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sábado, 12 de marzo de 2016

Fin de semana en Porto, la ciudad de las cuestas

¿Otra vez te has ido de viaje? Sí, ¡pero a Madrid (mi AVE arranca ahora mismo)! Lo que ocurre es que, como de costumbre, recupero un viaje de hace meses. Apenas una semana después de volver de Viena/Innsbruck ya me tenía que ir a Santiago de Compostela por un congreso. En Santiago apenas pude hacer turismo pero se dio la casualidad de que Borja estaba en Braga (Portugal) esa misma semana así que decidimos aprovechar para reunirnos en Porto. Llegué el viernes por la noche en bus desde Santiago dispuesta a exprimir al máximo el fin de semana.


Como podéis ver en la foto, empezamos el sábado adentrándonos en el Más Allá. Creo que nunca antes había visto una niebla tan increíblemente espesa, bajamos hasta el Ponte do Infante esperando hacer fotos de Vila Nova de Gaia con el río pero fue misión imposible como os podréis imaginar. De todas formas, cruzamos al otro lado porque queríamos pasar por el Ponte Luís I, diseñado por el ingeniero Théophile Seyrig, colaborador de Gustave Eiffel. Y aunque la niebla sigue siendo muy patente, alguna foto decente hay de Porto desde el otro lado del río (y se ve el famoso puente). Aprovechamos para desayunar en un café bastante alejado de todo que regentaba una señora mayor que nos preguntó varias veces si el croissant aceitoso y el café que nos sirvió eran de nuestro agrado (una de las primeras cosas que aprendí en Porto es que los portugueses son increíblemente majos).


Cuando volvimos a cruzar, esta vez por Luís I, hacia Porto, nos encontramos fortuitamente con un evento que, si mis nulas nociones de portugués no me fallaron mucho, organizaba el cuerpo de bomberos de Porto a modo de exhibición abierta al público. Nos quedamos un rato a chafardear con otro puñado de curiosos pero tras escuchar varios discursos de inauguración y ver que no hacían nada, desistimos y seguimos con el planning del día.


Una de las particularidades de Porto es que hay azulejos por todas partes. Y todas partes quiere decir todas partes, difícilmente hicimos alguna foto panorámica en que no apareciera alguna fachada forrada con ellos. Una visita habitual (que nosotros también hicimos) es la estación de São Bento, cuyo vestíbulo está revestido de murales constituidos, como no, por azulejos.


Después fuimos al que puede que sea uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, la Torre dos Clérigos a la que, por supuesto, subimos. Ahora mismo no recuerdo el precio de entrada pero fue bastante barato, de hecho, todo en Porto me pareció barato, creo que me voy a mudar allí. Además de aprovechar la subida para hacer fotos panorámicas de los neblinosos tejados de Porto, vimos el museo adjunto en que se explicaba la historia de la orden de clérigos que había fundado la iglesia y que contaba con una colección increíble de Cristos crucificados que fue mucho más enriquecedora de lo que podáis pensar.

Todas las fotos que parecen postales las hizo Borja
Desde que entré noté algo extraño y es que había muchas diferencias entre unos y otros! El ángulo de los brazos, el número de clavos, lo sangrientos que eran algunos y las distintas expresiones de sufrimiento, pues resulta que hubo varias ramas artísticas en esto de la representación de Jesús en la cruz. También visitamos la iglesia y tuvimos la suerte de pillar un concierto de órgano, muy agradable como banda sonora al paseo.

Recurro a Google imágenes porque con el trajín de gente no
había manera de hacer una foto sin que saliese algo movido u.u
Al salir fuimos directos a la Librería Lello, famosa por haber sido escenario de las películas de Harry Potter. Tan famosa es que había una cola muy considerable para entrar y ¡había que comprar entrada! Eso sí, si luego comprabas algún libro, te descontaban el precio de la entrada del precio del libro y al tratarse de un lugar tan turístico no sólo había libros en portugués, también en inglés, francés, español... Yo no tuve suerte pero Borja se pudo pillar uno y le descontaron el precio de ambas entradas así que ya sabéis, ¡visita obligada si pasáis por Porto!


