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domingo, 28 de octubre de 2018

[Nuevas Lecturas] El león de marzo

Puede que el nombre de Chica Umino resulte familiar a más de uno gracias a la publicación por parte de Panini de Honey & Clover, uno de los pocos joseis que hemos tenido la suerte de leer en castellano (aunque hace tiempo que desistí en la temible batalla acerca de las demografías). Diez años después, contra todo pronóstico, fue ECC quien protagonizó el retorno de esta mangaka al panorama de publicación manga en España con la licencia de El león de marzo (3-gatsu no Lion). Esta obra, en publicación en Japón desde 2007, ha acumulado múltiples nominaciones y premios a lo largo de su paulatina serialización, incluyendo un Taishô en 2011 y el Gran Premio del Premio Cultural Osamu Tezuka de 2014.


Rei Kiriyama no tiene más que 17 años pero eso no le impide tener independencia económica y pagarse un alquiler en Rokugatsuchô con lo que gana como jugador profesional de shogi. Obsesionado con no resultar una carga para nadie e incapaz de relacionarse con los que le rodean, se aísla de la sociedad y dedica toda su existencia a perfeccionar su juego. A raíz de un encuentro fortuito con Akari, una mujer llena de vida, y sus dos hermanas pequeñas, Hina y Momo, irá abriéndose poco a poco y aprendiendo a confiar en los demás.

Personalmente, creo que el factor que ha catapultado El león de marzo a capitanear las listas de mangas más vendidos y reconocidos de Japón en la actualidad reside en que la trama gire en torno al shogi, un deporte muy bien valorado en el país nipón. Sin embargo, en mi humilde opinión, lo que hace que este manga sobresalga entre todos los demás es precisamente todo lo que no tiene que ver con el juego en cuestión.


Empezaré por el protagonista, Rei. Desde el primer tomo es evidente que sufre una depresión y que estar totalmente solo no le ayuda en nada a salir de ella. Los múltiples pasajes de introspección son de lo más agobiantes y es difícil que sus pensamientos asfixiantes no arrastren al lector con él. Chica Umino desempeña un trabajo sublime retratando lo dañina que es la soledad y la manera que tiene de incapacitarte como persona. Además, profundiza en la autoexigencia patológica y la competitividad malsana que caracterizan las altas esferas en cualquier ámbito, con ecos a Whiplash simplemente porque para mí es el paradigma en esta materia.

Aunque una no puede reseñar El león de marzo sin mencionar a las hermanas Kawamoto, que le hacen el contrapunto perfecto al protagonista. Akari, Hina y Momo no tienen padres pero se tienen las unas a las otras y siempre están dispuestas a acoger a quien sea en la familia, ya sea un gato hambriento o un adolescente incauto. La autora las utiliza constantemente de puente narrativo, son indispensables para la trama en tanto que Rei por sí solo es inmutable y estático y son sus interacciones con las tres hermanas las que le hacen cerrar capítulos desagradables de su pasado a la par que enfocar su futuro con algo más de optimismo.


Los tomos de este manga son increíblemente densos y pesados de leer. No lo digo con una connotación de aburrimiento sino de conmoción. Todos ellos contienen pasajes cargados de angustia, con un impacto emocional devastador. Mientras los leía tenía una sensación muy extraña, de profundidad, que no suelo experimentar con el manga, algo que siempre he atribuido a su periodicidad frenética. Al ver que los 13 tomos publicados hasta la fecha en Japón de El león de marzo son el resultado de once años de serialización, comprendo algo mejor este peso que tiene cada capítulo. Puede que no sea más que el peso del tiempo. Pero, entre tanto drama existencialista, la mangaka sabe introducir escenas humorísticas que alivian la tensión acumulada y permiten que tanto los personajes como los lectores puedan darse un respiro.

