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martes, 27 de diciembre de 2011

Bianca

Hace como un mes que tendría que haber hecho esta entrada, pero bueno, la Navidad me refresca la memoria. Sé que no vais a leer la historia pero la cuestión es que hace un tiempo, participé en un concurso en el que había que escribir un relato sobre Venecia para ganar el libro Isla de Nam, de Pilar Alberdi. Sólo participamos 4 personas y no gané pero según Wendy, la propietaria del blog organizador del concurso, todos los relatos estaban tan bien que decidió hacernos un pequeño regalo a todas, así que aquí os dejo la foto con mi regalito y el relato en cuestión:


No es un tipo de libro que me atraiga pero bueno, parece que ha encontrado una buena propietaria al toparse con mi madre =)

Las lágrimas empezaron a agolparse en los ojos marrones de una joven hermosa de cabellos oscuros como el carbón. Con su sencillo y raído vestido se había sentado en la pequeña escalera que comunicaba el portal con el canal dejando que las ondulaciones del agua bañaran la punta de su falda. Y así, sin consuelo alguno se limitaba a llorar en silencio por su amargo destino. No es que esperara otra cosa, desde que llevó la desgracia a su familia por nacer mujer había quedado decidido que su único objetivo sería encontrar un marido rico y generoso que pudiera mantenerla y que no requiriera una dote. Pero ahora que el compromiso estaba fijado y la fecha de la boda era tan inesperadamente cercana, la palabra matrimonio la había golpeado con mucha más fuerza de la que había imaginado.

El comerciante Gaetano Plumari había cosechado grandes éxitos en Sicilia y, con ocasión del carnaval, había decidido visitar Venezia. A pesar de que viajó en calidad de turista sin ningún objetivo concreto, cuando vio a Bianca bailando apasionadamente en Piazza San Marcos no dudó en pedir su mano a sus padres. Estos, más que encantados, empezaron los trámites sin pensárselo dos veces y, obviamente, sin preguntar siquiera a su desdichada hija.

Pero Bianca estaba cada vez más asustada, ni en la peor de sus pesadillas se le había imaginado un futuro esposo con esa mirada tan lasciva y un pasado tan lleno de rumores sobre sus turbios negocios con la mafia siciliana. Además de la diferencia de edad (Bianca apenas había cumplido los 16 años mientras que Gaetano debía rondar los 40), el misterioso hombre era viudo pero apenas se sabía nada de su anterior mujer y las causas de su muerte no eran bien conocidas por nadie.

Bianca esperaba un señor viejo, gordo, canoso y maloliente que quisiera darse un último capricho. De esa manera, al menos el sufrimiento hubiera tenido un tiempo límite. Y eso era lo que ella había concebido como la peor opción. Conocía prácticamente a todos los ciudadanos de Venezia y nunca se imaginó que pudiera ir a caer a las manos de un extranjero. No solo vería morir su libertad sino que debería despedirse de su amada ciudad.

No podía evitar maldecirse por haber asistido al baile. Quizá el temible señor Plumari se prendó de ella a primera vista pero ella, a pesar de todas las advertencias, de todas las normas, de todas las prohibiciones, no había podido evitar enamorarse de Cesare… Y por eso asistió al baile, y por eso se arregló tanto, y por eso su danza era tan apasionada, ¡era todo para él!

- ¿Bianca? – una voz familiar interrumpió sus cavilaciones. – Vas a echar a perder el vestido si lo dejas en remojo en estas aguas putrefactas. – Era Cesare, con su sonrisa radiante de siempre.

- Como si me importara…

- Vamos, no seas así. Tu madre te reñirá y, ¿qué pensaría ese tal Gaetano Plumari si te viera tan descuidada? – bromeó él.

- ¡Estúpido! Ojalá me viera y anulara el compromiso. No, ni siquiera puedo esperar eso porque entonces mis padres acabarían en la ruina… - ¿Por qué Cesare era incapaz de darse cuenta del amor que sentía por él? Bueno, quizá era mejor así… la despedida sería menos dolorosa.

