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martes, 22 de agosto de 2017

Cuadernos Japoneses

Tras Los Pies Vendados, del autor chino Li Kunwu, Casualmente, del autor japonés residente en Reino Unido Fumio Obata y Ladronzuela, del autor surcoreano Micheal Cho, le tocó el turno a Cuadernos Japoneses, de Igort, en este caso un autor italiano que vivió y trabajó en Japón durante una larga temporada. Lo que comenzó con el deseo de querer alejarme un poco del manga tras leer la maravillosa y desenfadada primera entrega de Giant Days terminó en una selección accidental de títulos que en mayor o menor medida giraban en torno al continente asiático ya fuese por la nacionalidad de sus autores, por el emplazamiento de la historia o por su trama principal. Y así es como acabé con Cuadernos Japoneses entre mis manos donde un autor occidental explica, entre otras cosas, cómo vivió él la creación de manga.


Igort sintió una profunda fascinación por la cultura, arte y tradición japonesas desde su juventud, lo que le llevó a hacer numerosos viajes a Japón, residiendo allí durante largas temporadas mientras trabajaba para una editorial tan prestigiosa como Kodansha. Estos cuadernos japoneses no dejan de ser una mezcla entre diario y ensayo en que el autor aborda de forma caótica diversos aspectos del país nipón, centrándose quizá en los más llamativos tanto a nivel histórico como personal.

Gran parte de este volumen aborda distintas personalidades japonesas incluyendo tanto novelistas como mangakas por lo que Igort repasa la vida y obra de autores tan variopintos como Mishima, Tanizaki, Jiro Taniguchi, Osamu Tezuka, Hayao Miyazaki, Yoshiharu Tsuge, Shigeru Mizuki, Hokusai Katsushika sin ningún orden particular. Aunque el manga tiene, por lo tanto, un importante peso a lo largo de los cuadernos (no en vano serializó uno el propio Igort durante años) hay espacio también para hablar de cine, samurais, monjes y geishas, en un intento por comprender el espíritu japonés a partir de sus manifestaciones artísticas y culturales.


Sin embargo, al querer hacer un repaso tan amplio de Japón en sus más diversas vertientes, el volumen final parece compuesto por parches que se han ido colocando uno tras otro tal y como se le iban ocurriendo al autor. No hay un hilo, ni temático ni cronológico, y el autor salta de sus experiencias personales a lo aprendido investigando continuamente. Aún así, cada pequeña pieza de información es tan interesante que la estructura es lo de menos. De hecho, esa combinación de hechos (más o menos objetivos) con experiencias (más o menos subjetivas) resulta muy equilibrada ya que ambas actúan de forma sinérgica para tener un punto de vista lo más amplio posible en ese afán imposible de comprender un país entero.

En lo que al manga respecta, se nota el interés genuino del autor, que no sólo habla de los que para él son grandes mangakas sino también de cuál fue la inspiración de éstos. Disfruté en especial un pasaje en que narra su encuentro con Taniguchi, en el que hablaron sobre las diferencias entre el manga y la bande dessinée, en que el reconocido mangaka se lamenta de su lentitud (tomando como estándar el ritmo semanal japonés de 20 páginas) mientras que Igort señala que en el mercado franco-belga (y europeo por extensión) se suelen hacer tan sólo 48 páginas al año (para sorpresa del japonés). Y, dejando de lado las menciones obvias a nombres de la talla de Tezuka o Miyazaki, me sorprendió mucho el interés por Tsuge, del que aquí hemos podido catar El Hombre sin Talento (mencionado directamente en Cuadernos Japoneses) y La Mujer de al lado.


Entre tantísimos datos interesantes, confieso que me apena que la única mujer que se destaca entre los cuadernos es Abe Sada, una prostituta, embustera y homicida que alcanzó gran notoriedad en la sociedad japonesa. Me cuesta creer que entre tanto personaje ilustre masculino sea ésta la única mujer que mereciese ser mencionada en los cuadernos de Igort.

