miércoles, 30 de septiembre de 2015

Orange is the new black (1st season)

Hace un par de años que el nombre de esta serie resuena en todas las redes sociales y, tras el vacío que me dejó Mr.Robot (que algún día reseñaré, o no), acabé optando por esta serie tan... particular. Orange is the new black juega con todos los prejuicios que hayáis podido tener alguna vez sobre la vida en la cárcel con tres detalles que la hacen imprescindible: primero, tiene lugar en una prisión femenina; segundo, la protagonista es una chica "afortunada" con un prometido, un título universitario, una casa, un negocio... lo que la hace contrastar radicalmente con el resto de reclusas; tercero y más importante, las historias de las presas están contadas en clave de humor.


Desde el primer capítulo los guionistas ya empiezan a parodiar prejuicios brindándonos diálogos de lo más cómicos. Piper, rebautizada con su apellido Chapman, se encuentra con una tremenda segregación racial, aparentemente solo debe interaccionar con mujeres blancas si no quiere buscarse problemas. Aunque, evidentemente, se los busca igualmente nada más entrar. Su aspecto, su carácter, su indiscreción y su evidente debilidad la ponen en el punto de mira de toda la prisión en menos de veinticuatro horas con lo que deberá aprender a base de palos cómo debe una comportarse si espera sobrevivir y, sobre todo, evitar el aislamiento.

Pero, evidentemente, nada más comenzar, todos los espectadores se preguntan qué demonios pudo hacer una chica que parece tan inofensiva como Pipes para acabar en la cárcel. Los guionistas no se hacen de rogar introduciéndonos la "fase rebelde" de la protagonista en la que tomó una o dos malas decisiones... como todas la reclusas en Litchfield. Que también tienen su protagonismo episódico, con cada uno de los capítulos mostrándonos flashbacks que revelan cómo acabó cada una de ellas en la cárcel.


Una de las cosas que más me ha sorprendido de esta serie es lo perturbados que están los personajes masculinos que aparecen en ella, en especial, el personal de la cárcel. Ni siquiera me había planteado que los trabajadores de una prisión femenina pudiesen ser hombres... entre los que, en esta serie, se cuentan un pervertido perturbado y mezquino, un homófobo impotente y un príncipe azul egoísta y ridículamente ingenuo, aunque a veces parece que la administradora de la prisión se lleve la palma con sus tejemanejes.

Al estar ambientada en una penitenciaría es inevitable que se traten temas como las drogas, la pobreza, el abuso, la homosexualidad o incluso los trastornos psiquiátricos pero, mucho más allá de eso, la serie abarca también la transexualidad, la religión, la (in)fidelidad y la maternidad. Aunque, como decía al principio, para mí lo mejor de Orange is the new black es su humor, que te hace soltar al menos una carcajada en cada episodio, la serie no está exenta de drama humano y es imposible no empatizar con algunas de las reclusas en más de una ocasión, salvando las distancias. Piper en especial es todo un rompecabezas con sus debates internos, su indecisión, su hipocresía, su introspección... y su arrepentimiento. A ratos la admiras, a ratos la compadeces, a ratos la odias y, en ese sentido, me parece un personaje muy bien construido.


Evidentemente, otro de los puntos fuertes de la serie es que no se centra exclusivamente en la cárcel sino que nos ofrece el día a día de los que han quedado fuera de ella, en especial del prometido y la mejor amiga de Piper, que deben seguir con sus vidas a pesar de que la de ella vaya a estar en stand by durante más de un año. Y ahí reside uno de los puntos claves de Orange is the new black, en que mientras entendemos lo crucial que es haber visto una gallina en el patio de la cárcel, también comprendemos que para Larry lo más importante sea celebrar su logro laboral personal. Nuestra felicidad es siempre relativa y solemos construirla a base de compararnos con los demás por lo que comprender el entorno de alguien es vital si aspiramos a comprenderlo como individuo. Y esto no siempre es fácil.

