte contemporáneo fusionado con el interior de la iglesia y en la Nieuwe Kerk (iglesia nueva, en comparación con la vieja claro, porque su construcción data del siglo XV) se exponía el World Press Photo 2014 (cuyas fotos os recomiendo ver).


4) Bicis, bicis por todas partes: hasta un nivel enfermizo. Tienen más espacio las bicis que los coches o que los peatones; a veces ni siquiera hay acera pero siempre habrá un camino exclusivo para ciclistas. De hecho, es mucho más probable que te pite un ciclista que un conductor. Allá donde vayas te encuentras bicis aparcadas en todas las farolas y en todas las vallas, al lado de la estación era demencial porque había tal cantidad de bicis amontonadas que no sé como sus propietarios las encuentran después...


5) Sexo, drogas y... ¿rock'n'roll? El centro de la capital en especial se caracteriza por la abundancia tanto de coffee shops, que desprenden un olor a porro insoportable, y múltiples escaparates donde las prostitutas se exhiben durante horas intentando llamar la atención de los viandantes. Llamar la atención nivel que nosotros pasamos al lado de uno sin darnos cuenta (íbamos rodeando la Oude Kerk en busca de ese adoquín tan llamativo de la foto) y la prostituta de su interior dio un golpe en el cristal para que la mirásemos (y yo creo que pegué un bote del susto).


6) Queso y zapatos puntiagudos: Holanda es conocida por la producción de queso y en el centro de Ámsterdam es inevitable toparse con una tienda de quesos cada cinco minutos. Lo que quizá me llamó la atención fue la presencia de unos zapatos gigantescos delante de muchas de estas tiendas y, por supuesto, infinidad de llaveros y demás tonterías con el motivo de estos zapatos. Personalmente, encuentro que son unos zapatos más bien horteras y por eso no reparé en haber hecho alguna foto en una tienda de souvenirs así que la imagen que encabeza este apartado está sacada de google imágenes. 


7) Molinos y tulipanes: un motivo que se repite en las tiendas de souvenirs y que quizá sea más típico del país en sí que solo de la capital, es el de campos interminables de tulipanes de colores con un molino de fondo. Molinos no pero tulipanes sí que los había por todas partes, en parques y macetas, dándole un poco de color a la ciudad y no, tampoco tengo fotos de los tulipanes que vimos porque estaban en macetas así cualesquiera. Una de las principales atracciones primaverales de Holanda es el Keukenhof, un jardín de tulipanes gigante que solo abre de mediados de marzo a mediados de mayo (la época de floración de los tulipanes) al que no fuimos por su elevado precio y por lo que tardábamos en ir y volver.


8) Ciudad de escondrijos: es probable que la "atracción turística" más famosa y frecuentada en la capital holandesa sea la Anne Frank Huis (casa de Ana Frank). La fama que pueda tener Ámsterdam como sede de la legalización de actividades que muchos consideran ilícitas, desde la prostitución y el consumo de marihuana hasta el matrimonio homosexual, incluye la religión. Ya no solo porque la familia Frank se ocultara en los pisos superiores de la clásica casa estrecha del centro de Ámsterdam debido a sus creencias judías sino porque, tras la reforma protestante, la profesión del culto católico se prohibió en Holanda, lo que no impidió que Jan Hartman construyera una iglesia clandestina en el ático de su casa. Fue una de mis visitas favoritas durante el viaje pero eso ya me lo dejo para otra entrada.


9) Obras: como siempre que viajamos, la ciudad estaba repleta de obras, andamios, contenedores y demás obstáculos del tráfico ya de por sí complicado por la afluencia de bicis en todas direcciones. Especial repercusión tiene la construcción del metro que parece ser que desplazó varios edificios del centro (o eso rezaba nuestra guía de viaje), como esas casas ostensiblemente inclinadas de la foto.


10) Hogar de las patatas fritas: para acabar, os dejo con la típica comida holandesa (aunque sea originaria de Bélgica), ineludible si estáis de paso por Ámsterdam. Las venden por todas partes en cantidades industriales. Nosotros siempre compramos el tamaño más pequeño y aún así me parecía una cantidad enorme de patatas.