El formato es de lo más extravagante. Hasta tal punto que no creo haber encontrado antes unos cuadernos que combinen cómic mudo, ilustraciones, prosa y cómic, tanto a color como en blanco y negro, todo mezclado sin ton ni son, siguiendo el mismo caos ordenado de los temas que se tratan, el salto de formato delimita cada pequeño capítulo, si es que los puede llamar así.


Cuadernos Japoneses es una obra que transmite por todos sus poros la fascinación de su autor por Japón y que, a la vez, anima al lector a indagar sobre su cultura. Personalmente, me ha dejado con muchas ganas de seguir con esta inmersión cultural y aunque tenía la lectura de Red Red Rock estancada creo que es un buen momento para retomar a Hayashi Seiichi. En cualquier caso, le reconozco a Igort el mérito de haber logrado el éxito en un país racista y con tanta aversión por los gaijin.

lunes, 14 de agosto de 2017

La Historia de mis Tetas

Este verano he dejado un poco abandonado el manga pero no el cómic. Así he dejado atrás las batallas entre titanes, las intrigas políticas, los amoríos de instituto y tantos otros arcos argumentales que siguen y preceden a otros dentro de historias de las que yo no recuerdo el inicio y cuyo final podría no poder leer hasta dentro de varios años. Eso me llevó a otro tipo de títulos que siempre parecen tener en común la introspección de sus autores, la pretensión de llevar el formato del cómic a un propósito más elevado que el del simple entretenimiento, de transmitir un mensaje, de hacer reflexionar. Y pensaba que, a grandes rasgos, lo había conseguido. Hasta que vi La Historia de mis Tetas como novedad en la biblioteca al ir a devolver algunas de mis últimas lecturas y, una vez más, no me dejé amedrentar ni por el título, ni por la portada ni por lo que pesa, literalmente, esta novela gráfica de 350 páginas.


Creo que la última vez que un cómic me impactó de esta forma fue hace un año, cuando me adentré en Fun Home, de Alison Bechdel que también decidió contar con mucho garbo la historia de su vida, con especial énfasis en su orientación sexual y la relación con su padre. En el caso de Jennifer Hayden decidió que, más que contar su vida, podía contar la de sus tetas, protagonistas absolutas de sus acontecimientos vitales. Desde su infancia y adolescencia, cuando estaba totalmente acomplejada por la falta de ellas, hasta su vida adulta, cuando le diagnosticaron cáncer de mama y debió realizarse una mastectomía.

La Historia de Mis Tetas es una autobiografía muy completa en que su autora se desnuda ante miles de desconocidos para contarnos toda su vida, incluyendo su primer amor, la relación con sus hermanos y sus padres, los momentos que más feliz la han hecho y también los que más dolor le han provocado, y mucho, muchísimo más. Cuenta cosas tan íntimas con tanto detalle que es inevitable sentirse intrusa en una vida ajena, casi como si te estuviera contando más de la cuenta. Pero lo hace de forma tan distendida, con tanto humor, quitando hierro hasta a la propia muerte, que es fácil sacudirse esa sensación de encima.


Creo que este cómic se ha vendido como una obra sobre el cáncer y, por supuesto, en cierta forma lo es ya que son muchas las personas que forman parte de la vida de la autora, ella misma incluida, las que sufren esta dolencia a lo largo de sus vidas pero esa consideración me parece reduccionista. De hecho, teniendo en cuenta que se trata de una autobiografía (aunque sea a través de sus tetas como protagonistas), decir que es un cómic sobre cáncer sería como afirmar que toda la vida de Jennifer Hayden se resume a su cáncer. Y ella cuenta tantísimas cosas más...

