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martes, 12 de mayo de 2015

El escultor

Ya antes de que las reseñas positivas de este cómic brotaran como setas por toda la red, tenía mucha curiosidad por este título solo por el autor, Scott McCloud, conocido antes de dibujar El escultor por sus cómics-ensayo sobre el cómic en sí mismo: "Hacer cómics", "Entender el cómic" y "La revolución de los cómics", todos ellos disponibles en España. No he leído ninguno todavía pero el caso es que durante la lectura del cómic que ocupa esta entrada, he estado especialmente atenta a las posibilidades narrativas que ofrece este medio y en cómo las aprovecha Scott McCloud.


David Smith está en la bancarrota, vive en un apartamento que no se puede permitir, es incapaz de vender ninguna de sus obras desde que se enfrentó públicamente a un inversor influyente, no logra encontrar su musa, todos sus familiares están muertos y hace tiempo que lo dejó con su última novia. Cuando está tocando fondo, se encuentra con su tío Harry, dispuesto a animarle con viejas anécdotas... solo que Harry murió hace años y el ente que se encuentra ante David le ofrece un trato de otro mundo.

Como os podréis imaginar, tratándose de una obra de casi quinientas páginas, El escultor no es un cómic que trate sobre un solo tema. Aunque si tuviese que escoger un motor argumental, supongo que me decantaría por el existencialismo. En la más absoluta miseria personal, David no duda, prefiere morir con éxito que vivir en la mediocridad. ¿Cuánta gente aceptaría el trato de Harry si pudiese? Vivimos en una sociedad en la que tener comida y un techo bajo el que refugiarse ya no son suficientes. Más que eso, al tener las necesidades básicas cubiertas sin esfuerzo, necesitamos más. Para algunas personas, las posesiones materiales y los lazos familiares son suficientes pero hay otras tantas que necesitan todavía más. Fama, renombre, la certeza de haber impactado a gran escala la vida de los demás. Y, al final, eso se convierte en algo mucho más importante que tener algo que llevarse a la boca todos los días.


Pero, por supuesto, uno de los protagonistas indiscutibles de este cómic es el amor. En cierta forma, es el amor precisamente el que mueve la trama ya que Meg juega un papel indispensable en los últimos doscientos días de David (desde el primero hasta el último). Y aquí viene un apartado curioso del volumen porque tanto David como Meg han tenido relaciones personales algo peculiares. Meg es un alma cándida que se dedica a rescatar a vagabundos de la calle y que mantiene una estrecha relación de amistad con todos sus ex. David es incapaz de tratar con otras personas, es inadecuado, le cuesta mantener una conversación banal, y nunca ha podido conectar del todo con nadie. Si dejamos de lado el hecho de que ambos son un desastre, cada uno a su manera, lo cierto es que son como el agua y el aceite, ideas contrapuestas en cuanto a todo y, en cierta forma, precisamente ahí está la gracia, en que se complementen y en que tengan la capacidad de tragarse la mierda el uno de la otra y viceversa. Es bonito. Real. Y la perspectiva de que puedas llevarte bien con un ex así sin más es... refrescante. 

Pero ah, Scott McCloud tiene mucho más que ofrecer que una mezcla de búsqueda personal y romance. Son tantos los temas que trata en este tocho que de veras no sé por dónde continuar: trastornos mentales, muerte, arte, modas... ¡y referencias! Os animo a buscar las del Studio Ghibli, que hay unas cuantas (seguro que alguna se me ha pasado de hecho). Pero voy a empezar por una pequeña maravilla: hay un personaje con un rol lo suficientemente importante que es homosexual. Y no se especifica. Ni se le presenta como tal. Ni se habla de ello. Ni es un drama. Simplemente es homosexual, como tantos otros millones de personas en el mundo. Solo por esto ya le beso los pies al señor McCloud, casi me sabe mal tener que especificarlo así en mi entrada y darle la importancia que no se le da en el propio cómic pero es que de veras lo considero remarcable teniendo en cuenta el panorama.


Otro detalle fascinante de El escultor es el tratamiento que da a la muerte. Que no es más que el vacío. La nada. El dejar de existir, dejar de ser, dejar de pensar, dejar de ser concebido por nadie, la negación infinita, el blanco absoluto. Estoy cansada de purgatorios, cielos, paraísos e incluso reencarnaciones. Siempre se deja esa ventana al "siguiente paso" abierta y los autores se ponen místicos con mucha facilidad. Scott McCloud refleja la inexistencia de la única forma en que puede hacerse en un soporte como el cómic y  consigue llegar, impactar, ser espeluznante.