Aquí hicimos parón para comer en un sitio que tenía pinta de ser exclusivamente para guiris y aún así era barato! De verdad, aún alucino con los precios de allí, acostumbrada a Barcelona... Después de comer nos encaminamos hacía la Sé do Porto, la Catedral, que a juzgar por el mapa parecía fácil de llegar pero resultó estar en un enclave un poco impracticable.


Después de subir muchas escaleras y subir calles de lo más empinadas nos encontramos con el majestuoso edificio. A título personal no me entusiasmó en especial, supongo que he estado en demasiadas iglesias a lo largo de mi vida.


Volvimos a bajar hacia la orilla del río pensando en coger el famoso tranvía que bordea el Douro (sí, el Duero) hasta Foz do Douro. Fue una mala idea. La idea era aprovechar que el pequeño tranvía iba en la dirección que nos interesaba y luego subir hasta el Castelo do Queijo a patita. El problema es que yo me empecé a encontrar muy mal, el tranvía era enano y carísimo, hubiésemos llegado más rápido caminando de lo LENTO que iba y encima no nos pudimos ni sentar porque estaba a reventar. Una turistada con todas las letras.


Hacía muchísimo frío, la niebla seguía presente, había olvidado los ibuprofenos en el hostal y no me veía con fuerzas de llegar caminando hasta el castillo así que después de (no) tomarnos un café asqueroso que nos sirvió un señor con muy malas pulgas como para llevar un bar cogimos un bus de vuelta al centro. Después de descansar muy merecidamente en el hostal, nos acercamos a la Capela das Almas a la que no entramos pero vamos, no nos hizo falta que ya veis lo bonita que es la fachada (con... ¡evidentemente! azulejos).


Cenamos en un restaurante a orillas del río que, precisamente, por no tener vistas del mismo, era como la mitad de barato que los demás así que no dudamos mucho.

¡Sin niebla!
El domingo fue un día mucho más tranquilo, habiendo visto casi todo lo que teníamos en mente el sábado y sin ganas de volver a acercarnos a Foz, nos dedicamos a indagar un poco por las callejuelas y escaleras intrincadas de Porto. También fue el día de la compra de souvenirs y nos comimos por fin sendas francesinhas como dios manda.

Si esta foto no os da hambre solo con verla, mentís como bellacos
Debido a mis limitados gustos culinarios, suelo ser incapaz de degustar ningún plato típico vaya a donde vaya pero resulta que el de Porto es una especie de sándwich con 4 o 5 tipos de carne distintos, recubierto de queso y, opcionalmente, con un huevo frito plantado encima, ¡todo comida apta para Kuroi! Disfruté como una enana comiendo, cosa rara en mí.


Por la tarde, se nos cruzaron los cables y fuimos a ver una obra de teatro (en portugués subtitulada en inglés) que adaptaba la ópera de Turandot. Toda una experiencia. Queríamos haber ido también a una, atención, nutelleria pero la cola era tan y tan larga que no solo se salía de la tienda sino casi casi de la propia calle. Se ve que la habían inaugurado hacía poco así que nos lo dejamos para la próxima.


A última hora nos reunimos con una amiga, portuguesa, que nos había recomendado el hostal (bueno, bonito y barato) donde nos alojamos y que nos descubrió una hamburguesería fantástica en la que tomamos nuestro último manjar en Porto.


La niebla me acompañó hasta el mismísimo despegue, en una madrugada brumosa y tuve un vuelo muy poco apacible en el que debería haber dormido algo porque de El Prat me fui directa a trabajar... y no me cundió mucho la jornada, no.


Bonus track: no podía dejar de confesar que, para una hispanohablante como yo, el portugués a veces resulta un idioma entretenido.

2 comentarios:

  1. ole cuantas fotos!!!
    pocos días pero muy cundientes veo! incluso con el momento que nunca falta en cualquier viaje: encontrarse mal XD

    con los azulejos dudo de si me gusta o si es demasiado recargado/fuera de lugar... pero con la foto sin niebla me han entrado ganas de hacer una escapada por allí
    maybe someday =(

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  2. Qué chulo y qué fantasmal parece Porto. ¡Y qué buena pinta la comida! Me ha dado hambre incluso después de comer :)

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