- Bianca… Disculpa. La verdad es que yo te… - Una barca de carga hizo sonar su bocina para que Cesare apartara su góndola y dejara de obstruir el estrecho canal.

- ¡Oh, vamos! ¡Pero si tienes espacio de sobra para pasar! – gritó exasperada la chica.- ¿Qué decías Cesare?

- Nada, nada importante. Será mejor que me aparte.

Bianca le miró decepcionada y se metió dentro de casa. Ni siquiera se había dado cuenta de sus lágrimas… Ojalá pudiera declararse. Ojalá fuera correspondida. Ojalá pudieran estar juntos. Pero esos eran demasiados deseos para alguien de su categoría.

Mientras ella cavilaba, Cesare no paraba de maldecirse a sí mismo por su cobardía. Había decidido fingir delante de ella para que no notara nada pero al verla llorar… le había costado muchísimo más que de costumbre reprimirse. Sentía las espinas hundiéndose en su corazón y cuando le sonreía y bromeaba falsamente con ella, notaba como se adentraban cada vez más. Había perdido la cuenta de las veces que había soñado con tenerla entre sus brazos, con poder rozar sus labios, con poder poseerla… Pero Bianca siempre lo había tratado del mismo modo, para ella él era como un hermano mayor y eso nunca cambiaría. No podía decirle la verdad porque eso solo le haría daño y quizá la haría más desdichada… Pero, si tenía que casarse con un hombre al que no amaba, ¿por qué tenía que ser ese maldito desconocido y no él? La sola idea de unas manos que no fueran las suyas mancillando su pureza le desgarraba el alma. La trataría mil veces mejor, la haría mucho más feliz. Pero no era más que un pobre desgraciado sin dinero que no tenía nada que ofrecer a sus padres.

Llego el día de la despedida, se había acordado que la boda tendría lugar en Sicilia. Bianca se disponía a abandonar la ciudad que la había visto nacer y ni siquiera podía albergar la esperanza de volver. En su desesperación, decidió escribir una carta, inundó el tosco papel con la verdad, tal y como nunca había podido expresarla. Pensó que sus palabras no hacían justicia a sus sentimientos pero necesitaba un acto de sinceridad antes de su prematura condena. Así, cuando ya se encontraba en la embarcación, tiró la carta hacia las manos de Cesare, le lanzó un discreto y tímido beso y dejó que sus últimas lágrimas fueran para él.

Cuando Cesare comprendió la verdad enloqueció. Pero Bianca ya no estaba. Su ausencia pesaba mucho, muchísimo, era insoportable. Se emborrachó hasta que era incapaz de poner un pie delante del otro. Se dejó seducir por una de las prostitutas que frecuentaban el Ponte delle Tette y se desahogó con ella sin parar de pensar en su amada Bianca. Con el corazón totalmente ennegrecido por la ira, deambuló por las callejuelas de Venezia hasta que se encontró con un par de hombres con muy mal aspecto, casi tanto como él. Quizá estuvieran borrachos. Motivados por alguna clase de instinto primitivo se enzarzaron en una pelea, Cesare necesitaba destrozar algo pero apenas podía mantenerse en pie. Uno de ellos sacó una navaja y antes de que pudiera darse cuenta, el sufrimiento de Cesare acabó para siempre.

Un mes más tarde, Bianca recibió una carta de su madre explicándole todos los cotilleos habituales de la ciudad. Por supuesto, no podía obviar algo tan morboso como la muerte de un joven gondolero… Creía que el nombre era Cesare.

Y así fue como Bianca decidió ser egoísta por una vez y se tiró por la ventana de su lujosa habitación para encontrarse por fin con su amado.

3 comentarios:

  1. A mi me ha gustado, aunque lo he encontrado un pelín recargado en alguna parte :D

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  2. Ya sabes que me gustó mucho =3 La verdad es que el nivel era bastante alto, y menos precisamente el que ganó, los otros tres relatos se lo merecían XDD

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  3. Me ha gustado bastante el relato ^^ aunque el final es demasiado dramático para mi xDD soy más de finales happy xD

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