Quizá otro de los motivos de este cómic es la popularidad. O, más bien, lo que convierte a algo en popular. Y la arbitrariedad implícita. Es un debate frecuente cuando nos movemos al tan pantanoso tema del arte contemporáneo. ¿No es una locura que Duchamp sea célebre? Yo diría que no pero claro, ¿cuántos han aprovechado el filón para hacer cualquier cosa de forma mecánica y decir luego que se trata de arte? David se frustra porque no quiere admitir lo superfluo que es el mundo por el que se ha sacrificado.


Pero me dejo lo mejor para el final. No lo que es mejor de forma absoluta, sino lo que es mejor para mí. Scott McCloud realmente aprovecha todos sus propios elementos y nos presenta un personaje con un trastorno mental. Y lo que es mejor, es un trastorno diagnosticado pero que nunca nunca nunca se menciona en las casi 500 páginas del cómic. Es evidente que está ahí, es evidente cuál es pero nadie dice nada, nadie hace nada; el propio personaje que lo sufre no lo quiere asumir, se aliena de su diagnóstico alegando que no se trata de una enfermedad orgánica, que no se puede "arreglar" con pastillas y, por eso, no quiere tomarlas. Porque teme cambiar su propia esencia. El estigma sobre los trastornos mentales, incluso de la mano de las propias personas que los sufren, está muy patente en nuestra sociedad y hay que concienciar a la gente de que tener un trastorno mental no te convierte en un monstruo ni mucho menos y, sobre todo, que puede tener arreglo. 

Acabando ya con mi análisis/divagación sobre la trama, está el apartado sobrenatural de la misma. Eso y el argumento desnudo, sin matices. Volvamos a la sinopsis: David es un tipo amargado que, en un momento de desesperación, acepta un trato diabólico, su vida por su arte. Pero claro, no es exactamente "arte" sino la habilidad para poder crearlo. Poder moldear un bloque de granito como si fuese plastilina no te convierte, ni mucho menos, en un buen artista. De hecho, cuando se trata de arte, muy poco está en tu mano para trascender puesto que esto depende del público. Y el público ha demostrado tener unos gustos muy reprobables y cambiantes. Entonces, David posee una habilidad extraordinaria por la que ha pagado el precio más alto que se pueda imaginar pero, al final, no sabe qué hacer con ella. Cómo de genial es eso señores. Las cosas no le salen rodadas. No se hace famoso al instante. El trato era claro.


Mi veredicto en cuanto a la composición de página y viñetas es de excelente. El autor sabe aprovechar los recursos que ofrece el cómic, se vale de los tonos para representar la atención del protagonista, más que imágenes borrosas, nos presenta viñetas atenuadas. En lugar de lanzarnos un zoom descarado, le da color al único elemento que el protagonista está mirando realmente en medio de una multitud. Lo que no me ha acabado de convencer es el azul de acompañamiento, quizá es una tontería muy grande de mi parte pero me hubiese pegado más un tono rojizo, como... arcilloso. Por lo demás, la verdad es que el dibujo en sí no es que tenga nada de particular y las expresiones faciales me parecían algo robóticas en algunas escenas. Eso sí, los fondos son alucinantes, igual que todas las esculturas.

La verdad es que me da bastante rabia no haber podido ir al salón del cómic y haberme quedado sin esta firma pero ya sabéis, no se puede tener todo en esta vida. Lo que sí que puedo y podéis tener es un ejemplar de esta historia (me da igual el idioma, yo tengo mi original en inglés para seguir con mi boicot infantil a Planeta) en vuestras estanterías, que seguro que os vale la pena tenerlo.

7 comentarios:

  1. Pinta muy interesante, y con tu reseña me has dado ganas de leerlo. A ver si puedo pronto :) ¡Gracias!

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  2. Muy completa la reseña, y muchas ganas de poder echarle un vistazo.

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  3. Vaig obtenir la dedicatòria a La Revolución de los Cómics, edició esgrogueïda de Norma de fa 13 anys, al Saló del Còmic. Allà vaig descobrir aquesta totxana que portava tothom. Els vaig envejar. Però no vaig cedir a la temptació: ja fa temps que el material originalment en anglès el llegeixo en anglès, i a sobre en aquest cas m'estalviaré 10 euros. Però li tinc tantes ganes...

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    1. Sí, per això no em va saber tant de greu no poder tenir-ne la firma. Així l'he pogut comprar molt més barat en anglès aprofitant una promoció d'amazon per a la compra de llibres (i còmics) en idiomes estrangers. Mai no deixa de sorprendre'm el canvi de preu de les edicions originals a les adaptacions en castellà (o català).

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  4. Gran reseña, a mi me está encantando lo que llevo de obra

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  5. Vale. No soy de apuntarme cómics que reseñas porque bastante tengo con mangas y libros, pero a éste sí le daré una oportunidad cuando pueda, que me has dejado con ganas =)

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    1. Avisada quedas de que el tocho tiene 500 páginas y que Planeta se ha coronado poniéndole un precio de 35€!

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