A mí me parece más una historia sobre la vida, la muerte, el amor, la familia, la amistad, el entenderse a una misma, perseguir tus sueños, pero también a saber cuándo tienes que sacrificarte, sobre madurar, aceptarse y quererse. Es un cómic integral, con muchísima información, muchos matices, muchos detalles, de esas obras que te hacen meditar incluso cuando no las tienes entre las manos y que, al menos en mi caso, no se pueden digerir en un solo día, con lo que durará algunos días encima de la mesilla.


La autora reflexiona, por ejemplo, sobre la (ausencia de) importancia del aspecto físico, sobre qué te hace realmente mujer, sobre qué cosas son las que realmente importan en la vida. La pérdida está muy presente en toda la obra, y la muerte irrumpe en la narración cuando el lector menos se lo espera. Aunque aparecen decenas de personajes durante la obra, fiel retrato de la cantidad de personas con las que conectamos de forma significativa a lo largo de nuestra vida, y aunque su dibujo se caracteriza por su extrema sencillez, siempre es fácil recordar de quién se trata y seguir leyendo sin perder el hilo.

Utiliza mucho simbolismo para intentar explicar a través de imágenes recurrentes todo aquello que pertenece al mundo del intangible, como el halo que despide una persona que vive sin reparos ni remordimientos o el de aquella que sabe que se acerca su hora. Aparece a menudo un pájaro que actúa a modo de voz de la conciencia, siempre sarcástico, riéndose tanto de la ingenuidad como estupidez de la autora en cada error que ha cometido. ¿Os imagináis la enorme capacidad de introspección necesaria para evaluarse a una misma de esta forma? Siguiendo con el simbolismo, la huida de casa de sus padres la refleja como una barca que zarpa de un barco que se hunde a marchas forzadas mientras que su propia progresión en la vida la hace navegando río abajo, dejándose llevar por la corriente. Así es como aprovecha al máximo todas las posibilidades que le ofrece el cómic, y que no podría explorar en una novela convencional.


Me parece fascinante la forma tan natural de ilustrar sus relaciones interpersonales, ya fuese con su pareja, sus hermanos, sus padres, sus suegros o cualquier conocido. Tiene un desparpajo y una sinceridad abrumadoras, algunas de las viñetas bien podrían pertenecer a una de esas tiras cómicas de estilo costumbrista en que tantos autores se esfuerzan por reflejar la enésima escena de pareja que arranque una carcajada cómplice del lector. Porque, además del cáncer o la maternidad, es indudable que La Historia de Mis Tetas es la historia de Jennifer y Jim, y de su relación de largo recorrido, resistiendo todos los baches del camino y forjándose el uno a la otra y viceversa a través de los años.

Otro tema principal de la obra es la incertidumbre con la que viene acompañada la llegada a la vida adulta, cuando una tiene que decidir cómo ganarse la vida y todos los pequeños, y no tan pequeños, quehaceres que eso conlleva. Sacarse el carnet de conducir, comprarse un coche, una casa, casarse, formar una familia... La lista es infinita e inabarcable.


La narración es brillante y se apoya en cuatro pilares: los cuadros de texto en los que realmente nos cuenta su vida en primera persona, los diálogos entre los personajes, el dibujo y, por último, los comentarios descriptivos en las viñetas, que casi se fusionan con el arte, moldeándose al dibujo cuánto sea necesario. Es la combinación de estos cuatro elementos la que permite a Jennifer Hayden crear una historia tan fluida, tan divertida y tan entretenida, todo a la vez.

Llegada a este punto de la reseña, tengo la terrible sensación de haber escrito demasiado para no decir prácticamente nada pero eso es síntoma inequívoco de que he disfrutado tanto la lectura de esta obra que no sé ni cómo explicarlo así que en fin, echadle un ojo por favor, de verdad que es una joya.

viernes, 11 de agosto de 2017

Ladronzuela

Creo que he comentado esto ya muchas veces estos años pero... ¿sabéis esos cómics que tenéis que hojear sí o sí sólo por la portada? Ladronzuela es uno de ellos por supuesto, se trata del típico título que ya tenía en la wishlist de Bookdepository desde antes de que La Cúpula anunciase su publicación en España y, cosa rara, es una de aquellas extraordinarias ocasiones en que la edición española es más barata que la original.