Pero si he dicho que la fama de este título en Japón se debe al shogi, será que algo de protagonismo tiene, ¿no? Pues bien, uno de los motores de la trama son, efectivamente, los distintos torneos en los que participa Rei y de los que, por cierto, dependen sus ingresos mensuales. Es un tema que se me atragantó bastante antes de empezar a leer Sangatsu porque no tengo ni idea de las reglas por las que se rige este juego (y lo de que es una especie de ajedrez pero más complicado no me sirve porque no he jugado nunca al ajedrez) y temía no ser capaz de seguir las "batallas". Por eso me sorprendió y alivió a partes iguales que la autora no hiciese ningún tipo de esfuerzo en explicar cómo se juega en los primeros capítulos. Tampoco alarga las partidas, ni las describe con todo lujo de detalles. Más adelante termina por hacer una breve iniciación al juego pero, en definitiva, El león de marzo en ningún momento tiene el objetivo de enseñar a nadie a jugar. El interés de esta obra está, como decía, en la construcción y evolución de los distintos personajes, tan dolorosamente humanos.


Eso no quita que este seinen sí sea toda una fuente de anécdotas sobre los entresijos del mundillo que, para mí, son mucho más interesantes que el funcionamiento del juego en sí. A este fin, Chica Umino cuenta con la colaboración de Manabu Senzaki, un kishi (profesional) que la asesora en materia de shogi para que todas las partidas y jugadas que aparecen (que son muchas) sean reales y coherentes. No solo eso sino que en los interludios entre capítulos cuenta con una columna propia en la que se centra en uno u otro aspecto del juego como cuáles son los torneos más prestigiosos, cuánto dinero se puede llegar a ganar si se es lo suficientemente bueno, o el nivel de estudios que suelen tener los jugadores. Es gracias a él que la historia se asienta sobre bases sólidas y que Chica Umino puede dar vida a sus atormentados personajes en un contexto realista.

No puedo hacer otra cosa que instaros a leer El león de marzoChica Umino es una bestia, una mangaka que merece sobradamente el reconocimiento que ha conseguido y que os oprimirá el corazón sin piedad una y otra vez. Una de mis mejores lecturas del año, sin lugar a dudas.

domingo, 7 de octubre de 2018

[Nuevas lecturas] Música de Acero

Tras el frenesí generado en las redes respecto al reciente lanzamiento tanto de Atelier of Witch Hat como de La Balada del Viento y los Árboles que, además, se anunciaron de forma simultánea, me da la sensación de que Música de Acero (Tetsugaku Letra) es una novedad que ha quedado de alguna forma camuflada a pesar de su encanto.


Kimitaka jugaba al baloncesto desde muy pequeño por lo que al empezar la secundaria contaba con ser el as del equipo; sin embargo, al poco tiempo de empezar el instituto se dio cuenta de que su conocimiento y experiencia no podían competir con la complexión y habilidad física de sus compañeros de clase y pronto tuvo que abandonar el deporte por no estar a la altura. Rabioso, decidió deshacerse de sus zapatillas nuevas, que le acababan de regalar. En ese momento la casualidad quiso que se encontrara con Fujimoto, una antigua compañera de clase que se encontraba en una situación parecida: a pesar de lo mucho que le gustaba la danza española era demasiado desgarbada para poder bailar con gracia y también pensaba renunciar a su sueño tirando sus flamantes zapatos rojos. A raíz de este encuentro, ambos adolescentes harán un intercambio, tanto de calzado como de objetivo pero, ¿serán capaces de triunfar en su nueva ambición?

Mizu Sahara, también conocida como Yumeka Sumomo, entre otros alias, ya había sido publicada con anterioridad en España con sendos tomos únicos, Añorado Rozione (Planeta, 2007) y Voces de una estrella distante (Planeta, 2016) con un éxito más bien escaso. Mientras que el primero era una recopilación de historias cortas bastante extrañas (aunque recuerdo haberlas disfrutado muchísimo en su momento), el segundo era una adaptación del OVA homónimo de Makoto Shinkai que dejaba mucho que desear. De hecho, Mizu Sahara cuenta en su haber con gran número de historias cortas (recopiladas o no) y títulos en los que comparte autoría con diversos guionistas.