No recuerdo ninguna otra serie con tal cantidad de personajes entrañables y de escenas para enmarcar. El elenco se escogió con muchísimo acierto, con unas actuaciones soberbias encabezadas por la expresividad infinita de Piper seguida de cerca por Nicky, Pennsatucky, Taystee o Crazy Eyes.

martes, 29 de septiembre de 2015

Empieza la cuenta atrás...

Mi falta de tiempo últimamente es exasperante pero no quería dejar pasar este mes sin recordaros que justo hoy falta un mes para que dé comienzo la XXI edición del Salón del Manga de Barcelona. Desde mi última entrada sobre el tema, se han ido revelando nuevos detalles sobre el mismo, a destacar:


Nuevos autores invitados

No contentos con traer a Inio Asano, desde Norma Editorial han invitado también al mangaka Tetsuya Tashiro, autor de su nueva, y esperada por muchos, licencia Akagame ga Kill! Y, hablando de Asano, Norma sigue dándole vidilla a los últimos días de espera para el salón anunciando la inesperada licencia de ¡Dead Dead Demos Dededede Destruction! Y digo inesperada no tanto porque no viese plausible la llegada de este manga a nuestro mercado sino porque no lo esperaba tan pronto.

Por otro lado, aprovechando el tirón de la séptima entrega cinematográfica de la saga Star Wars, a punto de estrenarse, nos honrará con su presencia Tsuneo Sanda, famoso ilustrador de carteles, pósters y hasta adaptaciones al manga de la franquicia. De hecho, con ocasión de su visita, una de las exposiciones del salón girará en torno a la Guerra de las Galaxias y reunirá tanto ilustraciones como merchandising variado de la saga comercializado exclusivamente en el mercado nipón, bajo el nombre de Star Wars Japan.

Parte de ese merchandising 100% japonés
Concursos

Por otro lado, han empezado ya dos votaciones populares clásicas del evento: el concurso manga de Norma Editorial y los premios del salón organizados por Ficomic.

Norma sigue la tónica de las últimas ediciones subiendo las primeras ocho páginas de los veinte finalistas en su plataforma de cómic digital CIMOC. Tenéis tiempo hasta el 18 de octubre para participar en la votación popular y, finalmente, un jurado compuesto por miembros de Norma escogerá al ganador en función de lo que mejor encaje con su línea editorial. En otras ediciones ha habido un paso previo en que se han mostrado un número reducido de finalistas más votados de forma popular pero no me queda claro si este año se hará o no.

De la misma forma, Ficomic organiza como todos los años otra votación popular para premiar a los mejores títulos tanto de manga como de anime publicados/emitidos durante el último año en España (desde el 1 de septiembre del 2014 hasta el 31 de agosto de 2015) así como a fanzines y al mejor "autor vivo de manga de cualquier género y época". En este caso, la votación estará abierta hasta el viernes 16 de octubre.

Imagen tomada de la página web oficial de Ficomic
A estas alturas es de esperar que no quede mucho más por ser revelado y que las distintas editoriales se guarden las licencias que les queden para anunciarlas durante la celebración del salón.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Viernes 11: Mariposas y Venus

Quizás alguno/a de vosotros ha percibido una pausa más prolongada de lo habitual en el ritmo de publicaciones de Morphallaxis. Aunque empezó por una simple falta de tiempo derivada de una semana de trabajo intenso, se acabó solapando con un viaje relámpago que he hecho a la capital austriaca con la excusa de que a la semana siguiente atendía a una summerschool en Innsbruck. En esta ocasión retomo el formato original de crónica diaria con el que os contaba mis viajes al inaugurar el blog en lugar de seguir con mi intento de hacerlo más temático. Sin más preámbulos...


