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jueves, 11 de febrero de 2016

Leyendo sobre bullying

Hoy os traigo una entrada de últimas lecturas un poco particular donde en lugar de agrupar los tomos por género, demografía o editorial he preferido centrarme en un tema concreto que está muy en boga últimamente: el bullying o acoso escolar.


A dos tomos del final sigo pensando que A Silent Voice es un manga peligroso. Cuenta la evolución de varios personajes desde la infancia hasta la adolescencia y, conforme lo hace, transmite una serie de mensajes de dudosa interpretación. Por un lado nos muestra a una víctima de acoso escolar, Shôko Nishimiya, que se culpabiliza a sí misma ya no solo del abuso que sufrió en su propia carne sino también de que Sahara se transfiriese de escuela o de que Ishida acabara sufriendo acoso a su marcha. Por el otro, se nos ofrece todo un abanico de alternativas viables de cómo puede acabar un acosador. El propio Ishida, al recibir acoso él también, se dio cuenta de lo que había hecho y acabó, primero, intentando suicidarse y, segundo, construyéndose un curioso escenario en el que cualquier persona es tachada de forma inmediata de su círculo social, vacío, convenciéndose de que nunca va a tener amigos, de que no se los merece y de que quizá no los necesita. En una perspectiva totalmente alejada se encuentran Ueno y Kawai. Ueno reaparece años después dispuesta a seguir haciéndole la vida imposible a Nishimiya, convencida de que todos los problemas del grupo de amigos los ha causado ella. En cambio, Kawai no quiere reconocer el papel que tuvo en el acoso a Nishimiya y, más adelante, a Ishida y no duda en sacrificar a uno de ellos con tal de mantener su estatus social en la clase; es difícil saber hasta qué punto se cree o no sus propias mentiras.


A pesar de que Ishida se siente realmente culpable de lo que hizo, acaba tratando con Nishimiya como si nada y como ella lo permite impulsada siempre por su nula autoestima y su sentimiento de culpabilidad infinita, ambos se quedan estancados sin poder avanzar. Así que, al margen de lo consciente que sea Ishida de sus faltas, prefiere ignorar todo el pasado compartido actuando con cierta hipocresía con tal de conservar el pequeño círculo de amigos que se ha granjeado gracias a Nagatsuka. Pero el caso es que todos los personajes avanzan y se relacionan entre ellos sin procesar lo que ocurrió en la escuela primaria, sin reconocer sus errores unos y sin perdonar (ni condenar) a sus agresores los otros. No hay clausura. No es hasta la catarsis del quinto tomo cuando todos parecen darse cuenta de la situación, sacando toda la mierda de debajo de la alfombra, obligados al fin a enfrentarse a todo lo que ocurrió. Por eso mismo creo que los últimos dos tomos serán cruciales para que se acabe de forjar mi opinión formal sobre A silent voice en función de cómo evolucionen los personajes a partir de este claro punto de inflexión.


Pero esto no es todo, Nishimiya no solo sufre acoso escolar sino que su persona se ve absolutamente menoscabada también en su unidad familiar. Sus familiares paternos directamente la repudian y la abandonan en manos de su madre, sola y embarazada, por el mero hecho de ser sorda. Esta situación endurece en extremo el carácter de la madre de Nishimiya, con muy malas consecuencias en su crianza, de lejos demasiado estricta e inflexible. Incluso Yuzuru, su hermana pequeña, que claramente la aprecia, adora y admira, le corta las alas con un juicio que, en su mente infantil, parece lógico.


Hace poco estuve en la exposición +Humans que se exhibe actualmente en el CCCB (en Barcelona) en la que, entre otras muchas instalaciones, se proyectaba una charla TED de Aimee Mullins, en la que esta atleta y modelo discute los distintos sinónimos aceptados en el diccionario de la palabra discapacitado y lo que éstos reflejan de nuestras sociedad y mentalidad. La madre de Nishimiya no deja de decirle a su hija lo que puede y lo que no puede hacer, incluso su hermana pequeña le reprocha que es inútil que trate de pronunciar las palabras en voz alta y le recomienda que se limite a hablar mediante la lengua de signos. En este sentido, no me gusta que Nishimiya esté acomplejada por su discapacidad pero sí que, a lo largo de los tomos tantos sus compañeros como sus familiares la empoderen, le confieran fuerza para ser quién ella quiera. Podría seguir con este tema pero hasta que no termine el manga no sabré si me gusta o no el mensaje que transmite la autora sobre cómo vivir con una discapacidad.


Como historia sobre acoso escolar, muchos considerarán que A silent voice deja mucho que desear. Sin embargo, si se plantea como una obra sobre cómo asimilar este acoso, la cosa cambia. Nos pueden parecer muy deplorables ciertas actitudes e incluso renegar de la autora por centrarse en trivialidades como ir al parque de atracciones o al karaoke (¡con una persona sorda!) pero creo que refleja muy bien el hecho de que la vida sigue y que, lleves lo que lleves a tus espaldas, ya seas víctima o maltratador, siempre vas a tener que adaptarte a la vida en grupo y, sobre todo, al amor romántico.


Por supuesto, en una entrada sobre bullying no podía faltar Life, también a dos tomos de terminar, al fin, su dilatada trayectoria en este país. Como ya comenté la última vez, debido al ritmo de la historia, no pasa gran cosa en estos dos tomos, en los que el desenlace del manga se va desenredando con lentitud. Keiko Suenobu sigue apurando hasta el final para añadir violencia y desesperación a la trama. A pesar de que deberíamos poder asistir a la merecida caída estrepitosa de Manami, la autora le otorga tal locura que es difícil quedar satisfecha con la lectura de estos tomos. No vemos arrepentimiento, ni sentimiento de culpa, tan solo una obsesión enfermiza por destrozarlo todo, a todos los niveles. Para Manami, si todo su mundo se desmorona, debe quedar reducido a cenizas también para los demás. Esta actitud roza tanto la psicopatía que me desliga del vínculo emocional que pueda tener con ningún personaje. Como ya nos mostró en Limit, Keiko Suenobu escala rápidamente del acoso escolar a la infracción de las leyes más graves dando así el colofón final a 20 tomos de andadura.


Y sé que está muy pillado por los pelos pero por aquello de hacer la entrada más simétrica, me faltaba un tomo por colocar y creo que Princess Jellyfish (Kuragehime), salvando las distancias, encaja muy bien dentro de la temática. De acuerdo que no se puede ver acoso escolar como tal debido a la edad de los personajes pero sí un fenómeno quizá más alarmante como es la discriminación continuada a aquellos que se salen de lo normal más allá de la infancia o adolescencia, épocas en las que la moralidad no está tan definida, sino en plena vida adulta. Porque significa que una vez alcanzada cierta madurez y en una época en la que uno, por norma general, ya ha aprendido a aceptarse a sí mismo tal y como es, la sociedad sigue señalando con el dedo a aquellos que se alejan de lo socialmente adecuado como puede ser tener un trabajo, formar una familia, maquillarse si se es mujer o no ponerse vestidos y pelucas si se es hombre. Hay una reflexión de Kuranosuke en este segundo tomo que me revolvió un poco las tripas: de acuerdo si eres un poco rarita pero asume que, si aspiras a que te tomen en serio, vas a tener que aparentar ser lo que no eres.

1 comentario:

  1. Muy bien traídas las dos últimas a raíz de A Silent Voice, a la cual le resta un tomo para terminar. A ver cómo es el final...

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