Es por lo tanto Música de Acero una excepción en su bibliografía que nos permite por primera vez juzgar la capacidad de la autora para desarrollar una historia larga. Por si esto fuese poco, se trata de la primera incursión de la mangaka en la demografía shonen, habiéndose publicado originalmente Música de Acero en las páginas de la revista Gessan (Monthly Shônen Sunday), de Shogakukan; para que tengáis una referencia, es la misma revista en la que se serializaron tanto Q&A como Mix, las obras más recientes de Mitsuru Adachi.

Puede que me haya quedado un preámbulo más largo de lo normal pero me parecía necesario para entender por qué Música de Acero es una rara avis. El punto de partida podría ser el de cualquier shonen de superación personal: un protagonista del montón en todos los aspectos, tirando a taciturno, que no destaca en nada, que hace una promesa que terminará cambiando su vida. Mientras tanto, la estética y estructura obedecen a un canon más típico del shôjo, ya que lo que prima en la narración son las reflexiones introspectivas del protagonista.


Música de Acero podría incluso encuadrarse dentro del marco del spokon puesto que uno de los ejes argumentales reside en la danza española y en su aprendizaje por parte de Kimitaka. En el primer volumen, muy introductorio, la autora no tiene espacio para desarrollarlo pero ya a partir del segundo empieza a entrar en materia y a mostrar una pequeña parte de este tipo de danza centrándose en las figuras de la señora Morino y su nieto. Y aquí está, para mí, una de las claves de este manga y es que los personajes de edad avanzada tienen un papel importante en la trama. Se trata de una de las muchas rarezas de este manga, en que Mizu Sahara no desaprovecha la oportunidad de darle un rol a los abuelos y abuelas de los distintos protagonistas.

Aunque la principal peculiaridad de esta obra es sin duda la inversión de roles que deriva de la promesa inicial y el intercambio de zapatos*. Fujimoto le traspasa sus zapatos de baile a Kimitaka y una vez él se decide para tirar adelante con un sueño otorgado por otra persona, se aferra a ese calzado hasta tal punto que decide que no sólo va a aprender danza española sino que va a bailar con esos zapatos de tacón. Como quien no quiere la cosa, la autora introduce un dilema para todos sus personajes que terminarán debatiendo sobre si es respetuoso o no permitir que un chico baile con zapatos de mujer y se pone en tela de juicio su calidad como persona.


Pero, por supuesto, la obra va mucho más allá y profundiza en un tema también conflictivo como es el acoso escolar. Y lo hace sin basarse en ninguna de las tramas anteriores sino que constituye un nuevo pilar de la narración. Comentaba antes que Kimitaka es un chico del montón, algo taciturno, cualidades que, sumadas a un pasado algo turbio, le alejan del resto de compañeros de clase... mientras le acercan a otros marginados que, por uno u otro motivo, están tan apartados del resto como él. No contenta con esto, la mangaka va un paso más allá y sigue desarrollando el tema del bullying con la hermana pequeña del protagonista, que tiene su propia historia paralela que en nada desmerece a la trama principal.

Como veis, Mizu Sahara no desaprovecha ni una viñeta para dotar a su obra de capas y más capas de significado, acompañando las vicisitudes con la danza de su protagonista con incontables matices que enriquecen la obra. Así que ya sabéis, no permitáis que Música de Acero pase desapercibida entre tanta novedad jugosa. A diferencia de sus obras competidoras, es un manga terminado con seis tomos así que no tendremos que esperar eternamente para conocer su desenlace.


*Fujimoto, la chica, no tiene mayor problema ya que prueba suerte con el baloncesto femenino en el club de su instituto. Sin embargo, no quería dejar de comentar lo extraño e inusual que me resulta encontrar una obra publicada en una revista destinada mayoritariamente a un público masculino que se centre en un deporte femenino sin objetificar a ninguno de sus personajes (de hecho, ¿existe alguna más o es esta la excepción que confirma la norma? os animo a sugerirme manga de estas características en los comentarios).