Estaba yo en el aeropuerto de Barcelona, sola, unas dos horas antes de que saliera mi vuelo, haciendo cola por primera vez tras varios años en el mostrador de facturación. Si yo trabajase en un aeropuerto creo que ya habría escrito una novela (¡o una saga!) que tuviese lugar en uno. Es como un mundo a parte. Algo que me maravilla es que siempre hay gente que llega con el tiempo increíblemente justo ignorando todos los consejos habidos y por haber. En esta ocasión hubo un hombre que se acabó saltando la cola kilométrica porque es que perdía el avión. A otros los hicieron pasar a otro mostrador sin cola también porque faltaba poco para que despegara su vuelo. Si yo fuera tan al límite me daría un ataque de nervios... Y cuando ya has facturado, tienes que pasar el control de equipaje y, como no, me tuvieron que parar. No sé cómo me lo monto pero me paran casi siempre y eso que no llevo nunca ni reloj, ni pendientes, ni collares, ni cinturón, ni monedas, ni nada de lo que se supone que te hace pitar. Para mí, pasar el maldito control siempre será uno de los peores malos tragos a los que me enfrento al coger un avión... y todo es como mil veces peor si viajo sola. Esta vez fue el colmo de la mala suerte porque dejé mi mochila y mi portátil (a parte, fuera de la mochila, como indican las normas) en la cinta y me puse a hacer cola para pasar por el control y, cuando ya me faltaba poco, me dijo uno de los trabajadores que tenía que quitarme las botas (¿botas en septiembre con el calor infernal que hace? Sí, porque en Innsbruck no hace tanto y no me cabían en la maleta) y en lo que tardé en dejarlas en la cinta, ya me habían quitado el sitio y tuve que volver a hacer la cola y veía mi portátil cada vez más lejos y desprotegido. Y encima me paran al pasar y me hacen esperar a que haya alguien libre para pasarme una maquinita que mide... qué sé yo ¿metal?¿explosivos? Después de unos minutos que se me hicieron eternos conseguí recuperar todas mis pertenencias y pasar a la parte interior del aeropuerto con menos tiempo de anticipo del que esperaba. Me dio el tiempo justo de comprarme algo caro nivel aeropuerto de beber/comer.


El viaje muy tranquilo, sin turbulencias ni dolores de cabeza indeseados, no sé por qué en los aviones tienen DE TODO y no pueden llevar también leche para ponerle al café. Me parece tan absurdo que estoy casi convencida de que tiene que haber una explicación razonable que justifique que no se pueda subir leche a un avión. Como siempre también, aunque el vuelo fue bien, la gente a mi alrededor no dejaba de dar por culo, en especial el señor muy alto de delante echando el asiento para atrás y el señor muy alto de detrás echando las piernas hacia delante y dándome golpes en las mías y en mis pies. Constantemente. Como no (de nuevo), al aterrizar y recuperar mi maleta (a la primera, esto sí) justo perdí el tren que me llevaba al centro de la ciudad, uno que pasa cada media hora. Entre unas cosas y otras tardé la vida en llegar a Pilgramgasse, mi parada de metro y, al salir, estaba bastante desubicada. Es aquí cuando comprobé por primera vez la amabilidad austriaca: una señora mayor con el carro de la compra se me acercó, miró mi mapa y me empezó a hablar en alemán con efusividad y por más veces que le dije "Sorry, I don't speak German", ella siguió hablando y, con gestos, me dio a entender que la siguiera. Aunque la señora giró a la derecha en un punto en que había que girar a la izquierda, en general, gracias a ella encontré rápido el camino correcto y, al final, entre unas cosas y otras, tardé algo más de dos horas en llegar a mi apartamento desde el aeropuerto.


