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domingo, 1 de junio de 2014

Sandman: La casa de muñecas

La visita de Neil Gaiman ha sido el detonante para retomar la lectura de este grandioso cómic. Y con el segundo volumen, ratifico que la división en tomos de este título no es casual ni arbitraria sino que obedece a arcos argumentales bien delimitados (diferenciándose así de la anterior edición, en siete tomos). Y, en este caso, la casa de muñecas le pertenece a Deseo... o quizá Deseo sea una de las muñecas.


Neil Gaiman no se deja nada en el tintero y, una vez introduce un personaje, no se olvida de él. Así es como nos hace volver al primer volumen, a Unity Kinkaid y a la larguísima reclusión de Sueño, incluso a la breve mención de Deseo por parte de Muerte, a la desdichada muerte de Judy o a la misteriosa Nada, a la que conocimos en el breve paso de Morfeo por el infierno.

Nada más comenzar, Neil nos cuenta un pequeño fragmento del pasado de Morfeo de forma ingeniosa, como si de un mito se tratara. No uso la palabra "mito" porque sí, tanto las referencias a dioses como la fantasiosa explicación de por qué un tipo de pájaro es de un color determinado, me han hecho pensar automáticamente en las metamorfosis de Ovidio, de la mitología grecorromana. Se trata de un capítulo precioso, que dista mucho del resto de la narración. Algo en lo que ya pensé al leer el primer tomo (con el asunto del marciano) ha tomado consistencia en este: la apariencia del señor de los sueños varía según el observador. Es un detalle exquisito que demuestra el esmero de Gaiman al crear a este personaje, no dejó nada al azar. Viste de noche...


Por otra parte, el resto del tomo gira entorno a la familia de Unity Kinkaid, a su hija Miranda, y a sus nietos Rose y Jed por un lado y a los sueños fugitivos por el otro. Y es que cuando el gato no está, los ratones bailan. En ausencia de Morfeo, son muchas las criaturas que se han ausentado del mundo onírico. La mayoría no tienen mayor importancia pero no es así con Bruto, Glob, el Corintio y el Campo del violín. Así es como Neil Gaiman desarrollará las historias de cada uno de ellos mientras se entrelazan poco a poco hasta convergir todas en el vórtice.


La verdad es que Neil Gaiman es muy salvaje. Tiene que serlo al menos un poco para crear un personaje como El Corintio cuyos capítulos son escalofriantes como poco. De hecho, ya dio muestras de su elevada capacidad para crear argumentos aterradores en el primer tomo con la matanza de la cafetería y sus castigos en forma de pesadillas pero, en la Casa de Muñecas, con la convención de asesinos en serie sube todo un escalón en cuestión de horror. Es espeluznante a la vez que está cargado de un humor negro delicioso. Es increíble como un solo capítulo puede estar tan repleto de buenas ideas y de conversaciones para enmarcar. Es perturbador.

Pero ese horror y esas escenas espeluznantes que te revuelven el estómago no se limitan a los coleccionistas ya que en este volumen hay un espléndido desfile de maltrato infantil y otros canallas a medio camino entre ladrones y violadores. Sandman parece sinónimo de violencia.


Y Sandman sigue siendo, por supuesto, una historia donde los sueños y las pesadillas son los protagonistas con lo que nos adentramos en las profundidades del mundo onírico desde el subconsciente de todos los personajes humanos que desfilan por este segundo tomo: Barbie y Ken, Zelda y Chantal, Hal, Rose, Jed... Y con este último Neil se decidió a hacerle un señor homenaje a Little Nemo in Slumberland, todo un clásico de la historieta estadounidense que, al tratar exclusivamente sobre los sueños, no podría ser más adecuado para la ocasión. Me sigo preguntando cuántas referencias me puedo estar perdiendo al no conocer prácticamente nada de cómic americano.


Precisamente al hablar de referencias me topo con este supuesto Sandman impostor que se parece sospechosamente a uno de los Sandman antiguos, una de las versiones del personaje que se supone que Neil iba a "recuperar" para DC.

Justo en el ecuador de la historia de Rose y Jed, se intercala un capítulo que nada tiene que ver con ella. Justo este inciso me hizo interrumpir la lectura de forma momentánea indignada por no poder saber qué ocurría con los hermanos justo cuando había llegado al punto culminante de su trama. Pero, ¿qué pasó cuando lo acabé de leer y me reencontré con Rose...? Exacto, que hubiera preferido saber más de Gadling. Cuando un autor consigue encandilarme con dos tramas totalmente independientes que se narran a la vez pero sin entrelazarse al final, no me queda otra que quitarme el sombrero.


Y no estamos más que en el segundo tomo de diez volúmenes en total de los que consta esta edición pero ya nos podemos hacer una imagen más o menos completa de los Eternos, tres hermanos menores Deseo, Desesperación y Delirio, que aparentemente tienen bastante menos poder que sus hermanos mayores Destino, Sueño y Muerte, y un séptimo hermano desaparecido del que nada sabemos.

Me gusta muchísimo el personaje de Morfeo. Por un lado exhibe la autoridad de quien se sabe superior a los demás pero, por otro, suele mostrar un carácter tranquilo y calmado que rápidamente se desmorona con sus ataques de ira tratándose, en su conjunto, de una personalidad lábil y cambiante que inspira respeto o miedo a cuantos le rodean.


El apartado gráfico es alucinante. Recuerdo que cuando empecé con Sandman pensaba que nunca me acostumbraría al estilo gráfico tan distinto del cómic americano. De hecho, sigo sin acostumbrarme pero lo que antes me parecía estrafalario e incluso antiestético, ahora me maravilla. No sé cuánta influencia tuvo Neil Gaiman en la estructuración de su guión en viñetas pero la composición de algunas páginas es rompedora. Y me refiero muy especialmente al cambio de dirección del capítulo 10, cuando la transición del mundo real al mundo onírico va acompañada de un giro de 180 grados que obliga al lector a cambiar la orientación del cómic para poder seguir leyendo.

En resumidas cuentas, ahora entiendo por qué todos insistíais en que el primer volumen no es nada más que, como indica su nombre, un preludio. No dejéis pasar la oportunidad de leer esta obra porque es indispensable.

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