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domingo, 12 de octubre de 2014

Fundación e Imperio

Parecía que no fuera a llegar nunca este momento pero ahí va la reseña de la segunda entrega de la trilogía de La Fundación. Antes de que acabe el año quizá consigo plasmar de forma definitiva mis opiniones en la que podría ser la mejor saga de ciencia ficción de la  historia.


Durante dos siglos, la Primera Fundación ha avanzado acorde con los planes de Hari Seldon pero ahora sus ciudadanos deben enfrentarse a una nueva crisis: los deteriorados remanentes del Imperio centran su atención en Términus.

A pesar de la sencilla contundencia de los argumentos de Asimov que hacen que el lector dé por hecho que todo lo que pudiera prever Hari Seldon se cumpliría sin más y que, por lo tanto, no le dedique un segundo pensamiento a la caída del Imperio, la grandeza de este autor recae, entre otras cosas, en relatarnos esos últimos coletazos del Imperio Galáctico, que no desapareció sin más sino que sufrió una larga y lenta degeneración.

A este respecto, conoceremos al general Bel Riose (un anagrama a medias de Flavius Belisarius), sediento de guerra y gloria, para el que la mística Fundación es un pastel demasiado apetitoso como para que una ciencia tan desconocida como es la psicohistoria le impida atacar. Y, realmente, Bel Riose hubiese triunfado en cualquier otro escenario pero, desde luego, no tenía nada que hacer contra el avance de la mano muerta de Hari Seldon.
Ataque ahora o nunca, con una sola nave o con todo el poderío del Imperio, con la fuerza militar o con la presión económica, con una abierta declaración de guerra o con una emboscada traidora. Actúe como quiera y ejercite hasta el máximo su libre albedrío. Perderá de todos modos.
En El General, encontraréis una historia de estrategia militar con la que Asimov no hace más que ampliar su registro de géneros en los que destaca. En realidad, creo que este breve interludio encajaría mejor en el contexto del primer volumen de la trilogía pero, al haber leído todas las historias de la trilogía una detrás de la otra, es un asunto que carece de importancia.


Pero la historia que abarca una mayor parte del libro y que, de hecho, es más brillante quizá de toda la trilogía es la del Mulo. Como siempre, Asimov escoge muy bien la información que nos quiere revelar y la que no, de forma que podamos seguir la trama desconociendo los detalles más esenciales, desconfiando de todo el mundo, perdidos en una ignorancia tan arrolladora como un mar embravecido.
Para él, un amor geométrico de la simetría y el orden era el «sistema», un interés infatigable y febril por las más insignificantes facetas de la burocracia cotidiana era «la laboriosidad», la indecisión calculada era «la cautela», y la terquedad ciega en continuar por un camino erróneo era «la determinación».
En esta ocasión, la presentación de personajes es algo más extensa de lo que se había permitido el autor hasta ahora y es que, quizá por primera vez, son personajes individuales los que conducen la trama más que una corriente psicohistórica imparable. Los recién cansados Bayta y Toran Darell, el capitán Pritcher, el psicólogo Ebling Mis y el bufón Magnífico participarán en una carrera contrarreloj por averiguar quién o qué es exactamente el Mulo y hasta qué punto puede destruir el cauce marcado para la Fundación por Hari Seldon siglos atrás.

Es aquí donde Asimov definitivamente sobresale como escritor ya que no solo recrea la Caída del Imperio Romano en toda la galaxia, no solo crea una nueva rama de la ciencia, no solo se anticipa a su tiempo; Asimov rompe en pedazos la red de acciones y predicciones que el mismo había tejido admitiendo que, en la naturaleza, siempre existe la probabilidad infinitesimal de que suceda lo improbable y que, por lo tanto, no se puede predecir el futuro, ni siquiera a grandes rasgos porque la más mínima perturbación puede mandarlo todo al traste.
Cuando los veintiséis Mundos Comerciantes Independientes, unidos por su desconfianza del planeta madre de la Fundación, concertaban entre ellos una asamblea, y cada uno se sentía orgulloso de su propia pequeñez, endurecido por su aislamiento y amargado por el eterno peligro, era preciso vencer negociaciones preliminares de una mezquindad suficiente como para desanimar a los más perseverantes.
Y, aun más, siguiendo con su costumbre de crear situaciones verosímiles, El Mulo no trata de la guerra entre la Fundación y este mismo. Asimov no hace reducciones simplistas que faciliten la narración del conflicto. No, en esta segunda parte de Fundación e Imperio tenemos una situación política inestable en la mismísima fundación ya que los comerciantes no aprueban la manera de dirigir sus negocios desde Términus. No solo esto sino que militares de elevadas cualidades desafían la autoridad de un mando gubernamental que juzgan poco capaz de manejar ciertas situaciones, desencadenando así una serie de eventos que pongan en marcha la persecución del Mulo.

En definitiva, si Fundación me pareció una obra única en su especie, Fundación e Imperio me fascinó de una forma difícil de describir, reafirmándome en mi creencia de que la obra de Asimov no tiene parangón y debería ser lectura obligada.

1 comentario:

  1. la trilogía de la fundación es, ciertamente, de lectura obligatoria (y de relectura... cuando tenga tiempo x'D).

    Asimov no sólo consigue relatar un escenario de sci-fi creíble, sinó que además lo hizo en los años 40-50 (cada vez que lo pienso alucino, este señor era un visionario, y por si fuera poco también fue quien ideó las 3 reyes de la robótica).

    Seguramente la 1a parte de este 2o libro, con biel rose, es la que menos me gustó de la saga, que no significa que no me gustara, es que cuando empieza la trama del Mulo alcanza todo unas proporciones tan más grandes que me "volví loco" y me empequeñeció el principio XD


    a ver si la reseña de "segunda fundación" no tarda tanto ò_ó

    PD: no había pillado hasta ahora lo de Flavius Belisarius, ben vist!

    PD2: tengo que leerme toda la saga de los robots + imperio, sólo que sea la mitad de buena que la fundación ya habrá valido la pena xD

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