Pero bueno, ya instalada, a pesar de que eran las tres de la tarde pasadas y a sabiendas de que en Viena todo cierra a las seis (y media como mucho), me fui caminando hacia el Burggarten vía Mariahilfer Straße (2,5 km) para entrar en el Palmenhaus donde se encuentra el Schmetterlinghaus, es decir, una casa de mariposas ♥ Es el tipo de visita idónea para cuando una viaja sola y le gusta ver bichitos con calma. El sitio es bastante pequeño porque solo ocupa como una tercera parte de la totalidad del edificio del Palmenhaus pero está muy bien aprovechado, yo le di unas tres vueltas e hice setenta fotos en unos 35 minutos. Para ser Viena, no era caro, la entrada de estudiante me costó 4,50€ (la de adulto eran 6€). Además de las mariposas, el recinto está repleto de plantas tropicales con muchísimas flores de todos los colores y estoy segura de que más de uno ha disfrutado más de la vegetación que de las mariposas en sí. Pero la "decoración" no se limita ahí, también hay unas estatuas como de indígenas repartidas por el espacio, un pequeño lago, su correspondiente mini puente y un tronco hueco por dentro con una escalera para subir a un pequeño mirador desde el que hacer más fotos. Según la página web hay unas 400 mariposas en el recinto de unas 40 especies distintas. En algunos puntos la vegetación es bastante densa así que, por supuesto, yo no vi tantas mariposas y la lástima es que la mayoría que estaban quietas eran unas grandes y marrones no muy agraciadas. Quizá lo peor es que hay varios carteles explicativos sobre el ciclo vital de las mariposas y demás pero está todo escrito exclusivamente en alemán (como casi todo en Viena) así que ni idea de si los paneles eran interesantes o no. Con todo, me gustó mucho la visita y fue una inmejorable forma de empezar mi turisteo por la ciudad.


Por la zona (cerca del Museumsquartier) y la hora (casi las cinco de la tarde), decidí ir al Naturhistorisches Museum Wien o, lo que es lo mismo, el Museo de Historia Natural de Viena (el alemán hace que todos los nombres parezcan jeroglíficos). Como en todos los museos de este tipo, hay una gran variedad de ítems expuestos organizados por disciplinas. Así, la visita comienza por una serie de salas dedicadas a la geología, con vitrinas y más vitrinas llenas de trocitos de cuarzo, amatista, mármol, ónice, y un infinito etcétera a los que, sinceramente, no hice mucho caso. Más adelante, y cambiada de sitio debido a una reorganización del contenido de las salas del museo cuya principal repercusión era el cierre de un par de ellas, se encontraba la famosísima Venus de Willendorf, de la que tengo constancia desde hace muchos años. Esta figurilla de apenas once centímetros de largo (increíblemente pequeña teniendo en cuenta toda la atención que ha recibido desde su descubrimiento en 1908) es famosa debido a su antigüedad, unos 25.000 años. Da una idea muy precisa de cuáles eran los atributos femeninos más deseables durante la Prehistoria. Acto seguido continuaba la parte más "geológica" con una exposición muy considerable de meteoritos que, si no recuerdo mal, puede que fuese la más grande de Europa (¿o del mundo?). Y, más adelante, acabando con este ala del museo, todo un pasillo repleto de fosiles finalizando en la sala de los dinosaurios con unos esqueletos gigantescos y una réplica semi-móvil y un poco amenazante de un Allosaurus fragilis (que me gustaría a mí saber de dónde viene ese "fragilis" porque no lo parecía...).


Antes de entrar en el ala opuesta se me acercó uno de los guardias del museo con ganas de charlar, me preguntó que de dónde era y me explicó que se había casado aquí en España hace 18 años, muy feliz el hombre. Al otro lado, y haciendo un recorrido inverso debido a la reestructuración de salas que comentaba antes, había un par de salas dedicadas a la taxidermia en las que casi vomito allí mismo tras ver en directo una vitrina con un cadáver que estaba siendo devorado por no recuerdo qué tipo de bicho asqueroso que se usa específicamente para "limpiar" el interior de los animales que se quiere exhibir más adelante (que es una costumbre que, per se, ya me disgusta...). Más adelante, se encuentra la sección antropológica, quizá la más acorde a mi formación, con sendas explicaciones sobre la similitud entre primates y demás. Cuando acabé con la planta baja volví a saludar al guardia de antes, que me dijo que la próxima vez que viniese al museo dijese que venía de su parte que la entrada me saldría gratis (es una pena que no fuese capaz de entender su nombre, el alemán es un idioma imposible). Finalmente, subí a la planta superior que estaba dedicada, en su mayoría, a los animales (así, en general), ordenados por taxones, empezando por medusas y demás seres marítimos, dando paso a aves, reptiles y diría que mamíferos... aunque también había un rincón dedicado a parásitos que infectan humanos como Plasmodium spp. (malaria) o las tenias. Pero la verdad es que cuando apenas había visto un par de salas sonó el primer anuncio de que el museo estaba a punto de cerrar así que, después de todo, solo vi medio museo.

