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martes, 26 de agosto de 2014

Fundación

Con tanto máster, tanto salón del manga y tanto viaje a Madrid parecía imposible sacar algo de tiempo para leer. Tras hacer mis pinitos con Ursula K. Le Guin y Orson Scott Card, ya iba siendo hora de conocer a Isaac Asimov. Y aquí os traigo la reseña de la primera parte de su trilogía de La fundación. Es terriblemente difícil hacer una sinopsis de este libro ya que es bastante cambiante a lo largo de los capítulos (y para cuando redacto esta reseña ya hace mucho que acabé de leer la trilogía entera) así que me limito a hacer un pequeño preámbulo al primer capítulo, el de los psicohistoriadores.


Hari Seldon predice la caída del imperio gracias a la ciencia de la psicohistoria. Desde ese momento, pondrá en marcha un complejo plan para reducir todo lo posible el periodo de caos y oscuridad que sucederá inevitablemente entre la destrucción del primer imperio y la creación del siguiente. Para ello, cree necesaria la redacción de una Enciclopedia Galáctica que recopile toda la información relevante del progreso científico efectuado durante el Imperio para su posterior uso por los habitantes de todos los planetas.

Quizá uno de los aspectos que más llama la atención de Fundación es la poca continuidad temporal. El libro contiene cinco partes que tanto pueden estar separadas entre ellas por setenta años como siete. Dentro de cada parte hay varios capítulos que pueden suceder minutos unos después de los otros o bien meses enteros y hasta años. A Asimov no le gusta recrearse en detalles sin importancia sino que va saltando de acontecimiento en acontecimiento para que el lector conozca solo la parte más imprescindible de una historia que, claramente, es demasiado compleja y que, explicada en detalle, podría ocupar miles y miles de páginas.

Pero eso no quita que no haya muchísimos detalles. De hecho, me imagino a su autor creando primero una galaxia (vasta e inconmensurable) y luego contando su historia sobre ella mencionando solo de pasada aquellos detalles que resulten relevantes o necesarios para explicar una escena en concreto. Como si la elección de qué cuenta y qué no fuera totalmente accidental o azarosa. Y así nos va hablando de la energía atómica o los campos de protección conforme la historia así lo demanda.
La apariencia de fuerza no es más que una ilusión. Parece tener que durar siempre. No obstante, señor abogado, el tronco del árbol podrido, hasta el mismo momento en que la tormenta lo parte en dos, tiene toda la apariencia de sólido que ha tenido siempre. Ahora la tormenta se cierne sobre las ramas del imperio. Escuche con los oídos de la psicohistoria, y oirá el crujido.
Sin embargo, lo que creo que me dejó más patidifusa de esta primera entrega de la trilogía sci-fi más famosa de todos los tiempos es la idea de crear una religión cimentada sobre descubrimientos científicos maquillados de milagros sagrados. Es que ¿qué clase de mente maquiavélica daría con la idea de usar la ciencia para sumir a la gente en la ignorancia y la fe ciega en algo que no existe? Es decir, nuestra historia demuestra que las religiones siempre se han inventado para explicar aquello que "no se puede explicar", en otros tiempos fue que lloviera o tronara, ahora es cuál es el propósito de nuestra existencia. La sola idea de pensar que es más práctico inventarse una religión a explicar al pueblo los principios que rigen la ciencia es... en fin, una maravilla argumental en sí misma. Asimov fue, sin lugar a dudas, un escritor fuera de serie que diría que debería ser lectura obligada en los colegios sino fuera porque así solo conseguiría el odio de millones de alumnos desmotivados.

A la zaga de la religión inventada está el concepto de la psicohistoria que me parece una idea fascinante. Que un libro escrito hace más de medio siglo me sorprenda de esta manera (es decir, en un aspecto más... científico) es, cuanto menos, asombroso. Está repleto de ideas brillantes y encima es extremadamente denso en ese sentido: Asimov no aprovecha una buena idea para darle un desarrollo eterno, te la explica y pasa a la siguiente, no fuera a ser que te cansases de ella.
Si has nacido en un cubículo y crecido en un pasillo, y trabajado en una celda, y pasado tus vacaciones en una habitación solar llena de gente, es lógico que la salida al aire libre y el panorama del cielo por encima de tu cabeza te ponga nervioso. Obligan a los niños a subir aquí una vez al año, desde que cumplen los cinco. No sé si les hace algún bien. En realidad, no disfrutan mucho de ello y las primeras veces gritan como histéricos. Tendrían que empezar en cuanto aprenden a andar y venir aquí una vez por semana. 
Coruscant me va como anillo al dedo porque está inspirada en Trántor
Algo que me gusta mucho de Fundación es que Asimov no se anda con preámbulos, no te lo da todo masticadito y te introduce con calma en su universo. Al contrario, te deja caer en Trántor y confía en que te las sabrás apañar. Bien pensado, este estilo narrativo es quizá algo típico de la ciencia ficción o de las novelas de hace cincuenta años ya que recuerdo que al empezar a leer La mano izquierda de la oscuridad (libro que os recomiendo MUCHO y que tengo que releer y reseñar debidamente) tuve la misma sensación de desorientación momentánea. O quizá es solo casualidad.

Y luego están los personajes (infinitos) y sus reacciones (genuinamente humanas para que puedan incluirse en algoritmos psicohistóricos). Por supuesto, dando saltos de varias décadas de capítulo a capítulo o de parte a parte son muchos los personajes que Asimov se ve obligado a ir presentando para luego retirar para siempre en apenas un puñado de páginas. Y a todos dota de una mezcla entre personalidad (que los identifique) y humanidad (que los haga creíbles) aunque solo vayan a aparecer en una o dos páginas debido a su minoritario rol. Le da igual que tal sacerdote o tal reina vayan a quedar sumidos en el olvido para siempre por su nula importancia, él los construye de forma concienzuda.
Cuando Holk, después de dos días de trabajo ininterrumpido, logró eliminar las declaraciones sin sentido, las monsergas vagas, las salvedades inútiles, en resumen, todas las lisonjas y la paja, vio que no había quedado nada. Todo había sido eliminado. Lord Dorwin, caballeros, en cinco días de conversaciones, no dijo absolutamente nada, y lo hizo sin que ustedes se dieran cuenta. Éstas son las seguridades que han recibido de su precioso imperio.
Por supuesto, tratándose de una historia tan poco íntima (en el sentido de que los sentimientos de los personajes, aunque existen, no suelen aportar nada a la trama) sino más bien descriptiva y trepidante, Asimov no muestra apego por ninguno de sus personajes y dispone de ellos tal y como se lo exige cada nuevo giro en el argumento. Quizá una nueva muerte deje al lector bastante indiferente pero le satisfará en tanto que será coherente, necesaria y justificada. Porque en Fundación hay una dosis de realismo insospechada en una historia de ciencia ficción.

Sinceramente, me podría pasar horas y horas hablando de este libro y, en especial, de la trilogía pero lo resumiré en que Fundación es una lectura imprescindible para los amantes ya no de la ciencia ficción sino de la buena lectura. Encontraréis naves especiales y un sinfín de mundos pero también intrigas político-religiosas en una trama que se sostiene sobre diálogos engañosos y una mezcla de mentiras y verdades a medias que no se descubren hasta el último momento.

1 comentario:

  1. Ya sabes que la ciencia ficción no va mucho conmigo, pero te prometo que algún día caerá. No sé cuándo, pero caerá =)

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