Corrina lleva trabajando en una agencia publicitaria cinco largos años. Lo que comenzó como un trabajo temporal en la gran ciudad para darse tiempo de buscar algo más acorde a sus aspiraciones artísticas, ha terminado por convertirla en una esclava. Poco a poco, va acumulando frustración tras frustración al sumarse la frustración que le genera su trabajo con la incapacidad para salir de su situación. Tal es su nivel de ansiedad, que termina por realizar pequeños hurtos en grandes superficies, no porque lo necesite, simplemente por rebelarse contra un sistema que la hace infeliz todos los días. 

Llegados a este punto ya estaréis preparados para lo que sigue. Sí, toca comparar este título con Casualmente, estando ambas obras protagonizadas por mujeres, jóvenes pero adultas, independientes, en momentos decisivos de su vida en que deben tomar una decisión por sí mismas, destilando sensibilidad por los cuatro costados (no puedo decir femenina porque, oh sorpresa, ¡tanto la historia de Fumiko como la de Corrina están contadas por hombres!), siendo ambos títulos sendas primeras novelas gráficas de cada autor.


Si el tema central de Casualmente era el choque cultural y la muerte del padre, Ladronzuela nos transporta a otra realidad demasiado actual, la crisis existencial tras terminar los estudios en el momento de enfrentarse al mercado laboral. Aunque la forma de contar y enfocar el dilema no tenga nada que ver, no pude evitar las reminiscencias al trabajo de Inio Asano mientras leía este cómic, increíblemente redondo y llevadero teniendo en cuenta que es la obra debut de Michael Cho.

Aún sin tener grandes aspiraciones, Ladronzuela es una historia en que el más mínimo detalle está ahí por algún motivo, el autor no deja ninguna viñeta al azar. Corrina estudió filología inglesa y terminó trabajando en una agencia publicitaria cuyo trabajo le importa un comino, de hecho, hasta cierto punto, se avergüenza de su labor. La ironía de este cómic está en que todos los fondos, tan trabajados, están repletos de vallas publicitarias; en que cuando Corrina llega a casa se encuentra panfletos publicitarios dirigidos a su perfil demográfico; en que en sus escasos momentos de ocio habla con una compañera sobre las aplicaciones para conocer gente en que ella misma debe ofrecerse como un producto más que publicitar.


Así, mientras ella ayuda a grandes compañías a vender sus innecesarios productos, ella es bombardeada para que compre otros productos igualmente innecesarios hasta que, unas páginas más adelante, podemos ver el envoltorio de alguno de ellos en su cubo de la basura. Es este tipo de narración muda, sutil, en un segundo plano, la que me entusiasmó de esta historia que, por lo demás, es bastante simplona.

Con su breve extensión, no llega a las 90 páginas de cómic, el autor apenas puede desarrollar una idea y es el punto de inflexión en la vida de Corrina. El plantel de personajes es por lo tanto muy limitado y poco trabajado, los pequeños robos de Corrina, aunque muy significativos, son casi anecdóticos y la resolución de la trama peca de simplista en exceso.


La edición es perfecta, como decía al principio, única en su especie, lo suficientemente pequeña (no tanto como un tomo manga estándar pero sí minúscula en comparación con un BD o la mayoría de novelas gráficas) como para poder leerla tumbada boca arriba y sin la innecesaria tapa dura de la versión original. El color rosa del bitono de este cómic es perfecto y da un contraste inmejorable a la tinta negra, sin muchos contornos y aun así con un dibujo increíblemente nítido.