A estas alturas eran ya las seis y media de la tarde y había tenido un día suficientemente intenso por lo que recorrí mis 3km de vuelta a casa y me desplomé en la cama hasta el día siguiente.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Pluto

Hace ya cinco años que leí 20th Century Boys y, aunque tengo varios tomos de Billy Bat en casa (que diría que van a caer más pronto que tarde), no había vuelto a leer nada de Naoki Urasawa hasta ahora. Hacía tiempo que le tenía el ojo echado a Pluto pero esperaba una buena oferta para hacerme con ella del tirón.


Montblanc, uno de los robots más avanzados y poderosos de todo el mundo, es brutalmente asesinado. Su muerte conmociona a la humanidad, ya que se trataba de un robot amado por muchos. De forma simultánea, el activista por los derechos de los robots Bernard Ranke es asesinado en su domicilio. En ambos casos, el agresor ha clavado lo que tenía más a mano en las cabezas de sus víctimas, a modo de cuernos. El inspector alemán robótico Gesicht, de la Europol, es asignado a ambos casos, que se creen perpetrados por el mismo agresor. Sin embargo, sólo un robot podría haber acabado con Montblanc mientras que la ley robótica prohíbe matar humanos... como Ranke.

Empecé a leer Pluto sin tener ni idea de su argumento y con la muy vaga idea de que era una especie de oda a Astroboy. Es por eso que el mero hecho de que Gesicht sea también un robot, un dato que se revela en el primer capítulo, ya me dejó boquiabierta. En ese sentido, Pluto es una lectura inmersiva sin ningún preámbulo en la que tan solo descubrimos hasta qué punto los robots se han integrado en la sociedad a base de noticias escuchadas de fondo (leídas en un rincón de una viñeta) o a diálogos casuales que no son relevantes para la trama en sí sino más bien para situar sutilmente al lector en el futuro que nos plantea Urasawa.


Como ya me pasara con 20th Century Boys, desde que empecé hasta que terminé este manga tuve una sensación como de intranquilidad, quizá acentuada por una de esas casualidades misteriosas que hizo que justo el día en que me decidí a abrir su primer tomo el doodle de google estuviese dedicado al 229º aniversario de la primera ascensión al Mont Blanc, siendo este el nombre del primer robot asesinado que aparece en el cómic. Pero, con coincidencia o sin ella, Urasawa se desenvuelve a la perfección en este tipo de tramas que se sustentan en la insinuación y la ambigüedad, que permiten mantener al lector en vilo hasta el final. Se sirve de escenas borrosas, contornos poco definidos, nombres en clave que no designan nada en concreto pero que aparecen de forma reiterada a lo largo de la obra como el consabido Bora... y va arrojando respuestas al lector de modo que no se sienta defraudado pero siempre guardándose alguna pieza del rompecabezas para mantener la intriga. En mi opinión, se trata de un equilibrio muy precario que pocos autores saben manejar, y Urasawa es uno de ellos claro.