Poniéndolo todo en una balanza, no he podido evitar deleitarme con este cómic ya que aborda reflexiones que resuenan con mi estado mental actual así que esta vez quiero ser cauta a la hora de recomendarlo. Si buscáis una obra sencilla, entretenida, que se lee en un suspiro, con una protagonista con la que es muy fácil sentirse identificada y que además tiene un gato que rescató de la calle en casa, no dejéis de darle una oportunidad a Ladronzuela.

martes, 8 de agosto de 2017

Casualmente

Junto con Los Pies Vendados, otro título que cayó en el botín de la biblioteca tras la lectura de Giant Days fue Casualmente, de Fumio Obata. Desde aquel salón del cómic hace un par de años al que no pude ir porque andaba por tierras holandesas, cuando Spaceman Project todavía era Spaceman Books e invitó al autor al salón para promocionar la salida de este cómic, desde entonces recuerdo querer leer esta obra.


Hace muchos años que Yumiko decidió dejarlo todo y abandonar su Japón natal para mudarse a Londres. Desde entonces se ha ido adaptando a la vida de la metrópolis hasta tal punto que siente cierto desprecio por los turistas japoneses que se encuentra por la calle y, en general, por todo lo que caracteriza a la sociedad donde la criaron. De nuevo se prepara para hacer un corto viaje de vuelta a casa, salvo que esta vez no se trata ni de trabajo ni de vacaciones, su padre ha fallecido.

Mientras leía Casualmente no me podía quitar de la cabeza otra obra con ciertos paralelismos, El almanaque de mi padre, en que Jiro Taniguchi narra, de forma similar, el viaje solitario de un hijo a su pueblo natal tras la muerte de su padre. En ambas obras los protagonistas deben afrontar la pérdida de una persona literalmente vital en sus vidas pero a la que habían dejado de lado en cierta forma durante muchos años, una persona de otra época, con otras creencias y costumbres.


Con tintes autobiográficos, Fumio Obata cuenta el choque cultural que supone cada viaje de vuelta a Japón una vez integrados (Yumiko y Fumio) a la vida en Londres. Aborda este tema numerosas veces a lo largo de la obra aunque nunca de forma directa. Todo se resume en miradas reprobadoras y pequeños gestos: el rechazo hacia las propias costumbres y el sentimiento de superioridad por haberse alejado de esa visión retrógrada y cuadriculada de la sociedad.

Aunque no sea patente en la portada de la versión española, toma mucho protagonismo el teatro , un arte tradicional japonés que se caracteriza principalmente por las máscaras que portan todos los actores. El autor utiliza este simbolismo como metáfora para ilustras los conflictos internos de Yumiko, que quiere desligarse de todo lo que es japonés pero que se sabe tan sumisa al país nipón como lo es el actor a la máscara Nō.


Con sus virtudes, su precioso y característico estilo de dibujo, la narración tranquila y fluida, el lujo de los detalles, y un tema clásico e imperecedero como es la muerte del padre, aderezado con otro motivo frecuente, la búsqueda y aceptación de una misma, Casualmente se me antoja como una obra algo inmadura que, aunque agradable de leer, no deja mucho poso sobre el que reposar.

jueves, 3 de agosto de 2017

Los Pies Vendados

Giant Days me despertó el apetito por los cómics no japoneses y acabé en la biblioteca, después de mucho tiempo, a ver qué encontraba. Dio la casualidad que hacía muy poco había leído un pequeño reportaje sobre la costumbre bárbara de vendar los pies a las mujeres chinas como símbolo de belleza y erotismo así que cuando me topé con el impactante título lo cogí sin pensármelo mucho a pesar de no haber oído hablar antes de dicho cómic.