Pero, más que la trama policíaco-detectivesca en sí, lo que más me ha gustado del manga son las divagaciones sobre qué diferencia un humano de una inteligencia artificial "perfecta". Para empezar, el autor se sustenta en las tan explotadas leyes de la robótica de Asimov (¿alguien dijo genio?), en especial en aquella que dicta que un robot no puede, bajo ninguna circunstancia, matar a un ser humano. Pero por mucho que esta sea una de las primeras normas del manga que introduce, acto seguido nos presenta a Blau 1589, el primer y único robot de la historia en cometer un asesinato. No solo eso sino que la investigación de las muertes sucesivas tanto de robots famosos como de humanos ligados a su desarrollo y derechos parece apuntar a un ente robótico, por imposible que ello pueda parecer.

Es en este punto cuando entran en escena Astroboy y su hermana Uran que parecen más humanos que los propios humanos. Para mí, la verdadera historia de este manga no es quién es el asesino, qué es Bora o qué se esconde tras el apocalíptico sobrenombre de Pluto sino más bien cómo distintos robots de última generación interaccionan con las personas y evolucionan. ¿Puede un robot soñar? ¿Llorar? ¿Amar? ¿Tener hijos? Desde el punto de vista de un ingeniero, ¿cuál es la última frontera para desarrollar un robot perfecto? Es más, ¿qué se puede considerar perfección? Para algunos puede que sea un ente capaz de cualquier cosa pero, para otros, quizá sería uno que simule perfectamente el comportamiento humano y que, por lo tanto, sea indistinguible de nosotros mismos.


A este respecto, un tema central de Pluto es la guerra. La guerra de las grandes potencias, la que tiene propaganda, en la que se siegan muchas vidas inocentes, en la que hay muchos intereses cruzados. Al fin y al cabo, Osamu Tezuka vivió de primera mano la Segunda Guerra Mundial y Naoki Urasawa le homenajea, en parte, reflejando el horror que representa este tipo de conflicto ya no solo desde el punto de vista humanitario tradicional sino también desde el robótico. Una más de las ideas brillantes que aparecen en Pluto es la escenificación de un claro estrés post-traumático (aunque nunca se mencione como tal)... ¡desarrollado por robots! Por si todo esto fuera poco, el autor también se explaya en cuestiones de racismo, con un escenario tan espléndido para retratarlo al haber una dicotomía tan clara entre humanos y robots (una frontera que nunca podremos alzar entre etnias distintas).

A pesar de que las interesantes reflexiones filosóficas estén acompañadas de una trama trepidante, lo cierto es que Urasawa me ha decepcionado en cierto modo por varios detalles algo descuidados como la reiteración de ideas clave que, al final, se me hizo pesada e innecesaria. No hacía falta que lo diese todo tan masticado para que pudiese entenderse. En cambio, hay una parte de la trama que desde el primer tomo se mantiene en una intriga absoluta y que, aunque se soluciona en la última escena, nunca llega a explicarse del todo. También hay ciertos detalles de los robots legendarios que se mencionan en el cómic que van más allá de lo que uno puede concebir como factible y eso, para mí, le resta enteros a una historia hasta entonces muy rigurosa y realista.


Por último, me gustaría aclarar que nunca he visto ni leído Astroboy, que es algo que me preocupaba ligeramente antes de empezar a leer Pluto. Puedo decir ahora con perspectiva a todos los que se encuentren en mi misma situación que no os vais a perder nada de la historia por no conocer su predecesora. Básicamente hay muchos guiños y los diseños de personajes, aunque se ajusten al cien por cien al estilo de Urasawa, son adaptaciones de los originales de Tezuka. Además, casi todos los tomos tienen al final un par de páginas en los que distintos autores y editores comentan cómo vivieron la publicación de Pluto para el aniversario de Astroboy, todo un acontecimiento en Japón.

Como espero haber reflejado en esta reseña, Pluto es un manga breve pero denso, enigmático pero nítido en su desenlace y, sobre todo, rico en temáticas y reflexiones que, por mucho que se construyan en un futuro intangible, se pueden trasladar sin ningún problema a nuestra realidad actual.