Para los profanos, como yo, quiero aclarar (brevemente) en qué consistía exactamente esta tradición de "vendar los pies" ya que, sin conocimiento de causa, puede parecer algo relativamente inocuo. Tener los pies vendados quería decir, en realidad, que a una edad temprana (hacia los 5 años de forma óptima) se les deformaban los pies a las niñas a propósito, apretando los dedos del pie contra la planta y vendándolos rápidamente con fuerza para mantener la deformación antinatural. Por supuesto, para conseguirlo, era necesario romper los dedos en el proceso y resultaba extremadamente doloroso. Esto se hacía con el objetivo de que una vez adulta, los pies de la mujer no superaran los 7 centímetros de largo (coged una regla que tengáis a mano y llevaros las manos a la cabeza). Esta deformación obligaba a las mujeres que la sufrían a caminar con dificultades, con un bamboleo característico que se consideraba erótico. Lo mismo ocurría con los pies, siempre vendados y en unos zapatos tradicionales con decoración profusa, que también despertaban las más enfermizas filias.

Las mujeres con los pies vendados no podían trabajar en el campo, aspiraban a convertirse en mujeres de hombres ricos y, básicamente, se convertían en floreros para la posteridad. Se trata de una práctica común en China durante varios siglos, que se realizaba a casi todas las mujeres de alta alcurnia y a unas pocas afortunadas entre los campesinos que aspiraban a mejorar la clase social de la familia a base de concertar matrimonios de provecho. Si queréis saber más sobre el tema, hay información abundante en la red, incluyendo fotografías de cómo eran en realidad esos pies al quitar la venda; no son para todas las sensibilidades, avisados quedáis.


Li Kunwu es un artista veterano reconocido a nivel internacional por su obra autobiográfica Una vida en china. En Los pies vendados no se aleja mucho de sus temas de interés habituales, narrando la vida de Chunxiu, la que fuera su niñera cuando era todavía un niño, tal y como ella misma se la contó. Se trata pues de una obra biográfica en que, a través de la historia personal de Chunxiu, enfatizando siempre cómo todos los puntos de inflexión de su vida tuvieron algo que ver con sus pies, el autor aprovecha para contar los movimientos convulsos que hubo en China el siglo pasado con la instauración del nuevo régimen. Tanto es así, que a veces una duda siquiera si Los Pies Vendados es realmente la historia de esta mujer o si en realidad sus experiencias son colaterales al guión del cómic con páginas enteras (de su centenar escaso) dedicadas a conversaciones entre hombres en el mercado o llenas de propaganda política, que son las que realmente permiten apreciar cuál era la situación del pueblo en la China rural de la época.

El título que hoy me ocupa ofrece pues una lectura entre líneas, cargada de intención, en que se critica con dureza la sociedad china y su evolución en el último siglo sustituyendo una lacra por otra. Si la infancia de Chunxiu se caracterizó por los últimos coletazos del imperio, y su juventud por tiempos convulsos de cambio y radicalización, su vida adulta y vejez constituyeron una huida continua, con el pasado siempre a cuestas, sin visos a mejorar nunca, sabiéndose sola e impotente pero, a pesar de todo, aceptando su destino y tirando hacia delante, agarrándose a la vida con orgullo a pesar de ser vista como una lacra por y para la sociedad.



Los Pies Vendados es una lectura sofocante, con viñetas oscuras y sucias, emborronadas, con mucha emoción contenida. No hay viñetas particularmente explícitas. El autor se vale de otros recursos para reflejar la crueldad de la práctica de vendar los pies. De hecho, Chunxiu es un personaje contemplativo, cuyos silencios dicen mucho más que sus palabras. Li Kunwu incluye al inicio de su novela gráfica fotos de los objetos que les dejó Chunxiu, y que tantas veces aparecen a lo largo de la obra. Es esta proximidad, el saber que esta historia no tiene nada de ficticio, la que hace que este cómic impacte tantísimo. A pesar de lo crudo que es, me parece un homenaje magnífico a la estupidez, ignorancia y determinación humanas así que os recomiendo su lectura sin reservas.

Fuente: Vendado de pies, Wikipedia [Accedido el 20 de julio de 2017]